viernes, 6 de octubre de 2017

Ojoloco Moody

Mientras la señora Weasley apuntaba con su varita los restos del desayuno despejando la mesa, dejando solo un par de jarras de jugo y vasos para cada uno, el Sr. Weasley comezó a leer.
A la mañana siguiente la tormenta se había ido a otra parte, aunque el techo del Gran Comedor seguía teniendo un aspecto muy triste. Durante el desayuno, unas nubes enormes del color gris del peltre se arremolinaban sobre las cabezas de los alumnos, mientras Harry, Ron y Hermione examinaban sus nuevos horarios. Unos asientos más allá, FredGeorge y Lee Jordan discurrían métodos mágicos de envejecerse y engañar al juez para poder participar en el Torneo de los tres magos.
- No va a funcionar -susurró Hermione con un tinte divertido en su voz.
- Hoy no está mal: fuera toda la mañana -dijo Ron pasando el dedo por la columna del lunes de su horario-Herbología con los de Hufflepuff y Cuidado de Criaturas Mágicas... ¡Maldita sea!, seguimos teniéndola con los de Slytherin...
Ron y Harry gimieron.
- Y esta tarde dos horas de Adivinación -gruñó Harry, observando el horario.
Adivinación era su materia menos apreciada, aparte de Pociones. La profesora Trelawney siempre estaba prediciendo la muerte de Harry, cosa que a él no le hacía ni pizca de gracia.
Sirius que no sabía que Trelawney era un fraude (solo recordaba que ella era la que había dicho la profecía del vasallo que hablaron el día anterior) miró hacia Harry con los ojos abiertos como esperando que cayera fulminado en cualquier momento, Remus en cambio, que conocía a la profesora sofocó la risa contra su mano.
- Tendríais que haber abandonado esa asignatura como hice yo -dijo Hermione con énfasis, untando mantequilla en la tostada-. De esa manera estudiaríais algo sensato como Aritmancia.
- ¿La abandonaste? -dijo Tonks mirandola sorprendida, por lo que iba conociendola no parecía el tipo de persona que abandonaría una clase después de empezarla. 
Hermione asintió, esa era una decisión de la que no se arrepentía. 
- Estás volviendo a comer, según veo -dijo Ron, mirando a Hermione y las generosas cantidades de mermelada que añadía a su tostada, encima de la mantequilla.
- He llegado a la conclusión de que hay mejores medios de hacer campaña por los derechos de los elfos -repuso Hermione con altivez.
- Sí... y además tenías hambre -comentó Ron, sonriendo.
Los gemelos se rieron abiertamente mientras que Ron sonreía orgulloso de si mismo. 
De repente oyeron sobre ellos un batir de alas, y un centenar de lechuzas entró volando a través de los ventanales abiertos. Llevaban el correo matutino. InstintivamenteHarry alzó la vista, pero no vio ni una mancha blanca entre la masa parda y gris. 
Harry miró hacia abajo, no quería que todos sepan lo ansioso que estaba con respecto a Sirius, es que era la primera persona que consideraba parte de su familia, de alguien de quién podía depender. 
Las lechuzas volaron alrededor de las mesas, buscando a las personas a las que iban dirigidas las cartas y paquetes que transportaban. Un cárabo grande se acercó a Neville Longbottom y dejó caer un paquete sobre su regazo. A Neville casi siempre se le olvidaba algo. Al otro lado del Gran Comedor, el búho de Draco Malfoy se posó sobre su hombro, llevándole lo que parecía su acostumbrado suplemento de dulces y pasteles procedentes de su casa. Tratando de olvidar el nudo en el estómago provocado por la desilusiónHarry volvió a sus gachas de avena. ¿Era posible que le hubiera sucedido algo a Hedwig y que Sirius no hubiera llegado a recibir la carta? 
Sirius recién ahí entendió lo que su ahijado esperaba, estaba pendiente de su respuesta. Sentía como el corazón se le hinchaba, hace tanto no se sentía tan necesitado. Él ama a Harry y desde el momento que lo vió en brazos de Lily por primera vez supo que daría su vida por la suya sin un segundo de vacilación, pero últimamente sentía que vivía por él también, porque era lo único que le quedaba, porque se necesitaban el uno al otro.
Sus preocupaciones le duraron todo el recorrido a través del embarrado camino que llevaba al Invernadero 3; pero, una vez en él, la profesora Sprout lo distrajo de ellas al mostrar a la clase las plantas más feas que Harry había visto nunca.
- Las mandrágoras ya eran bastante feas -habló Ginny recordando a las plantas que había tenido que criar hasta hace unos meses, ya que eran las plantas criadas por los segundos años-. Tal vez las plantas van siendo más repugnantes por año.
Desde luego, no parecían tanto plantas como gruesas y negras babosas gigantes que salieran verticalmente de la tierra. Todas estaban algo retorcidas, y tenían una serie de bultos grandes y brillantes que parecían llenos de líquido.
- Suenan como bubotubérculos -susurró Hermione. Harry creía que le tomó mucho esfuerzo para no levantar la mano y hablar en voz alta como en clase.
- Son bubotubérculos -les dijo con énfasis la profesora Sprout-. Hay que exprimirlas, para recoger el pus...
- ¿El qué? -preguntó Seamus Finnigan, con asco.
Ron se encontraba igual de asqueado.
- El pus, Finnigan, el pus -dijo la profesora Sprout-. Es extremadamente útil, así que espero que no se pierda nada. Como decía, recogeréis el pus en estas botellas. Tenéis que poneros los guantes de piel de dragón, porque el pus de un bubotubérculo puede tener efectos bastante molestos en la piel cuando no está diluido.
Los gemelos se estremecieron, gracias a Merlín ellos ya habían tenido esa clase.
Exprimir los bubotubérculos resultaba desagradable, pero curiosamente satisfactorio. Cada vez que se reventaba uno de los bultos, salía de golpe un líquido espeso de color amarillo verdoso que olía intensamente a petróleo.
- ¿Y cuál es la parte satisfactoria? -le susurró Ron- a mi solo me suena asqueroso.
Harry se encogió de hombros, no podía saberlo si no lo vivía antes.
Lo fueron introduciendo en las botellas, tal como les había indicado la profesora Sprout, y al final de la clase habían recogido varios litros.
- La señora Pomfrey se pondrá muy contenta -comentó la profesora Sprout, tapando con un corcho la última botella-. El pus de bubotubérculo es un remedio excelente para las formas más persistentes de acné. Les evitaría a los estudiantes tener que recurrir a ciertas medidas desesperadas para librarse de los granos.
- Porque ponerme pus por toda la cara suena increíble, ¿no? -dijo Tonks sarcásticamente.
-Como la pobre Eloise Migden -dijo Hannah Abbott, alumna de Hufflepuff, en voz muy baja-. Intentó quitárselos mediante una maldición.
-Una chica bastante tonta -afirmó la profesora Sprout, moviendo la cabeza-. Pero al final la señora Pomfrey consiguió ponerle la nariz donde la tenía.
Hermione se río al recordarlo, no solía juntarse con las chicas al tener a Ron y Harry de mejores amigos, pero ese tipo de cosas le llegaba hasta ella. Fue un gran chisme.
El insistente repicar de una campana procedente del castillo resonó en los húmedos terrenos del colegio, señalando que la clase había finalizado, y el grupo de alumnos se dividió: los de Hufflepuff subieron al aula de Transformaciones, y los de Gryffindor se encaminaron en sentido contrario, bajando por la explanada, hacia la pequeña cabaña de madera de Hagrid, que se alzaba en el mismo borde del bosque prohibido.
Le emocionaba a Harry escuchar de la clase de Hagrid, ya que era un gran amigo, pero de solo pensar que compartían la clase con Slytherin empañaba todo. La parte positiva era que los profesores iban a ver la naturaleza de Malfoy. Aunque no creía que a Snape le importara demasiado.
Hagrid los estaba esperando de pie, fuera de la cabaña, con una mano puesta en el collar de Fang, su enorme perro jabalinero de color negro. En el suelo, a sus pies, había varias cajas de madera abiertas, y Fang gimoteaba y tiraba del collar, ansioso por investigar el contenido. Al acercarse, un traqueteo llegó a sus oídos, acompañado de lo que parecían pequeños estallidos.
- ¿Estallidos? -murmuró Charlie tratando de imaginar el animal que era.
- ¡Buenas! -saludó Hagrid, sonriendo a Harry, Ron y Hermione-. Será mejor que esperemos a los de Slytherin, que no querrán perderse esto: ¡escregutos de cola explosiva!
- ¿Que qué? -habló Charlie saliendo de sus pensamientos- nunca escuché a hablar de ellos.
Bill lo miró con una ceja alzada, a él tampoco le sonaba pero eso no era extraño, pero que Charlie alias "amo cualquier cosa peluda, babosa o que pueda matarte" no lo hiciera era muuuy extraño.
- ¿Cómo? -preguntó Ron. 
Hagrid señaló las cajas.
- ¡Ay! -chilló Lavender Brown, dando un salto hacia atrás.
En opinión de Harry, la interjección «ay» daba cabal idea de lo que eran los escregutos de cola explosiva. Parecían langostas deformes de unos quince centímetros de largo, sin caparazón, horriblemente pálidas y de aspecto viscoso, con patitas que les salían de sitios muy raros y sin cabeza visible. En cada caja debía de haber cien, que se movían unos encima de otros y chocaban a ciegas contra las paredes. Despedían un intenso olor a pescado podrido. De vez en cuando saltaban chispas de la cola de un escreguto que, haciendo un suave «¡fut!», salía despedido a un palmo de distancia.
- Nunca leí acerca de nada parecido - comentó Hermione.
Charlie escuchó la descripción atentamente y confirmó lo que venía sospechando, esas criaturas no eran ninguna conocida por él. Lo que conllevaba, contando con la gran cantidad de libros de animales mágicos y muggles tanto actuales como ya extintos que había leído, que era una especie recién descubierta o recién creada.
- Recién nacidos -dijo con orgullo Hagrid-, para que podáis criarlos vosotros mismos. ¡He pensado que puede ser un pequeño proyecto!
- ¿Y por qué tenemos que criarlos? -preguntó una voz fría.
- Malfoy - gimió Harry pasandose la mano por la cara.
Acababan de llegar los de Slytherin. El que había hablado era Draco MalfoyCrabbe y Goyle le reían la gracia. Hagrid se quedó perplejo ante la pregunta.
- ¿Que gracia?- preguntó Sirius desconcertado-, solo hizo una pregunta. 
- Sí, ¿qué hacen? -insistió Malfoy-. ¿Para qué sirven?
Hagrid abrió la boca, según parecía haciendo un considerable esfuerzo para pensar. Hubo una pausa que duró unos segundos, al cabo de la cual dijo bruscamente:
- Eso lo sabrás en la próxima clase, Malfoy. Hoy sólo tienes que darles de comer. Pero tendréis que probar con diferentes cosas. Nunca he tenido escregutos, y no estoy seguro de qué les gusta. He traído huevos de hormiga, hígado de rana y trozos de culebra. Probad con un poco de cada.
- No creo que nadie haya tenido nunca escregutos- planteó por fin Charlie en voz alta.
- ¿Qué quieres decir?- le preguntó su padre.
- Quiero decir que el escreguto de cola explosiva no es una especie de la que se tengan registros, debe ser o una cruza ilegal, nueva o recién descubierta. Aunque las últimas opciones no suenan correctas, si fuese una nueva,- aclaró- tendría que pasar por varios experimentos hasta saber sus características antes de que sea un material de estudio para un colegio y si fuese recién descubierta lo mismo, pero con el adicional que por cada descubrimiento así salen miles de noticias en los diarios de investigación de criaturas mágicas.
La Sra. Weasley llamó la atención de su hijo.
- ¿Lo que quieres decir es que los chicos están ante una especie de la que no se sabe absolutamente nada y que si les hiciera daño a cualquiera de los chicos no sabrían como curarlos o tratarlos? ¿Y si tienen veneno y no pueden descubrir un antídoto?- el tono fue subiendo por cada frase y Harry se encontró tragando duro. 
El coraje Gryffindor no le llegaba para defender a Hagrid contra una enojada Sra. Weasley. 
- Voy a hablar con Hagrid de esto Molly -contestó la profesora McGonagall.
Parecía la única lo suficientemente valiente como para darle una respuesta. Hasta el profesor Dumbledore parecía incapaz de levantar la vista de su túnica. Era una vista que hubiese resultado graciosa de no ser porque tenía a todos callados, tratando de mimetizarse con sus asientos.
- Primero el pus y ahora esto -murmuró Seamus.
Nada salvo el profundo afecto que le tenían a Hagrid podría haber convencido a Harry, Ron y Hermione de coger puñados de hígado despachurrado de rana y tratar de tentar con él a los escregutos de cola explosiva. A Harry no se le iba de la cabeza la idea de que aquello era completamente absurdo, porque los escregutos ni siquiera parecían tener boca.
- ¡Ay! -gritó Dean Thomas, unos diez minutos después-. ¡Me ha hecho daño! 
Harry podía notar la mirada afilada que la Sra. Weasley mandaba a los profesores así que trato de ignorarlo mientras se servía un vaso de jugo.
Hagrid, nervioso, corrió hacia él.
- ¡Le ha estallado la cola y me ha quemado! -explicó Dean enfadado, mostrándole a Hagrid la mano enrojecida.
- ¡Ah, sí, eso puede pasar cuando explotan! -dijo Hagrid, asintiendo con la cabeza.
- No pueden decir que no les advirtió - habló Tonks- después de todo su nombre lo indica: escregutos de cola explosiva, se supone que su cola, no sé, explote..
- ¡Ay! -exclamó de nuevo Lavender Brown-Hagrid, ¿para qué hacemos esto?
- Bueno, algunos tienen aguijón -repuso con entusiasmo Hagrid (Lavender se apresuró a retirar la mano de la caja). Probablemente son los machos... Las hembras tienen en la barriga una especie de cosa succionadora... creo que es para chupar sangre.
- Ahora ya comprendo por qué estamos intentando criarlos -dijo Malfoy sarcásticamente-. ¿Quién no querría tener una mascota capaz de quemarlo, aguijonearlo y chuparle la sangre al mismo tiempo?
George se rió y todos lo vieron sorprendido.
- Bueno, no pueden negar que fue gracioso - se excusó.
Harry podría darle la razón, si no fuese porque su aversión hacia Malfoy le decía que no lo decía para ser gracioso, si no para molestar a Hagrid.
- El que no sean muy agradables no quiere decir que no sean útiles -replicó Hermione con brusquedad-. La sangre de dragón es increíblemente útil por sus propiedades mágicas, aunque nadie querría tener un dragón como mascota, ¿no?
Bill miró a Charlie sonriendo. 
Harry y Ron sonrieron mirando a Hagrid, quien también les dirigió disimuladamente una sonrisa tras su poblada barba. Nada le hubiera gustado más a Hagrid que tener como mascota un dragón, como sabían muy bien Harry, Ron y Hermione: cuando ellos estaban en primer curso, Hagrid había poseído durante un breve período un fiero ridgeback noruego al que llamaba Norberto. Sencillamente, Hagrid tenía debilidad por las criaturas monstruosas: cuanto más peligrosas, mejor.
Harry se alegró de haber contado todo lo del primer año, así los adultos ya estaban enterados de esto, lo habían digerido y nadie gritaba. 
- Bueno, al menos los escregutos son pequeños -comentó Ron una hora más tarde, mientras regresaban al castillo para comer.
- Lo son ahora -repuso Hermioneexasperada-. Cuando Hagrid haya averiguado lo que comen, me temo que pueden hacerse de dos metros.
- Bueno, no importará mucho si resulta que curan el mareo o algo, ¿no? -dijo Ron con una sonrisa pícara.
- Sabes bien que eso sólo lo dije para que Malfoy se callara -contestóHermione-. Pero la verdad es que sospecho que tiene razón. Lo mejor que se podría hacer con ellos es pisarlos antes de que nos empiecen a atacar.
Hermione, la buena Hermione, diciendo que era mejor matar a unas criaturas antes de que crezcan. Todos la miraron o con la boca abierta o con una ceja levantada.
- Es que no le veo utilidad, -exclamó defendiéndose- si tienen las propiedades que dicen ahí solo los veo como animales peligrosos.
Se sentaron a la mesa de Gryffindor y se sirvieron patatas y chuletas de cordero. Hermione empezó a comer tan rápido que Harry y Ron se quedaron mirándola.
Eh... ¿se trata de la nueva estrategia de campaña por los derechos de los elfos? -le preguntó Ron-. ¿Intentas vomitar?
- No -respondió Hermione con toda la elegancia que le fue posible teniendo la boca llena de coles de Bruselas-. Sólo quiero ir a la biblioteca.
Bueno, eso sonaba más como ella.
- ¿Qué? -exclamó Ron sin dar crédito a sus oídos-Hermione, ¡hoy es el primer día del curso! ¡Todavía no nos han puesto deberes!
Hermione se encogió de hombros y siguió engullendo la comida como si no hubiera probado bocado en varios días. Luego se puso en pie de un salto, les dijo «¡Os veré en la cena!» y salió a toda velocidad. 
- ¿Sabes? - habló Sirius con una sonrisa- yo no recuerdo ver ni a Remus yendo a la biblioteca el primer día de clase.
Hermione se encogió de hombros sin querer decir nada, después de todo era ella misma y entendía lo que estaba haciendo: buscando información sobre leyes elficas. Haría lo mismo ahora si no fuese que entendía la importancia de estos libros. 
Cuando sonó la campana para anunciar el comienzo de las clases de la tarde, Harry y Ron se encaminaron hacia la torre norte, en la que, al final de una estrecha escalera de caracol, una escala plateada ascendía hasta una trampilla circular que había en el techo, por la que se entraba en el aula donde vivía la profesora Trelawney. Al acercarse a la trampilla recibieron el impacto de un familiar perfume dulzón que emanaba de la hoguera de la chimenea. Como siempre, todas las cortinas estaban corridas. El aula, de forma circular, se hallaba bañada en una luz tenue y rojiza que provenía de numerosas lámparas tapadas con bufandas y pañoletas. Harry y Ron caminaron entre los sillones tapizados con tela de colores, ya ocupados, y los cojines que abarrotaban la habitación, y se sentaron a la misma mesa camilla.
Todos se concentraron hundiéndose en la descripción. Era increíble la cantidad de detalles que podía registrar Harry. 
- Buenos días -dijo la tenue voz de la profesora Trelawney justo a la espalda de Harry, que dio un respingo.
Era una mujer sumamente delgada, con unas gafas enormes que hacían parecer sus ojos excesivamente grandes para la cara, y miraba a Harry con la misma trágica expresión que adoptaba cada vez que lo veía. La acostumbrada abundancia de abalorios, cadenas y pulseras brillaba sobre su persona a la luz de la hoguera.
- Recuerdo que cuando íbamos al colegio era igual -se río Tonks-, solíamos decir que parecía una langosta por sus ojos.
Era obvio que aprovechaba el ser mayor para hacer comentarios así, Ron en cambio tenía que guardarse sus pensamientos en frente de los profesores.
- Estás preocupado, querido mío -le dijo a Harry en tono lúgubre-. Mi ojo interior puede ver por detrás de tu valeroso rostro la atribulada alma que habita dentro. Y lamento decirte que tus preocupaciones no carecen de motivo. Veo ante ti tiempos difíciles... muy difíciles... Presiento que eso que temes realmente ocurrirá... y quizá antes de lo que crees...
Remus miró a Harry divertido sabiendo como odiaba la atención (todo lo contrario a su padre).
Snape en cambio, estaba creído que Potter disfrutaba que en su primera clase ya le estén por detrás.
La voz se convirtió en un susurro. Ron miró a Harry, y éste le devolvió la mirada muy fríamente. La profesora Trelawney los dejó y fue a sentarse en un sillón grande de orejas ante el fuego, de cara a la clase. Lavender Brown y Parvati Patil, que admiraban intensamente a la profesora Trelawney, estaban sentadas sobre cojines muy cerca de ella.
Sirius escuchaba atentamente tratando de recordar los nombres de los compañeros de su ahijado, era interesante cuando algún apellido era el mismo que el de ex compañeros. Lo dejaba preguntándose si acaso eran sus hijos o no.
- Queridos míos, ha llegado la hora de mirar las estrellas -dijo-: los movimientos de los planetas y los misteriosos prodigios que revelan tan sólo a aquellos capaces de comprender los pasos de su danza celestial. El destino humano puede descifrarse en los rayos planetarios, que se entrecruzan...
La profesora McGonagall suspiró, nunca hablaría mal de una compañera, pero no creía para nada en adivinación.
Pero los pensamientos de Harry se habían lanzado a vagar. Aquel fuego perfumado siempre conseguía adormecerlo y atontarlo, y las divagaciones de la profesora Trelawney nunca lograban lo que se dice encandilarlo... aunque en aquel momento no podía dejar de pensar en lo que ella le acababa de decir: «Presiento que eso que temes realmente ocurrirá...»
- No puedes estar pensando realmente en eso -le susurró Hermione a su lado.
Pero Hermione tenía razón, pensó Harry de mal talante: la profesora Trelawney no era más que un fraude. En aquel momento no había nada que él temiera, en absoluto... bueno, salvo que se tuvieran en cuenta los temores de que hubieran atrapado a Sirius. Pero ¿qué sabía la profesora Trelawney
Sirius no pudo evitar sonreír ante esto escuchando como Harry se preocupaba por él, era reconfortante. Estaba escuchando mucho de eso en este capítulo.
Hacía mucho que había llegado a la conclusión de que su don adivinatorio no era nada más que aprovechar las casualidades y echarle mucho misterio a la cosa. Excepto, claro está, aquella vez al final del último curso, cuando predijo que Voldemort se alzaría de nuevo. El mismo Dumbledore dijo que aquel trance le parecía auténtico, después de que Harry se lo describió...
La Sra. Weasley se estremeció recordando la profecía, era preocupante lo de "se alzará mas grande y mas terrible que nunca", ella había vivido la primera vez que Voldemort estuvo: los asesinatos, el miedo.. No podía pensar en nada peor que eso, no quería pensarlo.
- ¡Harry! -susurró Ron.
- ¿Qué?
Harry miró a su alrededor. Toda la clase se estaba fijando en él. Se sentó más tieso. Había estado a punto de dormirse, entre el calor y sus pensamientos.
- Estaba diciendo, querido mío, que tú naciste claramente bajo la torva influencia de Saturno -dijo la profesora Trelawney con una leve nota de resentimiento en la voz ante el hecho de que Harry no hubiera estado pendiente de sus palabras.
Harry rodó los ojos, no podía pasar ni una clase sin que se dirigiera a él. Era tan molesto. 
- Suficiente tenemos que soportar las clases propias y ahora tenemos que escuchar sobre las clases de Harry -exclamó Fred con resignación.
- Perdón, ¿nací bajo qué? -preguntó Harry.
- Saturno, querido mío, ¡el planeta Saturno! -repitió la profesoraTrelawney, decididamente irritada porque Harry no parecía impresionado por esta noticia-. Estaba diciendo que Saturno se hallaba seguramente en posición dominante en el momento de tu nacimiento: tu pelo oscuro, tu estatura exigua, las trágicas pérdidas que sufriste tan temprano en la vida... Creo que no me equivoco al pensar, querido mío, que naciste justo a mitad del invierno, ¿no es así?
- No -contestó Harry-. Nací en julio.
Al escucharla Sirius quién todavía estaba preocupado al creer que era una vidente, se aflojó y comenzó a reír. Ya entendía porque los chicos se sorprendieron cuando dijo una verdadera profecía, era un fraude. 
A la risa de Sirius se le unieron otras, en su mayoría los jovenes. Hermione reía mientras sacudía la cabeza de un lado al otro pensando en lo bien que hizo al dejar esa clase. Quedarse hubiese sido una total perdida de tiempo.
Ron se apresuró a convertir su risa en una áspera tos.
Media hora después la profesora Trelawney le dio a cada alumno un complicado mapa circular, con el que intentaron averiguar la posición de cada uno de los planetas en el momento de su nacimiento. Era un trabajo pesado, que requería mucha consulta de tablas horarias y cálculo de ángulos.
- A mí me salen dos Neptunos -dijo Harry después de un rato, observando con el entrecejo fruncido su trozo de pergamino-. No puede estar bien, ¿verdad?
- ¿De verdad? -preguntó Bill entre risas-, creo que es imposible que haya dos planetas iguales aunque sea el nacimiento de Merlin. 
Harry se sonrojó, no era muy bueno que digamos en esa materia, no es que se esforzaba mucho tampoco.
Aaaaaah -dijo Ron, imitando el tenue tono de la profesora Trelawney-,cuando aparecen en el cielo dos Neptunos es un indicio infalible de que va a nacer un enano con gafas, Harry...
Harry codeó a su amgio en el estómago mientras este se reía. Su color rojo crecía segundo a segundo. 
- No sabía que mi hermanito podía ser tan gracioso también - dijo George guiñandole un ojo.
Hermione gimió.
- Por favor no lo alienten. 
Seamus y Dean, que trabajaban cerca de ellos, se rieron con fuerza,aunque no lo bastante para amortiguar los emocionados chillidos de Lavender Brown.
- ¡Profesora, mire! ¡He encontrado un planeta desconocido!, ¿qué es, profesora?
- Es Urano, querida mía -le dijo la profesora Trelawney mirando el mapa.
Para ese entonces la mayoría llevaba ya un rato riendose por lo bajo, ¿Quién diría que la primera diversión después de leer tanto vendría con una clase de adivinación? 
- ¿Puedo echarle yo también un vistazo a tu Urano, Lavender? -preguntó Ron con sorna.
Sirius miró para otro lado reprimiendose a si mismo de hacer un chiste al respecto. La connotación que podía encontrarle a esa frase... 
Desgraciadamente, la profesora Trelawney lo oyó, y seguramente fue ése el motivo de que les pusiera tanto trabajo al final de la clase.
- Un análisis detallado de la manera en que os afectarán los movimientos planetarios durante el próximo mes, con referencias a vuestro mapa personal-dijo en un tono duro que recordaba más al de la profesora McGonagall que al suyo propio-. ¡Quiero que me lo entreguéis el próximo lunes, y no admito excusas!
- ¡Rata vieja! -se quejó Ron
- ¡Ron Weasley!
- ¡No dije todavía nada mamá!
con amargura mientras descendían la escalera con todos los demás de regreso al Gran Comedor, para la cena-.Eso nos llevará todo el fin de semana, ya veras.
- ¿Muchos deberes? -les preguntó muy alegre Hermione, al alcanzarlos-. ¡La profesora Vector no nos ha puesto nada!
- Bien, ¡bravo por la profesora Vector! -dijo Ron, de mal humor.
- Estás siendo desagradable -le dijo Hermione mientras clavaba su mirada en él.
- ¡No soy él! - volvió a defenderse.
Llegaron al vestíbulo, abarrotado ya de gente que hacía cola para entrar a cenar. Acababan de ponerse en la cola cuando oyeron una voz estridente a sus espaldas:
- ¡Weasley! ¡Eh, Weasley!
Harry, Ron y Hermione se volvieron. MalfoyCrabbe y Goyle estaban ante ellos, muy contentos por algún motivo.
Harry bajó su cabeza hasta que su frente casi tocaba sus rodillas ¿Cuantas veces iba a aparecer en un mismo capítulo?
- ¿Qué? -contestó Ron lacónicamente.
- ¡Tu padre ha salido en el periódico, Weasley! -anunció Malfoy, blandiendo un ejemplar de El Profeta
El Sr. Weasley leyó con voz estrangulada. Si era una noticia que hacía al hijo de Malfy feliz, seguro que era malo para él.
y hablando muy alto, para que todos cuantos abarrotaban el vestíbulo pudieran oírlo-. ¡Escucha esto!
MÁS ERRORES EN EL MINISTERIO DE MAGIA
Parece que los problemas del Ministerio de Magia no se acaban, escribe Rita Skeeter, nuestra enviada especial.
- De nuevo esa.. - gimió Sirius, cortandose al final para no decir "De nuevo esa perra". Molly ya lo había regañado por usar esa palabra la última vez.
Muy cuestionados últimamente por la falta de seguridad evidenciada en los Mundiales de quidditch, y aún incapaces de explicar la desaparición de una de sus brujas, los funcionarios del Ministerio se vieron inmersos ayer en otra situación embarazosa a causa de la actuación de Arnold Weasley, del Departamento Contra el Uso Incorrecto de los Objetos Muggles.
Malfoy levantó la vista.
- Ni siquiera aciertan con su nombre, Weasley, pero no es de extrañar tratándose de un don nadie, ¿verdad? -dijo exultante.
Los hermanos Weasley se estaban enojando, los Malfoy tenían un no se qué, que daba ganas de golpearlos. Tal vez era la arrogancia con la que hablaban, o tal vez simplemente era que tomaban cada oportunidad que tenían para burlarse de ellos por ser unos traidores a la sangre y todo eso.
Todo el mundo escuchaba en el vestíbulo. Con un floreo de la mano, Malfoy volvió a alzar el periódico y leyó:
Arnold Weasley, que hace dos años fue castigado por la posesión de un coche volador, 
Harry gimió al recordar todo el problema que les había causado.
se vio ayer envuelto en una pelea con varios guardadores de la ley muggles (llamados «policías») a propósito de ciertos contenedores de basura muy agresivos. Parece que el señor Weasley acudió raudo en ayuda de Ojoloco Moody, el anciano exauror que abandonó el Ministerio cuando dejó de distinguir entre un apretón de manos y un intento de asesinato. No es extraño que, habiéndose personado en la muy protegida casa del señor Moody, el señor Weasley hallara que su dueño, una vez más, había hecho saltar una falsa alarma. El señor Weasley no tuvo otro remedio que modificar varias memorias antes de escapar de la policía, pero rehusó explicar a El Profeta por qué había comprometido al Ministerio en un incidente tan poco digno y con tantas posibilidades de resultar muy embarazoso.
No es tan malo, pensó Bill. Aunque seguramente fuese algo malo para el trabajo de su padre, todos sabían que estos libros les iban a traer mas que unos problemas así que en un par de días serían olvidados.
- ¡Y viene una foto, Weasley! -añadió Malfoy, dándole la vuelta al periódico y levantándolo-. Una foto de tus padres a la puerta de su casa... ¡bueno, si esto se puede llamar casa! Tu madre tendría que perder un poco de peso, ¿no crees?
El Sr. Weasley había tratado de no decir las palabras hirientes, pero era imposible cuando el libro se actualizaba por parrafo mientras se leía en voz alta. No podía solo saltearselo.
Ron temblaba de furia. Todo el mundo lo miraba.
Métetelo por donde te quepa, Malfoy -dijo Harry-. Vamos, Ron...
- ¡Ah, Potter! Tú has pasado el verano con ellos, ¿verdad? -dijo Malfoycon aire despectivo-Dime, ¿su madre tiene al natural ese aspecto de cerdito, o es sólo la foto?
- Chicos -dijo la Sra. Weasley al ver a todos sus hijos enojados-, Draco Malfoy es solo un chico que repite lo que escucha de sus padres, no tiene capacidad de decisión propia y eso es algo muy triste. Yo no estoy enojada por lo que dice, así que no veo el porqué ustedes debrían estarlo, ¿de acuerdo?
Los Weasley asintieron a regañadientes.
- Y no quiero que ninguno tome represalias por algo que ni siquiera dijo en este tiempo, ¿de acuerdo? -volvió a preguntar pero esta vez mirando a Ron y a los gemelos. 
- ¿Y te has fijado en tu madre, Malfoy? -preguntó Harry. Tanto él como Hermione sujetaban a Ron por la túnica para impedir que se lanzara contra Malfoy-. Esa expresión que tiene, como si estuviera oliendo mierda, ¿la tiene siempre, o sólo cuando estás tú cerca?
- Uhhhhh - se escuchó de los gemelos que aún enfadados esperaban que alguién ponga a Malfoy en su lugar.
El pálido rostro de Malfoy se puso sonrosado.
- No te atrevas a insultar a mi madre, Potter.
- Pues mantén cerrada tu grasienta bocaza -le contestó Harry, dándose la vuelta.
¡BUM! Hubo gritos. Harry notó que algo candente le arañaba un lado de la cara, y metió la mano en la túnica para coger la varita. 
- No puedo creer que él solo le lanzó un hechizo por la espalda -dijo Tonks, siendo casi silenciada por la retahíla de malas palabras que salió de Sirius.
Molly estaba tan sorprendida por las palabras coloridas que era capaz de decir como si fuese un monólogo que no llegó a regañarlo antes que su marido, preocupado por Harry, continuase.
Pero, antes de que hubiera llegado a tocarla, oyó un segundo ¡BUM! y un grito que retumbó en todo el vestíbulo.
- ¡AH, NO, TÚ NO, MUCHACHO!
Harry se volvió completamente. El profesor Moody bajaba cojeando por la escalinata de mármol. Había sacado la varita y apuntaba con ella a un hurón blanco que tiritaba sobre el suelo de losas de piedra, en el mismo lugar en que había estado Malfoy.
  - ¡No lo hizo! - exclamó la profesora McGonagall con incredulidad.  
Una cosa es ver que lo que Malfoy hizo estaba mal y actuar en consecuencia ejerciendo un castigo, otro muy diferente es que el castigo sea convertir al alumno en un animal, eso era ir demasiado lejos. 
Un aterrorizado silencio se apoderó del vestíbulo. Salvo Moodynadie movía un músculo. Moody se volvió para mirar a Harry. O, al menos, lo miraba con su ojo normal. El otro estaba en blanco, como dirigido hacia el interior de su cabeza.
- ¿Te ha dado? -gruñó Moody. Tenía una voz baja y grave.
- No -respondió Harry-, sólo me ha rozado.
Harry estaba fuera de palabras, al contrario de Ron y sus hermanos que ya habían comenzado a reirse, es que no le parecía un actuar muy de profesor ese. Daba un poco de miedo. 
- ¡DÉJALO! -gritó Moody.
- ¿Que deje... qué? -preguntó Harry, desconcertado.
- No te lo digo a ti... ¡se lo digo a él! -gruñó Moody, señalando con el pulgar, por encima del hombro, a Crabbe, que se había quedado paralizado apunto de coger el hurón blanco.
Según parecía, el ojo giratorio de Moody era mágico, y podía ver lo que ocurría detrás de él.
- Puede hacer eso -argumentó Tonks mirando a Harry, que se encontraba también impresionada por lo que su maestro hacía pero no sorprendida. Él solía hacer castigos así, más nunca pensó que se lo haría a un mago menor de edad.
Moody se acercó cojeando a CrabbeGoyle y el hurón, que dio un chillido de terror y salió corriendo hacia las mazmorras.
- ¡Me parece que no vas a ir a ningún lado! -le gritó Moody, volviendo a apuntar al hurón con la varita.
El hurón se elevó tres metros en el aire, cayó al suelo dando un golpe y rebotó.
- No me gusta la gente que ataca por la espalda -gruñó Moody, mientras el hurón botaba cada vez más alto, chillando de dolor-. Es algo innoble, cobarde, inmundo...
- Eso ya no está bien -dijo Bill con seriedad-, no es que quiera defenderlo, porque lo que hizo estuvo mal y merecía un castigo, pero lo está lastimando y humillando al frente de todo el colegio. 
Dumbledore asintió seriamente.
- Tendré que hablar con el Profesor Moody acerca de sus castigos antes que las clases comiencen.
El hurón se agitaba en el aire, sacudiendo desesperado las patas y la cola.
- No... vuelvas... a hacer... eso... -dijo Moody, acompasando cada palabra a los botes del hurón.
- ¡Profesor Moody! -exclamó una voz horrorizada.
La profesora McGonagall bajaba por la escalinata de mármol, cargada de libros.
La actual suspiró, por lo menos había llegado a impedir que siguiese. El asunto se le había ido totalmente de las manos, aunque el profesor Dumbledore afirmara que se haría cargo, ella seguía pensando que Moody no estaba echo para estar con jovenes menores de edad. Sus modos funcionaban para futuros aurores, pero no para chicos que estaban aún en Hogwarts.
- Hola, profesora McGonagall -respondió Moody con toda tranquilidad, haciendo botar aún más alto al hurón.
Ron para ese entonces se sujetaba las costillas.
- ¿Qué... qué está usted haciendo? -preguntó la profesora McGonagall, siguiendo con los ojos la trayectoria aérea del hurón.
- Enseñar -explicó Moody.
Ens... Moody, ¿eso es un alumno? -gritó la profesora McGonagall al tiempo que dejaba caer todos los libros.
- ¡Estás acabando con la diversión! - se quejó George, quién era secundado por su hermano que no podía hablar de la risa.
Recibieron solo una mirada fulminante de la profesora.
- Sí -contestó Moody.
- ¡No! -vociferó la profesora McGonagall, bajando a toda prisa la escalera y sacando la varita.
Al momento siguiente reapareció Malfoy con un ruido seco, hecho un ovillo en el suelo con el pelo lacio y rubio caído sobre la cara, que en ese momento tenía un color rosa muy vivo. Haciendo un gesto de dolor, se puso en pie.
Harry todavía no sabía si reir o no, como enemigo de Malfoy quería reirse a costa de sus desgracias, pero tampoco parecía algo muy justo por hacer. 
- ¡Moody, nosotros jamás usamos la transformación como castigo! -dijo con voz débil la profesora McGonagall-. Supongo que el profesor Dumbledore se lo ha explicado.
- Puede que lo haya mencionado, sí -respondió Moody, rascándose la barbilla muy tranquilo-, pero pensé que un buen susto...
- Parece que ya le hablaste de eso Albus -comentó la Srta. Weasley.
- Trataré de ser mas firme al respecto esta vez.
El profesor Dumbledore suspiró, los beneficios de tener un gran auror en el colegio se estaban perdiendo con la actuación que había tenido hasta entonces.
- ¡Lo que hacemos es dejarlos sin salir, Moody! ¡O hablamos con el jefe de la casa a la que pertenece el infractor...!
- Entonces haré eso -contestó Moody, mirando a Malfoy con desagrado.
Malfoy, que aún tenía los ojos llenos de lágrimas a causa del dolor y la humillación, miró a Moody con odio y murmuró una frase de la que se pudieron entender claramente las palabras «mi padre».
Harry suspiró, era verdad lo que decía la Sra Weasley. Podía parecer triste el hecho que siempre que sucedía algo ya empezaba con "mi padre dijo esto, mi padre hizo lo otro, mi padre se enterará, mi padre..." 
- ¿Ah, sí? -dijo Moody en voz baja, acercándose con su cojera unos pocos pasos. Los golpes de su pata de palo contra el suelo retumbaron en todo el vestíbulo-. Bien, conozco a tu padre desde hace mucho, chaval. Dile que Moody vigilará a su hijo muy de cerca... Dile eso de mi parte... Bueno, supongo que el jefe de tu casa es Snape, ¿no?
- Sí -respondió Malfoy, con resentimiento.
- Otro viejo amigo -gruñó Moody-. Hace mucho que tengo ganas de charlar con el viejo Snape... Vamos, adelante... -Y agarró a Malfoy del brazo para conducirlo de camino a las mazmorras.
- Viejo amigo, ya te creo que si -susurró Sirius con resentimiento.
Snape no lo escuchó, pero aún así no se encontraba muy feliz por los comentarios de Moody al frente de todo el alumnado.
La profesora McGonagall los siguió unos momentos con la vista; luego apuntó con la varita a los libros que se le habían caído, y, al moverla, éstos se levantaron de nuevo en el aire y regresaron a sus brazos.
- No me habléis -les dijo Ron a Harry y Hermione en voz baja cuando unos minutos más tarde se sentaban a la mesa de Gryffindor, rodeados de gente que comentaba muy animadamente lo que había sucedido.
- ¿Por qué no? -preguntó Hermione sorprendida.
- Porque quiero fijar esto en mi memoria para siempre -contestó Ron,con los ojos cerrados y una expresión de inmenso bienestar en la cara-Draco Malfoy, el increíble hurón botador...
- Lastima que no va a suceder Señor Weasley -habló la profesora McGonagall.
- Ya dije que no soy yo- dijo mas decaido que las veces anteriores, en ésta le hubiese gustado serlo con tal de mirar como humillaban publicamente a Malfoy.
Harry y Hermione se rieron, y Hermione sirvió estofado de buey en losplatos.
- Sin embargo, Malfoy podría haber quedado herido de verdad -dijo ella-. La profesora McGonagall hizo bien en detenerlo.
McGonagall asintió orgullosa hacia ella.
- ¡Hermione! -dijo Ron como una furia, volviendo a abrir los ojos-. ¡No me estropees el mejor momento de mi vida!
Hermione hizo un ruido de reprobación y volvió a comer lo más aprisa que podía.
- ¡No me digas que vas a volver ahora, por la noche, a la biblioteca! -dijo Harry, observándola.
- No tengo más remedio -repuso Hermione-. Tengo mucho que hacer.
Harry la miró con desconcierto.
- ¿Que es lo que estás haciendo? - le preguntó, su actitud le recordaba al año pasado cuando les escondió lo del giratiempo.
Hermione lo miró antes de pestañar un par de veces.
- No tengo idea de lo que me hablas Harry, no soy ella -dijo haciéndose eco de lo que Ron venía contestando.
Claro que ella sabía, se conocía lo bastante bien a si misma.
- Pero has dicho que la profesora Vector...
- No son deberes -lo cortó ella. 
Cinco minutos después, Hermione ya había dejado limpio el plato y había salido. Su sitio fue inmediatamente ocupado por Fred Weasley.
Fred aplaudió por su entrada, sabía que sus apariciones disminuirían ahora que no estaban en la madriguera, así que aprovechaba para "escucharse" cuando aparecía.
- ¿Qué me decís de Moody? -exclamó-. ¿No es guay?
- Más que guay -dijo George, sentándose enfrente de Fred.
Harry vió divertido cuando George imitó a su gemelo.
Superguay -afirmó Lee Jordan, el mejor amigo de los gemelos, ocupando el asiento que había al lado del de George-. Esta tarde hemos tenido clase con él -les dijo a Harry y Ron.
- ¿Qué tal fue? -preguntó Harry con interés.
FredGeorge y Lee intercambiaron miradas muy expresivas.
- Nunca hemos tenido una clase como ésa -aseguró Fred.
- Ése sabe, tío -añadió Lee.
Dumbledore se permitió un leve sonrisa, por lo menos no todo era malo. Él lo había elegido por lo que podía enseñarles.
- ¿Qué es lo que sabe? -preguntó Ron, inclinándose hacia delante.
- Sabe de verdad cómo hacerlo -dijo George con mucho énfasis.
- ¿Hacer qué? -preguntó Harry.
- Luchar contra las Artes Oscuras -repuso Fred.
Por lo menos tendremos otro buen profesor este año, pensó Harry. Fué decepcionante saber que no tendrían a Remus este año, el saber que por lo menos sería un profesor decente (aunque extraño) lo hacía esperarlo con mas ansias. Después de todo, Defensa era su clase favorita.
- Lo ha visto todo -explicó George.
- Sorprendente -dijo Lee. Ron se abalanzó sobre su mochila en busca del horario.
- ¡No tenemos clase con él hasta el jueves! -concluyó desilusionado.
- Y ahí termina el capítulo -concluyó el Sr. Weasley pasandole el libro a su esposa sin voltear la hoja. 
Mientras aprovechaban la interrupción para ir al baño o simplemente servirse algo de tomar, Molly revisó el libro con inquietud. Era algo extraño ver como un libro vacío iba llenando poco a poco sus hojas con la historia. Ya llevaban varios capítulos, y parecía que faltaban muchos más. Cuando el último llegó a sentarse, volvió hasta la página donde su marido había terminado y volteó la hoja para leer el nombre del capítulo. Era como si todo el aire hubiese sido succionado de ella.
- Capítulo 14: Maleficios Imperdonables -leyó con voz estrangulada.