domingo, 10 de mayo de 2020

Maldiciones Imperdonables

Mientras aprovechaban la interrupción para ir al baño o simplemente servirse algo de tomar, Molly revisó el libro con inquietud. Era algo extraño ver como un libro vacío iba llenando poco a poco sus hojas con la historia. Ya llevaban varios capítulos, y parecía que faltaban muchos más. Cuando el último llegó a sentarse, volvió hasta la página donde su marido había terminado y volteó la hoja para leer el nombre del capítulo. Era como si todo el aire hubiese sido succionado de ella.
- Capítulo 14: Maleficios Imperdonables -leyó con voz estrangulada.
Un silencio se instaló en la sala. Era obvio que ahora aguardaban el siguiente capítulo con ansias.
Los dos días siguientes pasaron sin grandes incidentes, a menos que se cuente como tal el que Neville dejara que se fundiera su sexto caldero en clase de Pociones. El profesor Snape, que durante el verano parecía haber acumulado rencor en cantidades nunca antes conocidas, castigó a Neville a quedarse después de clase. Al final del castigo, Neville sufría un colapso nervioso, porque el profesor Snape lo había obligado a destripar un barril de sapos cornudos.
La profesora McGonagall miró a su compañero con el entrecejo fruncido. Igual nadie atinaba a decir nada, simplemente estaban esperando para ver porque el capítulo tenía ese nombre.
—Tú sabes por qué Snape está de tan mal humor, ¿verdad? —dijo Ron a Harry, mientras observaban cómo Hermione enseñaba a Neville a llevar a cabo el encantamiento antigrasa para quitarse de las uñas los restos de tripa de sapo.
—Sí —respondió Harry—. Por Moody.
Era comúnmente sabido que Snape ansiaba el puesto de profesor de Artes Oscuras, y era el cuarto año consecutivo que se le escapaba de las manos.
Snape rodó los ojos mientras cruzaba los brazos, no desmentía que seguramente su mal carácter era ocasionado por Moody, pero no por el puesto en sí, si no por la historia que compartían.
Snape había odiado a los anteriores titulares de la asignatura y nunca se había esforzado en disimularlo. No obstante, parecía especialmente cauteloso a la hora de mostrar cualquier indicio patente de animosidad contra Ojoloco Moody. Desde luego, cada vez que Harry los veía juntos (a la hora de las comidas, o cuando coincidían en los corredores), se llevaba la clara impresión de que Snape rehuía los ojos de Moody, tanto el mágico como el normal.
Los mayores en la sala, que conocían el pasado tanto de Moody como de Snape entendían que era lo que sucedía. Un ex mortífago que se salvó de ir a Azkaban y un auror estaban destinados a chocar.
—Me parece que Snape le tiene algo de miedo, ¿no crees? —dijo Harry, pensativo.
Harry bajó la vista, estos libros iban a ocasionar que se pase todo el año escolar en detención en Pociones.
—¿Te imaginas que Moody convierte a Snape en un sapo cornudo —dijo, con lágrimas de risa en los ojos— y lo hace botar por toda la mazmorra...?
- No te preocupes Weasley, me asegurare que tengas esa experiencia en carne propia.
Ron se estremeció al escuchar su voz arrastrada.
- Claro que no – McGonagall rebatió-, acá nadie transformará a ningún alumno en un animal. Lo mismo que se aplica para el señor Malfoy – terminó mirando a Snape fijamente.
Los de cuarto curso de Gryffindor tenían tantas ganas de asistir a la primera clase de Moody que el jueves, después de comer, llegaron muy temprano e hicieron cola a la puerta del aula cuando la campana aún no había sonado.
- ¿Hacer cola para entrar a clase? – mencionó Charlie asombrado, nunca en sus siete años en Hogwarts había pasado algo así, aunque digamos que nunca tuvo a un profesor así de genial.
La única que faltaba era Hermione, que apareció puntual.
—Vengo de la...
—... biblioteca —adivinó Ron—. Date prisa o nos quedaremos con los peores asientos.
Hermione sonrió, era una muestra de lo mucho que habían avanzado en su amistad que no entraron sin ella.
Y se apresuraron a ocupar tres sillas delante de la mesa del profesor. Sacaron sus ejemplares de Las fuerzas oscuras: una guía para la autoprotección, y aguardaron en un silencio poco habitual. No tardaron en oír el peculiar sonido sordo y seco de los pasos de Moody provenientes del corredor antes de que entrara en el aula, tan extraño y aterrorizador como siempre. Entrevieron la garra en que terminaba su pata de palo, que sobresalía por debajo de la túnica.
—Ya podéis guardar los libros —gruñó, caminando ruidosamente hacia la mesa y sentándose tras ella—. No los necesitaréis para nada.
Hary se entusiasmó, por fin una clase en la que no los iban a hacer leer y hacer informes (que al fin al cabo se olvidaban de que trataban apenas los entregaba) sin aprender nada y pasaban a algo mas didáctico. Esperaba que sea una clase práctica, hasta que se acordó del título, ya no estaba tan entusiasmado.
Volvieron a meter los libros en las mochilas. Ron estaba emocionado.
Moody sacó una lista, sacudió la cabeza para apartarse la larga mata de pelo gris del rostro, desfigurado y lleno de cicatrices, y comenzó a pronunciar los nombres, recorriendo la lista con su ojo normal mientras el ojo mágico giraba para fijarse en cada estudiante conforme respondía a su nombre.
—Bien —dijo cuando el último de la lista hubo contestado «presente»—. He recibido carta del profesor Lupin a propósito de esta clase. Parece que ya sois bastante diestros en enfrentamientos con criaturas tenebrosas. Habéis estudiado los boggarts, los gorros rojos, los hinkypunks, los grindylows, los kappas y los hombres lobo, ¿no es eso?
Remus sonrió, ya había estado haciendo la lista de lo que aprendieron cada curso el año pasado para entregárselo al próximo profesor.
Hubo un murmullo general de asentimiento.
—Pero estáis atrasados, muy atrasados, en lo que se refiere a enfrentaros a maldiciones —prosiguió Moody—. Así que he venido para prepararos contra lo que unos magos pueden hacerles a otros. Dispongo de un curso para enseñaros a tratar con las mal...
Sirius asintió estando de acuerdo, si Voldemort estaba vivo y recuperando fuerzas era esencial que los niños aprendieran a protegerse, en un año normal estaría bien seguir aprendiendo sobre criaturas y demás, ya que solo estaban en cuarto, pero con lo que se veía en el horizonte las reglas de juego cambiaban.
—¿Por qué, no se va a quedar más? —dejó escapar Ron.
El ojo mágico de Moody giró para mirarlo. Ron se asustó, pero al cabo de un rato Moody sonrió. Era la primera vez que Harry lo veía sonreír. El resultado de aquel gesto fue que su rostro pareció aún más desfigurado y lleno de cicatrices que nunca, pero era un alivio saber que en ocasiones podía adoptar una expresión tan amistosa como la sonrisa. Ron se tranquilizó.
Dumbledore sonrió después de todo, aunque Alastor tenga un trato rudo y sea bastante especial en cuanto a carácter, era una gran persona y un gran amigo.
—Supongo que tú eres hijo de Arthur Weasley, ¿no? —dijo Moody—. Hace unos días tu padre me sacó de un buen aprieto... Sí, sólo me quedaré este curso. Es un favor que le hago a Dumbledore: un curso y me vuelvo a mi retiro.
El señor Weasley se quedó mas tranquilo, por lo menos había podido ayudarlo, aunque si seguía así no sabía cuanto mas iba a poder hacer por él.
Soltó una risa estridente, y luego dio una palmada con sus nudosas manos.
—Así que... vamos a ello. Maldiciones. Varían mucho en forma y en gravedad. Según el Ministerio de Magia, yo debería enseñaros las contramaldiciones y dejarlo en eso. No tendríais que aprender cómo son las maldiciones prohibidas hasta que estéis en sexto. Se supone que hasta entonces no seréis lo bastante mayores para tratar el tema. Pero el profesor Dumbledore tiene mejor opinión de vosotros y piensa que podréis resistirlo, y yo creo que, cuanto antes sepáis a qué os enfrentáis, mejor.
Molly hizo una pausa para dirigir su mirada a Dumbledore, en cualquier otro momento hubiese discutido, pero con lo del primer capítulo ya no sabía que era lo mejor.
Los menores mientras tanto prestaban especial atención a lo que se decía, hasta Ron que no era especialmente devoto a las clases quería saber sobre estos maleficios.
¿Cómo podéis defenderos de algo que no habéis visto nunca? Un mago que esté a punto de echaros una maldición prohibida no va a avisaros antes. No es probable que se comporte de forma caballerosa. Tenéis que estar preparados. Tenéis que estar alerta y vigilantes. Y usted, señorita Brown, tiene que guardar eso cuando yo estoy hablando.
Lavender se sobresaltó y se puso colorada. Le había estado mostrando a Parvati por debajo del pupitre su horóscopo completo.
Hermione rodó los ojos, no entendía esa locura que tenían Lavender y Parvati con la adivinación, compartir habitación con ellas era molesto, nunca la dejaban estudiar tranquila. Por eso, entre otras cosas, es que prefería estudiar en la biblioteca y pasar el menor tiempo posible allí.
Daba la impresión de que el ojo mágico de Moody podía ver tanto a través de la madera maciza como por la nuca.
—Así que... ¿alguno de vosotros sabe cuáles son las maldiciones más castigadas por la ley mágica?
Varias manos se levantaron, incluyendo la de Ron y la de Hermione. Moody señaló a Ron, aunque su ojo mágico seguía fijo en Lavender.
—Eh... —dijo Ron, titubeando— mi padre me ha hablado de una. Se llama maldición imperius, o algo parecido.
—Así es —aprobó Moody—. Tu padre la conoce bien. En otro tiempo la maldición imperius le dio al Ministerio muchos problemas.
- Y cuantos... - pronunció el padre de Ron mientras se pasaba la mano por la cabeza.
- ¿Por qué Sr. Weasley? – preguntó Harry.
- Estoy seguro – interrumpió Dumbledore con una sonrisa – que en el libro se explicará como funciona y para que fue utilizado, si no lo hace, podemos conversarlo cuando el capítulo termine.
Moody se levantó con cierta dificultad sobre sus disparejos pies, abrió el cajón de la mesa y sacó de él un tarro de cristal. Dentro correteaban tres arañas grandes y negras. Harry notó que Ron, a su lado, se echaba un poco hacia atrás: Ron tenía fobia a las arañas.
Ron se estremeció de solo imaginarlo.
Moody metió la mano en el tarro, cogió una de las arañas y se la puso sobre la palma para que todos la pudieran ver. Luego apuntó hacia ella la varita mágica y murmuró entre dientes:
—¡Imperio!
- Pero profesor- habló Hermione – se supone que las maldiciones no pueden ser utilizadas desde la ley de prohibición en 1717.
McGonagall asintió con orgullo a su alumna.
- Y así es, - contestó ella adelantándose al director – está estrictamente prohibido el uso de estas maldiciones en cualquier humano (mago o muggle) o criatura mágica. Aunque durante la segunda guerra mágica el Ministerio permitió su utilización a los aurores. Igualmente, en las escuelas está permitido el entrenamiento de resistencia contra el Imperio, siempre y cuando las autoridades estés en sobre aviso.
La araña se descolgó de la mano de Moody por un fino y sedoso hilo, y empezó a balancearse de atrás adelante como si estuviera en un trapecio; luego estiró las patas hasta ponerlas rectas y rígidas, y, de un salto, se soltó del hilo y cayó sobre la mesa, donde empezó a girar en círculos. Moody volvió a apuntarle con la varita, y la araña se levantó sobre dos de las patas traseras y se puso a bailar lo que sin lugar a duda era claqué.
Todos se reían. Todos menos Moody.
Verlo y leerlo eran dos cosas diferentes, en la sala nadie reía.
—Os parece divertido, ¿verdad? —gruñó—. ¿Os gustaría que os lo hicieran a vosotros?
La risa dio fin casi al instante.
—Esto supone el control total —dijo Moody en voz baja, mientras la araña se hacía una bola y empezaba a rodar—. Yo podría hacerla saltar por la ventana, ahogarse, colarse por la garganta de cualquiera de vosotros...
Ginny al igual que Ron se asqueó se solo pensarlo.
Ron se estremeció.
—Hace años, muchos magos y brujas fueron controlados por medio de la maldición imperius —explicó Moody, y Harry comprendió que se refería a los tiempos en que Voldemort había sido todopoderoso—. Le dio bastante que hacer al Ministerio, que tenía que averiguar quién actuaba por voluntad propia y quién, obligado por la maldición.
Harry levantó la vista para sonreírle al director, había tenido razón al decir que se explicaría mas adelante en el libro.
Snape solo suspiró, como tantos otros mortífagos fue a juicio por sus actos ante el Wizengamot al terminar la guerra, aunque gracias a que Dumbledore respondió por él, no tuvo mayores consecuencias. Si no fuera por eso, seguramente se hubiese tratado de escudar en la misma excusa, todo total de no ir a Azkabán.
»Podemos combatir la maldición imperius, y yo os enseñaré cómo, pero se necesita mucha fuerza de carácter, y no todo el mundo la tiene. Lo mejor, si se puede, es evitar caer víctima de ella. ¡ALERTA PERMANENTE! —bramó, y todos se sobresaltaron.
Tonk se rió.
- Uno nunca se acostumbra a eso - afirmó.
Moody cogió la araña trapecista y la volvió a meter en el tarro.
—¿Alguien conoce alguna más? ¿Otra maldición prohibida?
Hermione volvió a levantar la mano y también, con cierta sorpresa para Harry, lo hizo Neville. La única clase en la que alguna vez Neville levantaba la mano era Herbología, su favorita. Él mismo parecía sorprendido de su atrevimiento.
—¿Sí? —dijo Moody, girando su ojo mágico para dirigirlo a Neville.
—Hay una... la maldición cruciatus —dijo éste con voz muy leve pero clara.
La señora Weasley por el contrario, titubeo al pronunciarla.
Moody miró a Neville fijamente, aquella vez con los dos ojos.
—¿Tú te llamas Longbottom? —preguntó, bajando rápidamente el ojo mágico para consultar la lista.
Neville asintió nerviosamente con la cabeza, pero Moody no hizo más preguntas. Se volvió a la clase en general y alcanzó el tarro para coger la siguiente araña y ponerla sobre la mesa, donde permaneció quieta, aparentemente demasiado asustada para moverse.
—La maldición cruciatus precisa una araña un poco más grande para que podáis apreciarla bien —explicó Moody, que apuntó con la varita mágica a la araña y dijo—: ¡Engorgio!
- Si hace lo que yo pienso – se expreso Charlie que se había mantenido en silencio hasta entonces – es muy cruel, tanto para la araña como para los estudiantes.
Hasta la profesora McGonagall se encontraba de acuerdo con esto, eran solo niños.
La araña creció hasta hacerse más grande que una tarántula. Abandonando todo disimulo, Ron apartó su silla para atrás, lo más lejos posible de la mesa del profesor.
Era tanta la tensión en la sala que ni los gemelos trataron de molestar a Ron por eso.
Moody levantó otra vez la varita, señaló de nuevo a la araña y murmuró:
—¡Crucio!
Las palabras tardaron en salir, Harry vio como la Señora Weasley parecía a punto de llorar.
De repente, la araña encogió las patas sobre el cuerpo. Rodó y se retorció cuanto pudo, balanceándose de un lado a otro. No profirió ningún sonido, pero era evidente que, de haber podido hacerlo, habría gritado. Moody no apartó la varita, y la araña comenzó a estremecerse y a sacudirse más violentamente.
Ginny se encontraba horrorizada, no quería mostrar debilidad, pero eso ya era demasiado.
- Profesor Dumbledore – pronunció la Sra. Weasley mientras sus manos temblaban -, realmente entiendo que los niños aprendan sobre todo esto, pero así, demostrando este grado de crueldad no me parece la manera.
El Sr. Weasley se acercó para poner una mano sobre su hombro.
Charlie se encontraba furioso, hacer sufrir a una criatura así, solo para demostrar un punto no era válido de ninguna forma, si solo hubiese demostrado Imperio lo entendía, hasta si utilizaba la maldición asesina también, así los chicos veían el color específico que lanzaba y las señales que quedaban en un cuerpo al ser  impactado por la misma, pero el Crucio era totalmente innecesario.
Dumbledore al ver que varios estaban en desacuerdo suspiró.
- Trataré de hablar con Alastor para que esto no suceda.
—¡Pare! —dijo Hermione con voz estridente.
Harry la miró. Ella no se fijaba en la araña sino en Neville, y Harry, siguiendo la dirección de los ojos de su amiga, vio que las manos de Neville se aferraban al pupitre. Tenía los nudillos blancos y los ojos desorbitados de horror.
Neville, pensó Harry, siempre fue bastante impresionable.
Moody levantó la varita. La araña relajó las patas pero siguió retorciéndose.
—Reducio —murmuró Moody, y la araña se encogió hasta recuperar su tamaño habitual. Volvió a meterla en el tarro—. Dolor —dijo con voz suave—. No se necesitan cuchillos ni carbones encendidos para torturar a alguien si uno sabe llevar a cabo la maldición cruciatus... También esta maldición fue muy popular en otro tiempo. Bueno, ¿alguien conoce alguna otra?
Harry miró a su alrededor. A juzgar por la expresión de sus compañeros, parecía que todos se preguntaban qué le iba a suceder a la última araña. La mano de Hermione tembló un poco cuando se alzó por tercera vez.
Hermione tembló al saber cual seguía, no pudo evitar mirar de reojo a Harry.
—¿Sí? —dijo Moody, mirándola.
—Avada Kedavra —susurró ella.
El Sr. Weasley era el que había pronunciado las palabras para así evitarle el sufrimiento a su esposa, tomó el libro de sus manos para así leer lo que restaba de la clase.
Algunos, incluido Ron, le dirigieron tensas miradas.
—¡Ah! —exclamó Moody, y la boca torcida se contorsionó en otra ligera sonrisa—. Sí, la última y la peor. Avada Kedavra: la maldición asesina.
Metió la mano en el tarro de cristal, y, como si supiera lo que le esperaba, la tercera araña echó a correr despavorida por el fondo del tarro, tratando de escapar a los dedos de Moody, pero él la atrapó y la puso sobre la mesa. La araña correteó por la superficie.
Solo la voz de Arthur se escuchaba, era obvio lo que se acercaba.
Moody levantó la varita, y, previendo lo que iba a ocurrir, Harry sintió un repentino estremecimiento.
—¡Avada Kedavra! —gritó Moody.
Hubo un cegador destello de luz verde y un ruido como de torrente, como si algo vasto e invisible planeara por el aire. Al instante la araña se desplomó patas arriba, sin ninguna herida, pero indudablemente muerta. Algunas de las alumnas profirieron gritos ahogados. Ron se había echado para atrás y casi se cae del asiento cuando la araña rodó hacia él.
Moody barrió con una mano la araña muerta y la dejó caer al suelo.
—No es agradable —dijo con calma—. Ni placentero. Y no hay contramaldición. No hay manera de interceptarla. Sólo se sabe de una persona que haya sobrevivido a esta maldición, y está sentada delante de mí.
Aunque sin quererlo, todos levantaron la vista hacia Harry más exactamente hacia su cicatriz.
Harry sintió su cara enrojecer cuando los ojos de Moody (ambos ojos) se clavaron en los suyos. Se dio cuenta de que también lo observaban todos los demás. Harry miró la limpia pizarra como si se sintiera fascinado por ella, pero no veía nada en absoluto...
Mientras el Sr. Weasley leía, se sintieron avergonzados por haber hecho lo mismo.
- Lo siento por eso - pronunció Ginny con un hilo de voz mirando a todas partes menos a él.
- No pasa nada - se obligó a contestar - solo es un poco incómodo.
Snape se tragó un resoplido, siempre Potter actuando como si no le gustara la fama que tenía, como si no disfrutara los privilegios que recibía por ser "El niño que vivió". Bien que cuando Dumbledore lo consentía ahí si no se sentía incomodo.
De manera que así habían muerto sus padres... exactamente igual que esa araña. ¿También habían resultado sus cuerpos intactos, sin herida ni marca visible alguna? ¿Habían visto el resplandor de luz verde y oído el torrente de muerte acercándose velozmente, antes de que la vida les fuera arrancada?
Sirius se apoyó en Remus, ni siquiera quería pensar en James y Lily, en como los había encontrado. La mirada perdida de su amigo al apenas entrar al vestíbulo de la casa, el hecho de tener que pasar junto a su cuerpo mientras escuchaba el llanto de Harry, encontrar el cuerpo de Lily junto a la cuna. Eran imágenes que quería desterrar de su memoria, pero los años en Azkabán y los dementores hicieron que se asentaran más.
Harry se había imaginado la muerte de sus padres una y otra vez durante los últimos tres años, desde que se había enterado de que los habían asesinado, desde que había averiguado lo sucedido aquella noche: que Colagusano los había traicionado revelando su paradero a Voldemort, el cual los había ido a buscar a la casa de campo; que Voldemort había matado en primer lugar a su padre; que James Potter había intentado enfrentarse a él, mientras le gritaba a su mujer que cogiera a Harry y echara a correr... y que Voldemort había ido luego hacia Lily Potter y le había ordenado hacerse a un lado para matar a Harry; que ella le había rogado que la matara a ella y no al niño, y se había negado a dejar de servir de escudo a su hijo... y que de aquella manera Voldemort la había matado a ella también, antes de dirigir la varita contra Harry...
Para ese momento Hermione y Ginny ya se encontraban llorando. Harry solo miraba fijo la mesa, tratando de no hacer contacto visual con nadie, no quería su lástima.
Harry estaba al tanto de aquellos detalles porque había oído las voces de sus padres al enfrentarse con los dementores el curso anterior. Porque ésa era la terrible arma de los dementores: obligar a su víctima a revivir los peores recuerdos de su vida, y ahogarla, impotente, en su propia desesperación...
- Lo siento - susurró Sirius pero lo suficientemente alto como par hacerse escuchar -, siento que hayas pasado por eso por mi.
- Viniste a Hogwarts con el peligro que te atraparan para salvarme - contestó -, si tenía que soportar a los dementores para que estés hoy acá conmigo entonces esta bien.
Harry no era de decir sus sentimientos así frente a todos, pero no quería que su padrino se sintiera culpable de nada, él era una víctima también.
Sirius se animo un poco por eso y le dirigió una media sonrisa.
Moody había vuelto a hablar; desde la distancia, según le parecía a Harry. Haciendo un gran esfuerzo, volvió al presente y escuchó lo que decía el profesor.
—Avada Kedavra es una maldición que sólo puede llevar a cabo un mago muy poderoso. Podríais sacar las varitas mágicas todos vosotros y apuntarme con ellas y decir las palabras, y dudo que entre todos consiguierais siquiera hacerme sangrar la nariz. Pero eso no importa, porque no os voy a enseñar a llevar a cabo esa maldición.
- Entonces, - habló George - si por ejemplo un mortífago novato lanzara la maldición contra alguien pero sin la fuerza necesaria.
- Esa persona ¿No sería un sobreviviente también a la maldición? - completó Fred.
Los hermanos Weasley se los quedaron viendo sorprendidos, no todos los días veían a los gemelos interesándose en una clase.
- Si sobreviviría - contestó Remus con su tono de profesor - pero no a la maldición en si, ya que no fue lanzada correctamente. Si alguien sin la fuerza necesaria tratara de hacerla sería como solo pronunciar las palabras, es muy posible que ni siquiera se produzcan chispas en la varita.
»Ahora bien, si no existe una contramaldición para Avada Kedavra, ¿por qué os la he mostrado? Pues porque tenéis que saber. Tenéis que conocer lo peor. Ninguno de vosotros querrá hallarse en una situación en que tenga que enfrentarse a ella. ¡ALERTA PERMANENTE! —bramó, y toda la clase volvió a sobresaltarse.
»Veamos... esas tres maldiciones, Avada Kedavra, cruciatus e imperius, son conocidas como las maldiciones imperdonables. El uso de cualquiera de ellas contra un ser humano está castigado con cadena perpetua en Azkaban. Quiero preveniros, quiero enseñaros a combatirlas. Tenéis que prepararos, tenéis que armaros contra ellas; pero, por encima de todo, debéis practicar la alerta permanente e incesante. Sacad las plumas y copiad lo siguiente...
Bueno, penso Harry, ésta clase fue interesante.
Se pasaron lo que quedaba de clase tomando apuntes sobre cada una de las maldiciones imperdonables. Nadie habló hasta que sonó la campana; pero, cuando Moody dio por terminada la lección y ellos hubieron salido del aula, todos empezaron a hablar inconteniblemente. La mayoría comentaba cosas sobre las maldiciones en un tono de respeto y temor.
—¿Visteis cómo se retorcía?
—Y cuando la mató... ¡simplemente así!
Hablaban sobre la clase, pensó Harry, como si hubiera sido un espectáculo teatral, pero para él no había resultado divertida. Y, a juzgar por las apariencias, tampoco para Hermione.
- Para nada divertido - susurró Charlie.
Si hubiese estado en esa clase, Moody de seguro escucharía unas cuantas palabras de él.
—Daos prisa —les dijo muy tensa a Harry y Ron.
—¿No vuelves a la condenada biblioteca? —preguntó Ron.
—No —replicó Hermione, señalando a un pasillo lateral—. Neville.
Neville se hallaba de pie, solo en mitad del pasillo, dirigiendo al muro de piedra que tenía delante la misma mirada horrorizada con que había seguido a Moody durante la demostración de la maldición cruciatus.
- El pobre niño, no tendría que haber pasado por eso a su edad - reprochó Molly, mientras le pedía el libro de vuelta a su esposo. 
—Neville... —lo llamó Hermione con suavidad.
Neville la miró.
—Ah, hola —respondió con una voz mucho más aguda de lo usual—. Qué clase tan interesante, ¿verdad? Me pregunto qué habrá para cenar, porque... porque me muero de hambre, ¿vosotros no?
Dumbledore se sintió un poco culpable, realmente no había pensado en los posibles traumas de cada uno al implementar esa enseñanza, pero Alastor solo tenía este año para instruirlos. Tenían que aprender a defenderse antes que la realidad los superara.
—Neville, ¿estás bien? —le preguntó Hermione.
—Sí, sí, claro, estoy bien —farfulló Neville atropelladamente, con la voz demasiado aguda—. Una cena muy interesante... clase, quiero decir... ¿Qué habrá para cenar?
El trío escuchaba con sorpresa, Neville solía ser un chico asustadizo pero nunca a tal grado.
Ron le dirigió a Harry una mirada asustada.
—Neville, ¿qué...
Oyeron tras ellos un retumbar sordo y seco, y al volverse vieron que el profesor Moody avanzaba hacia allí cojeando. Los cuatro se quedaron en silencio, mirándolo con aprensión, pero cuando Moody habló lo hizo con un gruñido mucho más suave que el que le habían oído hasta aquel momento.
—No te preocupes, hijo —le dijo a Neville—. ¿Por qué no me acompañas a mi despacho? Ven... tomaremos una taza de té.
Después de todo, pensó Arthur, Alastor es una buena persona. 
Neville pareció aterrorizarse aún más ante la perspectiva de tomarse un té con Moody. Ni se movió ni habló.
Moody dirigió hacia Harry su ojo mágico.
—Tú estás bien, ¿no, Potter?
—Sí —contestó Harry en tono casi desafiante.
Hermione sonrió, era tan Harry eso de querer parecer valiente y que nada lo afectaba. 
El ojo azul de Moody vibró levemente en su cuenca al escudriñar a Harry. Luego dijo:
—Tenéis que saber. Puede parecer duro, pero tenéis que saber. No sirve de nada hacer como que... bueno... Vamos, Longbottom, tengo algunos libros que podrían interesarte.
Neville miró a sus amigos de forma implorante, pero ninguno dijo nada, así que no tuvo más remedio que dejarse arrastrar por Moody, que le había puesto en el hombro una de sus nudosas manos.
- Eso es tan traicionero de su parte- rió George. 
- Por lo menos hubiesen inventado que tenían que hacer algo, así lo salvaban de hablar con un profesor- siguió Fred.
Con la clase como había ido, pensó Harry, había que dar gracias que él no solo salió corriendo de ahí. 
—Pero ¿qué pasaba? —preguntó Ron observando a Neville y Moody doblar la esquina.
—No lo sé —repuso Hermione, pensativa.
—¡Vaya clase!, ¿eh? —comentó Ron, mientras emprendían el camino hacia el Gran Comedor—. Fred y George tenían razón. Este Moody sabe de qué va la cosa, ¿a que sí? Cuando hizo la maldición Avada Kedavra, ¿te fijaste en cómo murió la araña, cómo estiró la pata?
La Sr. Weasley levantó la vista de la lectura solo para clavarle la mirada a su hijo. 
- Tan insensible como siempre Ronald -  sentenció Hermione cruzándose de brazos. 
Ron se avergonzó, después de todo lo que escuchó en el capítulo y los pensamientos de Harry, comprendía que era muy insensible de su parte. Pero era difícil no decir sus pensamientos en voz alta, como su amigo era bastante duro, a veces se olvidaba por lo que había pasado. 
Ron enmudeció de pronto ante la mirada de Harry, y no volvió a decir nada hasta que llegaron al Gran Comedor, cuando se atrevió a comentar que sería mejor que empezaran aquella misma noche con el trabajo para la profesora Trelawney, porque les llevaría unas cuantas horas.
Hermione no participó en la conversación de Harry y Ron durante la cena, sino que comió a toda prisa para volver a la biblioteca. 
El resto del trío la miró, esto ya era extraño. Era obvio que escondía algo como el año pasado. 
Harry y Ron fueron hacia la torre de Gryffindor, y Harry, que no había pensado en otra cosa durante toda la cena, volvió al tema de las maldiciones imperdonables.
—¿No se meterán en un aprieto Moody y Dumbledore si el Ministerio se entera de que hemos visto las maldiciones? —preguntó, cuando se acercaban a la Señora Gorda.
—Sí, seguramente —contestó Ron—. Pero Dumbledore siempre ha hecho las cosas a su manera, ¿no?, y me parece que Moody se ha estado metiendo en problemas desde hace años. Primero ataca y luego pregunta... Fíjate en lo de los contenedores de basura. «Tonterías...»
- Podría - contestó el director -, pero como explicó la profesora McGonagall no es ilegal su estudio en las escuelas, aunque la junta de padres podría pensar de forma diferente. 
La Señora Gorda se hizo a un lado para dejarles paso, y ellos entraron en la sala común de Gryffindor, que estaba muy animada y llena de gente.
—Entonces, ¿nos ponemos con lo de Adivinación? —propuso Harry.
—Deberíamos —respondió Ron refunfuñando.
Harry y Ron se miraron, sólo pensar en hacer tarea de adivinación era horrible. 
Fueron por los libros y los mapas al dormitorio, y encontraron a Neville allí solo, sentado en la cama, leyendo. Parecía mucho más tranquilo que al final de la clase de Moody, aunque todavía no estuviera del todo normal. Tenía los ojos enrojecidos.
—¿Estás bien, Neville? —le preguntó Harry.
—Sí, sí —respondió Neville—, estoy bien, gracias. Estoy leyendo este libro que me ha dejado el profesor Moody...
Levantó el libro para que lo vieran. Se titulaba Las plantas acuáticas mágicas del Mediterráneo y sus propiedades.
Lo único que faltaba, pensó Ron, otro loco de los libros más. No entendía como simplemente podías sentarte a leer un libro escolar por el simple placer de leerlo. 
—Parece que la profesora Sprout le ha dicho al profesor Moody que soy muy bueno en Herbología —dijo Neville. Había una tenue nota de orgullo en su voz que Harry no había percibido nunca—. Pensó que me gustaría este libro.
Decirle a Neville lo que la profesora Sprout opinaba de él, pensó Harry, había sido una manera muy hábil de animarlo, porque muy raramente oía decir que fuera bueno en algo. Era un gesto del estilo de los del profesor Lupin.
Remus se sintió repentinamente orgulloso, era lindo escuchar que lo tenía en tan alta estima. Con sus secretos e inseguridades le había fallado en muchas ocasiones a Harry, pero él nunca dejo de tratarlo igual. 
Harry y Ron cogieron sus ejemplares de Disipar las nieblas del futuro y volvieron con ellos a la sala común, encontraron una mesa libre y se pusieron a trabajar en las predicciones para el mes siguiente. Al cabo de una hora habían hecho muy pocos progresos, aunque la mesa estaba abarrotada de trozos de pergamino llenos de cuentas y símbolos, y Harry tenía la cabeza tan neblinosa como si se le hubiera metido dentro todo el humo procedente de la chimenea de la profesora Trelawney.
- No entiendo como pierden su tiempo en eso - anunció Hermione - podrían estar haciendo otras tareas mas importantes.
—No tengo ni idea de qué significa todo esto —declaró, observando una larga lista de cálculos.
—¿Sabes qué? —dijo Ron, que tenía el pelo de punta a causa de todas las veces que se había pasado los dedos por él llevado por la desesperación—. Creo que tendríamos que usar el método alternativo de Adivinación.
Charlie ya se imaginaba lo que iba a proponer su hermano, la mayoría de los que tomaban adivinación terminaban recurriendo a lo mismo, inventar.
—¿Qué quieres decir? ¿Que nos lo inventemos?
Harry miró a Ron con pánico, esto olía a problemas para ambos.
—Claro —contestó Ron, que barrió de la mesa el batiburrillo de cuentas y apuntes, mojó la pluma en tinta y comenzó a escribir—. El próximo lunes —dijo, mientras escribía— es probable que me acatarre debido a la negativa influencia de la conjunción de Marte y Júpiter. —Levantó la vista hacia Harry—. Ya la conoces: pon unas cuantas desgracias y le gustará.
La profesora McGonagall los miró fijamente.
- Adivinación no me parece una materia necesaria para gente sin el don, pero aún así, si no se la van a tomar en serio es mejor que la dejen.
—Bien —asintió Harry, estrujando su primer borrador del trabajo y tirándolo al fuego por encima de las cabezas de un grupo de charlatanes alumnos de primero—. Vale. El lunes tendré riesgo de... resultar quemado.
- No puedo creer que le sigas el juego Harry - protestó Hermione.
—La verdad es que sí —dijo Ron con una risita—, porque el próximo lunes volveremos a ver los escregutos. Bien, el martes yo...
—Puedes perder tu más preciada posesión —propuso Harry, echando un vistazo a Disipar las nieblas del futuro en busca de ideas.
Bill estaba tratando de aguantarse la risa, él hasta había obtenido un TIMO en Adivinación pero estaba de acuerdo que cualquiera pasaba la clase con Trelawney.
—Muy bien. Será a causa de... eh... Mercurio. ¿Qué te parece si a ti alguien que pensabas que era amigo tuyo te apuñala por la espalda?
—Sí, eso me gusta —dijo Harry, tomando nota—. Y ocurrirá porque... Venus estará en la duodécima casa celeste.
—Y el miércoles creo que me irá muy mal en una pelea.
—¡Eh, me lo has quitado! Bueno, no pasa nada: puedo perder una apuesta.
—Sí, puedes apostar a que yo gano la pelea.
Los gemelos comenzaron a reírse, hubiera valido la pena anotarse a la materia solo para inventarse todo. 
Continuaron inventando predicciones (que iban aumentando en gravedad) durante otra hora, mientras se iba vaciando la sala común conforme la gente se iba a dormir. Crookshanks se les acercó, saltó con agilidad a una silla vacía y miró a Harry acusadoramente, de forma muy semejante a como lo habría hecho Hermione de haber sabido que no estaban haciendo el trabajo de un modo honrado.
- Por lo menos, - acusó Hermione - saben que lo que están haciendo está muy mal. 
Harry contempló la sala, intentando pensar en una desgracia que aún no hubiera puesto, y vio a Fred y George sentados uno al lado del otro contra el muro de enfrente, las cabezas casi juntas y las plumas en la mano, escudriñando un pedazo de pergamino. No era normal ver a Fred y George apartados en un rincón y trabajando en silencio. Les gustaba estar en todos los fregados y ser siempre el centro de atención. 
- Ey, - protestó George- tenemos nuestros momentos.
- Podemos ser serios cuando la situación lo requiere. 
Aunque decían eso, Harry se dio cuenta que ni ellos mismos se lo creían. Ni si quiera el año pasado, que fueron sus TIMOs, se habían puesto muy serios, simplemente hacían bromas para relajarse después de estudiar. 
Había algo misterioso en la manera en que trabajaban sobre el trozo de pergamino, y Harry se acordó de cómo se habían puesto a escribir los dos juntos cuando habían vuelto a La Madriguera. Entonces había pensado que debía de tratarse de otro cupón de pedido para los «Sortilegios Weasley», pero esta vez no le daba la misma impresión: en ese caso, seguramente habrían dejado a Lee Jordan participar en la broma. Se preguntó si no estaría más bien relacionado con el Torneo de los tres magos.
La Sra. Weasley frenó con la lectura para mirarlos. 
- Lo que están planeando es mejor que se detenga. 
George la miró con una mirada herida (obviamente fingida).
- Ni siquiera hicimos nada y no crees en nosotros. 
- Y te haces llamar nuestra madre. 
Con un solo rodeo de ojos, siguió leyendo.
Mientras Harry los observaba, George le dirigió a Fred un gesto negativo de la cabeza, tachó algo con la pluma y, en una voz muy baja que sin embargo llegó al otro lado de la sala casi vacía, le dijo:
—No... así da la impresión de que lo estamos acusando. Tenemos que tener cuidado...
En ese momento George levantó la vista y se dio cuenta de que Harry los observaba. Harry sonrió y se apresuró a volver a sus predicciones. No quería que George pensara que los espiaba. 
- Hubiéramos pensado bien- respondió Fred con una sonrisa. 
Harry le dirigió una mas amplia todavía, después de todo, ellos eran los que se estaban metiendo en problemas. 
Poco después, los gemelos enrollaron el pergamino, les dieron las buenas noches y se fueron a dormir.
Hacía unos diez minutos que Fred y George se habían marchado cuando se abrió el hueco del retrato y Hermione entró en la sala común con un manojo de pergaminos en una mano y en la otra una caja cuyo contenido hacía ruido conforme ella andaba. Crookshanks arqueó la espalda, ronroneando.
—¡Hola! —saludó—, ¡acabo de terminar!
—¡Yo también! —contestó Ron con una sonrisa de triunfo, soltando la pluma.
Hermione se sentó, dejó en una butaca vacía las cosas que llevaba, y cogió las predicciones de Ron.
Ron sintió un escalofrío por el cuerpo.
—No vas a tener un mes muy bueno, ¿verdad? —comentó con sorna, mientras Crookshanks se hacia un ovillo en su regazo.
—Bueno, al menos no me coge de sorpresa —repuso Ron bostezando.
—Me temo que te vas a ahogar dos veces —dijo Hermione.
Todos los hermanos comenzaron a reírse al mismo tiempo, mientras las orejas de Ron se ponían carmesí. 
- Por lo menos, - Charlie habló entre risas - si van a inventar háganlo con algo de criterio. 
—¿Sí? —Ron echó un vistazo a sus predicciones—. Tendré que cambiar una de ellas por ser pisoteado por un hipogrifo desbocado.
—¿No te parece que es demasiado evidente que te lo has inventado? —preguntó Hermione.
—¡Cómo te atreves! —exclamó Ron, ofendiéndose de broma—. ¡Hemos trabajado como elfos domésticos!
- Es solo un dicho - protestó ante la mirada de su amiga.
Hermione arrugó el entrecejo.
—No es más que una forma de hablar —se apresuró a decir Ron.
Ron asintió de acuerdo consigo mismo. 
Harry dejó también la pluma. Acababa de predecir su propia muerte por decapitación.
- Eh Harry, - dijo Sirius entre risas - creo que tendrían que ser mas leves, quiero decir si predijiste tu decapitación, ¿Qué vas a hacer en el trabajo de la siguiente semana?
Él mencionado se encogió de hombros, seguramente Trelawney iba a olvidarse de sus trabajos de una semana para la otra. 
—¿Qué hay en la caja? —inquirió, señalando hacia ella.
—Es curioso que lo preguntes —dijo Hermione, dirigiéndole a Ron una mirada desagradable. Levantó la tapa y les mostró el contenido.
Dentro había unas cincuenta insignias de diferentes colores, pero todas con las mismas letras: «P.E.D.D.O.»
—¿«Peddo»? —leyó Harry, cogiendo una insignia y mirándola—. ¿Qué es esto?
—No es «peddo» —repuso Hermione algo molesta—. Es pe, e, de, de, o: «Plataforma Élfica de Defensa de los Derechos Obreros.»
- Realmente sigues con eso Hermione - dijo Fred mientras se pasaba la mano por la cara con frustración -, a los elfos les gusta servirnos, es para lo que viven. 
- Y eso es porque no conocen otra cosa - argumentó ella mirándolo de forma fría. 
—No había oído hablar de eso en mi vida —se extrañó Ron.
—Por supuesto que no —replicó Hermione con énfasis—. Acabo de fundarla.
—¿De verdad? —dijo Ron, sorprendido—. ¿Con cuántos miembros cuenta?
—Bueno, si vosotros os afiliáis, con tres —respondió Hermione.
Harry cerró los ojos, sentía que esto era una de esas cosas que no iba a poder evitar aunque leyera el libro. 
—¿Y crees que queremos ir por ahí con unas insignias en las que pone «peddo»? —dijo Ron.
—Pe, e, de, de, o —lo corrigió Hermione, enfadada—. Iba a poner «Detengamos el Vergonzante Abuso de Nuestras Compañeras las Criaturas Mágicas y Exijamos el Cambio de su Situación Legal», pero no cabía. 
Ginny se rió mientras se tapaba con la mano, Hermione era tan graciosa cuando no quería serlo. 
Así que ése es el encabezamiento de nuestro manifiesto. —Blandió ante ellos el manojo de pergaminos—. He estado documentándome en la biblioteca. La esclavitud de los elfos se remonta a varios siglos atrás. No comprendo cómo nadie ha hecho nada hasta ahora...
—Hermione, métetelo en la cabeza —la interrumpió Ron—: a... ellos... les... gusta. ¡A ellos les gusta la esclavitud!
- Métetelo tú en la cabeza, - susurró ella hacia Ron - ellos se acostumbraron a la esclavitud, no les gusta. 
—Nuestro objetivo a corto plazo—siguió Hermione, hablando aún más alto que Ron y actuando como si no hubiera oído una palabra— es lograr para los elfos domésticos un salario digno y unas condiciones laborales justas. Los objetivos a largo plazo incluyen el cambio de la legislación sobre el uso de la varita mágica y conseguir que haya un representante elfo en el Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas.
Remus estaba un poco feliz al escuchar lo que se proponía, no es que él pensaba que su lucha podía ser fructífera ya que él mas que nadie conocía las trabas que ponía el Ministerio en aprobar derechos para las  criaturas mágicas, pero era interesante ver a alguien de su edad poniéndose metas y luchando por lo que piensa que es correcto. 
—¿Y cómo lograremos todo eso? —preguntó Harry.
—Comenzaremos buscando afiliados —explicó Hermione muy contenta—. Pienso que puede estar bien pedir como cuota de afiliación dos sickles, que darán derecho a una insignia, y podemos destinar los beneficios a elaborar panfletos para nuestra campaña. Tú serás el tesorero, Ron: tengo arriba una hucha de lata para ti. Y tú, Harry, serás el secretario, así que quizá quieras escribir ahora algo de lo que estoy diciendo, como testimonio de nuestra primera sesión.
Hubo una pausa en la que Hermione les sonrió satisfecha, y Harry permaneció callado, dividido entre la exasperación que le provocaba Hermione y la diversión que le causaba la cara de Ron, el cual parecía hallarse en un estado de aturdimiento. El silencio fue roto por un leve golpeteo en la ventana. 
- Salvados - le mencionó Ron en voz baja a Harry. 
Harry miró hacia allí e, iluminada por la luz de la luna, vio una lechuza blanca posada en el alféizar.
—¡Hedwig! —gritó, y se levantó de un salto para ir al otro lado de la sala común a abrir la ventana.
Sirius se sentó mas derecho, iba a ser una aparición para la historia. Aunque sea por medio de una carta. 
Hedwig entró, cruzó la sala volando y se posó en la mesa, sobre las predicciones de Harry.
—¡Ya era hora! —exclamó Harry, yendo aprisa tras ella.
—¡Trae la contestación! —dijo Ron nervioso, señalando el mugriento trozo de pergamino que Hedwig llevaba atado a la pata.
Harry se dio prisa en desatarlo y se sentó para leerlo. Una vez desprendida de su carga, Hedwig aleteó hasta posarse en una de sus rodillas, ululando suavemente.
Hedwig es una gran lechuza, pensó Harry con orgullo mientras prestaba más atención todavía, después de todo siempre se interesaba al recibir una carta de su padrino. 
—¿Qué dice? —preguntó Hermione con impaciencia.
La carta era muy corta, y parecía escrita con mucha premura. Harry la leyó en voz alta:
Harry:
Salgo ahora mismo hacia el norte. Esta noticia de que tu cicatriz te ha dolido se suma a una serie de extraños rumores que me han llegado hasta aquí. Si vuelve a dolerte, ve directamente a Dumbledore. Me han dicho que ha sacado a Ojoloco de su retiro, lo que significa que al menos él está al tanto de los indicios, aunque sea el único.
Estaremos pronto en contacto. Un fuerte abrazo a Ron y Hermione. Abre los ojos, Harry.
Sirius
- No, - pronunció Harry con enojo a Sirius-, ¿Qué se supone que estás haciendo? ¡Es peligroso!
- Harry, si lo estoy haciendo es por algo, no sé de que otras rumores hablo ya que todavía no sucedió, - habló calmadamente mientras lo miraba a los ojos - pero debe ser algo preocupante para que me esté arriesgando. 
Harry pareció sosegado por esto, mas en realidad porque es algo que no había sucedido, aunque no pudo evitar sentirse un poco culpable por lo que el Sirius del libro hacía. 
Aunque Sirius dijo eso, en su interior sabía que no era del todo cierto, estaba seguro que simplemente quería estar cerca de Harry ahora que estaba en Hogwarts, él era un poco egoísta así. Remus parecía tener un pensamiento similar porque lo vio mirarlo de reojo, pero por el momento había guardado silencio. 
Harry miró a Ron y Hermione, que le devolvieron la mirada.
—¿Que viene hacia el norte? —susurró Hermione—. ¿Regresa?
—¿Que Dumbledore está al tanto de los indicios? —dijo Ron, perplejo—. ¿Qué pasa, Harry?
Harry acababa de pegarse con el puño en la frente, ahuyentando a Hedwig.
—¡No tendría que haberle contado nada! —exclamó con furia.
El Harry actual tenía la misma linea de pensamiento, se hubiese quedado callado. 
—¿De qué hablas? —le preguntó Ron, sorprendido.
—¡Ha pensado que tenía que venir! —repuso Harry, dando un puñetazo en la mesa que hizo que Hedwig fuera a posarse en el respaldo de la silla de Ron, ululando indignada—. ¡Regresa porque cree que estoy en peligro! ¡Y a mí no me pasa nada! No tengo nada para ti —le dijo en tono de regañina a Hedwig, que abría y cerraba el pico esperando una recompensa—. Si quieres comer tendrás que ir a la lechucería.
Hermione lo miró con una clara mueca de disgusto por hablarle así a su lechuza. Harry, un poco culpable,  la ignoró. 
Hedwig lo miró con aire ofendido y volvió a salir por la ventana abierta, pegándole en la cabeza con el ala al pasar.
—Harry... —comenzó a decir Hermione, en un tono de voz tranquilizador.
—Me voy a la cama —atajó Harry—. Hasta mañana.
Snape dio un corto suspiro, tan básico de Potter, alguien no hacía lo que esperaba y se enfadaba. No todos son tus malditos títeres, pensó con amargura. 
En el dormitorio, Harry se puso el pijama y se metió en su cama de dosel, pero no tenía sueño.
Si Sirius volvía y lo atrapaban, sería culpa suya, de Harry. ¿Por qué demonios no se había callado? Un ratito de dolor y enseguida a contarlo... Si hubiera tenido la sensatez de guardárselo...
Oyó a Ron entrar en el dormitorio poco después, pero no le dijo nada. Permaneció mucho tiempo contemplando el oscuro dosel de la cama. El dormitorio estaba sumido en completo silencio, y, si se hubiera hallado menos agobiado por las preocupaciones, Harry se habría dado cuenta de que la ausencia de los habituales ronquidos de Neville indicaba que alguien más tampoco lograba conciliar el sueño.
- Y hasta ahí es el capítulo - mencionó la señora Weasley.
Al tratar de pasar el libro hacía su derecha, se encontró con la fría mirada del profesor de pociones. Era obvio para todos que no iba a leer la vida de Potter ni por todo el oro del mundo. No se movió ni para pasarlo a Dumbledore, parecía que el simple hecho de tener que tocarlo le  causaba rechazo. 
Al notar la negativa de Snape, el director tomó el libro de las manos de Molly para que la ronda comenzara nuevamente. Después de todo, no podía obligarlo a leer si no quería, las reglas eran claras, tenían que estar todos en la misma habitación para escucharlo pero no decía nada que todos tenían que leerlo. 
Como ya habían desayunado e ido al baño antes del capítulo, solo se quedaron en sus sitios esperando al siguiente mientras hablaban entre ellos sobre lo acontecido hasta el momento. 
- Profesor Dumbledore, - habló Tonks llamando la atención de todos - sería interesante si podríamos anotar las cosas más importantes, no sabemos que pasará con los libros una vez que terminemos con ellos. Podemos debatir entre nosotros después de cada capítulo y dejar por escrito las cosas mas importantes, o los descubrimientos. 
Dumbledore asintió de acuerdo, con un accio llamó un cuaderno y se lo entregó a Nymphadora por arriba de la mesa, después de todo ella era la única auror de la sala. 
- Sobre este capítulo no creo que sea necesario, - siguió ella - pero anotaré las cosas que nos enteramos hasta el momento sobre la casa Riddle y los mundiales. 
Tonks se puso a escribir en las primeras hojas con Remus a su lado tirandole datos que se podría haber pasado por alto. Al poco tiempo todos habían comenzado a hablar entre ellos de nuevo hasta que anunció que terminó. 
El director abrió nuevamente el libro, y comenzó a leer.