miércoles, 6 de septiembre de 2017

El Torneo de los Tres Magos

Apenas terminó de pronunciar el nombre del capítulo los gemelos se habían levantado de un salto.
- ¿Dijiste Torneo de los Tres Magos?
- ¡No bromees!
Harry espero paciente la explicación que venía, ya estaba acostumbrado a no saber cosas sobre el mundo mágico. En cambio Hermione no. Cuando habia descubierto que era una bruja quiso aprender sobre todo para así no quedarse atrás con los chicos que ya venían de familia de magos, así que cuando vio que Fred y George sabían algo que ella no, se sintió un poco molesta.
Charlie miró a sus hermanos, por fin se enteraban de lo que les habían ocultado todo el verano, aunque el habría preferido hacerlos sufrir un poco mas de tiempo (después de todo aún faltaba un mes para que las clases comenzaran).
Tanto Tonks, como Remus y Sirius ya sabían que durante el año se iba a llevar a cabo el torneo. Tonks por trabajar en el Ministerio y Remus y Sirius se habían enterado por el propio Dumbledore los días que estuvieron refaccionando la casa antes que Harry llegara.
- No es una broma- les aclaró Bill mostrándoles el titulo escrito en el libro- y si quieren enterarse de mas van a dejar que lea.
Esas parecieron ser las palabras mágicas para que se sentaran.
Los carruajes atravesaron las verjas flanqueadas por estatuas de cerdos alados y luego avanzaron por el ancho camino, balanceándose peligrosamente bajo lo que empezaba a convertirse en un temporal. Pegando la cara a la ventanilla, Harry podía ver cada vez más próximo el castillo de Hogwarts, con sus numerosos ventanales iluminados reluciendo borrosamente tras la cortina de lluvia. Los rayos cruzaban el cielo cuando su carruaje se detuvo ante la gran puerta principal de roble, que se alzaba al final de una breve escalinata de piedra. Los que ocupaban los carruajes de delante corrían ya subiendo los escalones para entrar en el castillo. También Harry, Ron, Hermione y Neville saltaron del carruaje y subieron la escalinata a toda prisa, y sólo levantaron la vista cuando se hallaron a cubierto en el interior del cavernoso vestíbulo alumbrado con antorchas y ante la majestuosa escalinata de mármol.
Sirius cerraba las ojos dejandose llevar por las descripciones, el año pasado no había podido disfrutar de todos esos pequeños detalles, estaba más enfocado en alejar a la rata de Harry. Aunque no podía negar que cuando recorrió el castillo para entrar a la sala de Gryffindor se dejó vagar fuera del camino sintiendo una gran nostalgia. Le recordaba un poco a sus excursiones nocturnas con los Merodeadores y fueron esos mismos recuerdos los que lo hicieron fortalecer sus ganas de vengarse de Peter. 
-¡Caray! -exclamó Ron, sacudiendo la cabeza y poniéndolo todo perdido de agua-. Si esto sigue así, va a terminar desbordándose el lago. Estoy empapado... ¡Ay!
Un globo grande y rojo lleno de agua acababa de estallarle en la cabeza. Empapado y farfullando de indignación, Ron se tambaleó y cayó contra Harry, al mismo tiempo que un segundo globo lleno de agua caía... rozando a Hermione. Estalló a los pies de Harry, y una ola de agua fría le mojó las zapatillas y los calcetines.
- ¿Peeves? -preguntó Tonk riendose.
- Estoy seguro que si, el año pasado cuando lo ví seguía igual -le contestó Remus recordando cuando Peeves colocó goma de mascar en la cerradura de la puerta y él se la había devuelto con el hechizo Waddiwasi que envió la goma directo a su nariz.
A su alrededor, todos chillaban y se empujaban en un intento de huir de la línea de fuego. Harry levantó la vista y vio, flotando a seis o siete metros por encima de ellos, a Peeves el poltergeist, una especie de hombrecillo con un gorro lleno de cascabeles y pajarita de color naranja. Su cara, ancha y maliciosa, estaba contraída por la concentración mientras se preparaba para apuntar a un nuevo blanco.
  - Bueno, eso es algo que podemos evitar ahora o por lo menos no estar en su camino cuando lo haga - les susurró Harry a sus compañeros. 
PEEVES! -gritó una voz irritada-. ¡Peeves, baja aquí AHORA MISMO!
Acababa de entrar apresuradamente desde el Gran Comedor la profesora McGonagall, que era la subdirectora del colegio y jefa de la casa de Gryffindor. Resbaló en el suelo mojado y para no caerse tuvo que agarrarse al cuello de Hermione.
- Gran entrada profesora -le dijo Sirius mientras trataba de ocultar una sonrisa.
Harry pensó que nunca había visto ruborizarse tanto a su jefa de casa, era extrañamente divertido. 
- ¡Ay! Perdón, señorita Granger.
- ¡No se preocupe, profesora! -dijo Hermione jadeando y frotándose la garganta.
- Lo siento - susurró a su alumna que justo era la más cercana evitando así que los otros escucharan.
- No hay problema, profesora. Ni sucedió -le contestó Hermione tranquilamente.
- ¡Peeves, baja aquí AHORA! -bramó la profesora McGonagall,enderezando su sombrero puntiagudo y mirando hacia arriba a través de sus gafas de montura cuadrada.
- ¡No estoy haciendo nada! -contestó Peeves entre risas, arrojando un nuevo globo lleno de agua a varias chicas de quinto, que gritaron y corrieron hacia el Gran Comedor-. ¿No estaban ya mojadas? ¡Esto son unos chorritos!¡Ja, ja, ja! -Y dirigió otro globo hacia un grupo de segundo curso que acababa de llegar.
- Vamos a tener que vigilar más de cerca a Peeves -suspiró el director. 
Una cosa era hacer pequeñas bromas, y otra era realizarlas el primer día de llegada cuando se supone que todo debería salir perfecto para recibir a los alumnos después de unas largas vacaciones. 
- ¡Llamaré al director! -gritó la profesora McGonagall-. Te lo advierto, Peeves...
Peeves le sacó la lengua, tiró al aire los últimos globos y salió zumbando escaleras arriba, riéndose como loco.
- ¡Bueno, vamos! -ordenó bruscamente la profesora McGonagall a la empapada multitud-. ¡Vamos, al Gran Comedor!
El estómago de Ron gruño, lo que le ganó una mirada graciosa de Harry a su lado ya que hace menos de un minuto lo había visto comiendo un pedazo de pastel.
Harry, Ron y Hermione cruzaron el vestíbulo entre resbalones y atravesaron la puerta doble de la derecha. Ron murmuraba entre dientes y se apartaba el pelo empapado de la cara.
El Gran Comedor, decorado para el banquete de comienzo de curso, tenía un aspecto tan espléndido como de costumbre, y el ambiente era mucho más cálido que en el vestíbulo. A la luz de cientos y cientos de velas que flotaban en el aire sobre las mesas, brillaban las copas y los platos de oro. Las cuatro largas mesas pertenecientes a las casas estaban abarrotadas de alumnos que charlaban. Al fondo del comedor, los profesores se hallaban sentados a lo largo de uno de los lados de la quinta mesa, de cara a sus alumnos.
- Gran descripción, me hace dar más ganas de aparecerme por allí este año- mencionó Charlie misteriosamente ignorando las miradas de sus hermanos.
Harry, Ron y Hermione pasaron por delante de los estudiantes de Slytherin, de Ravenclaw y de Hufflepuff, y se sentaron con los demás de la casa de Gryffindor al otro lado del Gran Comedor, junto a Nick Casi Decapitado, el fantasma de Gryffindor
- ¿Y cómo lo despetrificaron a él? ¿Se despetrificó solo? -preguntó Sirius mirando hacia el director.
- Es obvio Black, que dándole zumo de mandrágora, no hay forma que salga de ese estado por si mismo.
- Pero Snape- dijo recalcando el apellido-, los fantasmas son inconsistentes, lo atravesaría.
- Los fantasmas por si no lo sabías son capaces de comer alimentos, pero no le sienten gusto por eso los comen en mal estado, ellos dominan cuando quieren ser totalmente inconsistentes -lo burló utilizando la misma palabra- para ser capaces de atravesar paredes, objetos o personas.
Harry sabía que Snape tenía un punto ahí, él recordaba la comida mohosa en la fiesta de aniversario de muerte de Nick y un fantasma diciéndole que si la comida era asquerosa podía sentirle algo de gusto.
- Como dijo el profesor Snape -los cortó Dumbledore- se le dió el zumo para acelerar el proceso pero si lo dejabamos mas tiempo iba a acabar despetrificandose solo, ya que es un fantasma.
El hecho de tener los dos la razón no hizo que Snape sea mas arrogante ya que al fin y al cabo se usó su hipótesis para despetrificarlo. 
Bill siguió leyendo antes que se tiren unos contra otros sobre la mesa aún cubierta del desayuno.
De color blanco perla y semitransparente, Nick llevaba puesto aquella noche su acostumbrado jubón, con una gorguera especialmente ancha que servía al doble propósito de dar a su atuendo un tono festivo y de asegurar que la cabeza se tambaleara lo menos posible sobre su cuello, parcialmente cortado.
- Buenas noches -dijo sonriéndoles.
- ¡Pues cómo serán las malas! -contestó Harry, quitándose las zapatillas y vaciándolas de agua-. Espero que se den prisa con la Ceremonia de Selección, porque me muero de hambre.
La selección de los nuevos estudiantes para asignarles casa tenía lugar al comienzo de cada curso; pero, por una infortunada combinación de circunstancias, Harry no había estado presente más que en la suya propia. 
- ¿Por qué?- preguntó Sirius- sé que en segundo fuiste en el auto de Artur, pero, ¿Y en tercero?
- La profesora McGonagall quería hablar sobre los horarios, estaba con Hermione -contestó Harry evitando decir que quería hablarle por el encuentro del dementor en el tren. Sabía que solo lo iba a hacer sentir culpable. 
Remus y McGonagall dirigieron la mirada a Harry pero no lo contradicieron. Tecnicamente no estaba mintiendo, la profesora habló de los horarios, pero no SUS horarios sino los de Hermione.
Estaba deseando que empezara. Justo en aquel momento, una voz entrecortada y muy excitada lo llamó:
- ¡EhHarry!
Era Colin Creevey, un alumno de tercero para quien Harry era una especie de héroe.
Snape resopló, lo que por suerte no fue oido porque Sirius habló al mismo tiempo.
- Ese es uno de los que habían sido petrificados, ¿no?
- Si, fue el primer en ser petrificado después de la gata -aclaró Harry.
- Es nacido muggle, vamos al mismo curso y él también es de Gryffindor -completó la información Ginny- este año entramos a tercero.
- Hola, Colin -respondió con poco entusiasmo.
Harry, ¿a que no sabes qué? ¿A que no sabes qué, Harry? ¡Mi hermano empieza este año! ¡Mi hermano Dennis!
- ¿Es normal que dos hermanos nacidos muggles tengan magia? -preguntó Hermione dirigiéndose a los profesores.
- No es algo común -le explicó la profesora McGonagall-, tener magia y ser nacido muggle ya de por si es como una anomalía. No hay herencia mágica, si no que simplemente surge. Y que suceda dos veces en la misma familia es más raro todavía. 
Harry pensó en su madre y en su tía Petunia. 
Eh... bien -dijo Harry.
- ¡Está muy nervioso! -explicó Colin, casi saltando arriba y abajo en su asiento-. ¡Espero que le toque Gryffindor! Cruza los dedos, ¿ehHarry?
- Sí, vale -accedió Harry. Se volvió hacia Hermione, Ron y Nick Casi Decapitado-. Los hermanos generalmente van a la misma casa, ¿no? -comentó.
Estaba pensando en los Weasley, que eran siete y todos habían pertenecido a Gryffindor.
- Es probable que vayan a la misma casa ya que fueron criados de igual forma -dijo el Sr. Weasley-, la primera enseñanza es siempre con tus padres y sus ejemplos, si ves que la satisfacción de lograr tus objetivos por puro trabajo duro es lo más importante para vos y en tu familia siempre se comportaron bajo esos criterios, es probable que seas de Hufflepuff, si en tu casa te enseñaron que los libros son una gran manera de aprender cosas y que te sumerjen en distintas realidades, es probable que vayas a Ravenclaw y así. Pero siempre hay excepciones, a veces al ver el ejemplo de nuestros padres queremos ir al extremo opuesto, como es el caso de Sirius..
- Aunque la crianza es un gran factor, esta en juego la personalidad también,- siguió Sirius- mi hermano y yo tuvimos la misma crianza, pero yo elegí no seguir el camino de mis padres. Aunque ellos nos quieran dirigir para donde piensan que es "lo mejor" nuestras elecciones son las que cuentan al final.
Harry quedó pensando en eso, en como él había elegido ir a Gryffindor, recordó la frase del director en su segundo año:  "No son las habilidades lo que demuestra lo que somos, son nuestras decisiones." 
- No, no necesariamente -repuso Hermione-. La hermana gemela de Parvati Patil está en Ravenclaw, y son idénticas. Uno pensaría que tenían que estar juntas, ¿verdad?
Harry miró la mesa de los profesores. Había más asientos vacíos de lo normal. Hagrid, por supuesto, estaría todavía abriéndose camino entre las aguas del lago con los de primero; la profesora McGonagall se encontraría seguramente supervisando el secado del suelo del vestíbulo; pero había además otra silla vacía, y no caía en la cuenta de quién era el que faltaba.
- ¿Dónde está el nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras? -preguntó Hermione, que también miraba la mesa de los profesores.
Primer día y ya tarde, pensó la profesora McGonagall.
Nunca habían tenido un profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras que les durara más de un curso. Con diferencia, el favorito de Harry había sido el profesor Lupin, que había dimitido el curso anterior. 
Remus miró a Harry sorprendido haciendo que este se pusiera rojo. Es que le resultaba raro seguir siendo su favorito después de haberlo visto convertido en lobo, según él tratar de atacarlo transformado era peor que tratar de borrarle la memoria. De solo pensar lo que podría haberle echo a Harry lo angustiaba, era sentenciarlo de por vida a ser igual que él. Se forzó para sonreir. 
- Gracias, yo también la pase bien siendo su profesor.
Sirius lo quedó mirando notando su falsa sonrisa, tendría que conversar con él luego.
Recorrió la mesa de los profesores de un lado a otro: no había ninguna cara nueva.
-¡A lo mejor no han podido encontrar a nadie! -dijo Hermione, preocupada.
Harry examinó la mesa con más cuidado. El pequeño profesor Flitwick, que impartía la clase de Encantamientos, estaba sentado sobre un montón de cojines al lado de la profesora Sprout, que daba Herbología y que en aquellos momentos llevaba el sombrero ladeado sobre el lacio pelo gris. Hablaba con la profesora Sinistra, del departamento de Astronomía. Al otro lado de la profesora Sinistra estaba Snape, el profesor de Pociones, con su pelo grasiento,su nariz ganchuda y su rostro cetrino: la persona a la que Harry tenía menos aprecio en todo Hogwarts.
La mirada de Snape era helada, pero Harry se la sostuvo. Que Harry prefería que eso no sea leído, cierto. Que Harry no se iba a disculpar por algo que había pensado su yo futuro,  algo que él ya pensaba, cierto también.
Hasta Sirius que había escondido una risita por la descripción no hizo ningún comentario malicioso. Cosa extraña si partimos de que hace un par de frases atrás casi se van a los golpes, esto sorprendió a Remus, tal vez y solo tal vez Sitios había madurado algo.
El odio que Harry le profesaba sólo tenía parangón con el que Snape le profesaba a él, un odio que, si eso era posible, parecía haberse intensificado el curso anterior después de que Harry había ayudado a huir a Sirius ante las desmesuradas narices de Snape.
- Desmesuradas, -comentó Sirius ahora riéndose con ganas- ¡esto es cada vez mejor! Me pregunto cuantos adjetivos más pueden entrar en esa nariz.
Remus retracto de inmediato su pensamiento de la madurez de Sirius. Por suerte o por desgracia según a quien le preguntes, Snape estaba más enfocado en apuñalar a Harry con los ojos que dar sentido a lo que su padrino decía entre risas.
Snape y Sirius habían sido enemigos desde que eran estudiantes. Al otro lado de Snape había un asiento vacío que Harry adivinó que era el de la profesora McGonagall. En la silla contigua, y en el mismo centro de la mesa, estaba sentado el profesor Dumbledore, el director: su abundante pelo plateado y su barba brillaban a la luz de las velas, y llevaba una majestuosa túnica de color verde oscuro bordada con multitud de estrellas y lunas. Dumbledore había juntado las yemas de sus largos y delgados dedos, y apoyaba sobre ellas la barbilla, mirando al techo a través de sus gafas demedia luna, como absorto en sus pensamientos.
Harry siempre fue observador, pensó Dumbledore, pero no pensé que tanto.
Harry también miró al techo. Por obra de encantamiento, tenía exactamente el mismo aspecto que el cielo al aire libre, aunque nunca lo había visto tan tormentoso como aquel día. Se arremolinaban en él nubes de color negro y morado. Después de oír un trueno, Harry vio que un rayo dibujaba en el techo su forma ahorquillada.
-¡Que se den prisa! -gimió Ron, al lado de Harry-. Podría comerme un hipogrifo.
No había acabado de pronunciar aquellas palabras cuando se abrieron las puertas del Gran Comedor y se hizo el silencio. La profesora McGonagall marchaba a la cabeza de una larga fila de alumnos de primero, a los que condujo hasta la parte superior del Gran Comedor, donde se encontraba la mesa de los profesores. Si Harry, Ron y Hermione estaban mojados, lo suyo no era nada comparado con lo de aquellos alumnos de primero. Más que haber navegado por el lago, parecían haberlo pasado a nado. Temblando con una mezcla de frío y nervios, llegaron a la altura de la mesa de los profesores y se detuvieron, puestos en fila, de cara al resto de los estudiantes. 
- Pobre,- susurró la Sra. Weasley- podrían ayudarlos a secarse con un simple hehcizo de aire caliente. Pueden enfermarse si se mantienen así el resto de la cena.
Ron estaba a punto de mencionarle que él también se había mojado, y no recibió ningún "pobre".
El único que no temblaba era el más pequeño de todos, un muchacho con pelo castaño desvaído que iba envuelto en lo que Harry reconoció como el abrigo de piel de topo de Hagrid. El abrigo le venía tan grande que parecía que estuviera envuelto en un toldo de piel negra. Su carita salía del cuello del abrigo con aspecto de estar al borde de la conmoción. Cuando se puso en fila con sus aterrorizados compañeros, vio a Colin Creevey, levantó dos veces el pulgar para darle a entender que todo iba bien y dijo sin hablar, moviendo sólo los labios: «¡Me he caído en el lago!» Parecía completamente encantado por el accidente. 
Definitivamente hermano de Colin, pensó Harry.
Entonces la profesora McGonagall colocó un taburete de cuatro patas en el suelo ante los alumnos de primero y, encima de él, un sombrero extremadamente viejo, sucio y remendado. Los de primero lo miraban, y también el resto de la concurrencia. Por un momento el Gran Comedor quedó en silencio. Entonces se abrió un desgarrón que el sombrero tenía cerca del ala, formando como una boca, y empezó a cantar:
- Hace tanto no escucho una canción del sombrero seleccionador - comentó el Sr. Weasley.
- No esperes que yo lo cante, lo voy a leer con rima solamente -la cara de Bill demostraba que no aceptaba objeciones. Por supuesto nadie se quejo, nadie quería hacerlo si él se negaba.
Hace tal vez mil años 
que me cortaron, ahormaron y cosieron.
Había entonces cuatro magos de fama 
de los que la memoria los nombres guarda:
El valeroso Gryffindor venía del páramo;
el bello Ravenclaw, de la cañada;
del ancho valle procedía Hufflepuff el suave,
y el astuto Slytherin, de los pantanos.
Harry se dió cuenta que la canción era diferente a la del primer año, era extraño estar en una selección que no sea la suya propia.
Compartían un deseo, una esperanza, un sueño:
idearon de común acuerdo un atrevido plan 
para educar jóvenes brujos.
Así nació Hogwarts, este colegio.
Luego, cada uno de aquellos fundadores 
fundó una casa diferente 
para los diferentes caracteres 
de su alumnado.
Para Gryffindor 
el valor era lo mejor;
Los de Gryffindor, la gran mayoría sonrieron ante estas palabras.
para Ravenclaw,
la inteligencia.
Para Hufflepuff el mayor mérito de todos 
era romperse los codos.
- Esos somos nosotros -susurró Tonks con orgullo.
El ambicioso Slytherin 
ambicionaba alumnos ambiciosos.
- La ambición no es mala, la ambición mueve el mundo. No estaríamos acá si no hubiera personas que se ponen altas metas en su vida- habló Dumbledore antes que cualquiera puediera decir algo desagradable-. El problema es cuando nos perdemos a nosotros mismos por esa meta. Como decía un gran escritor muggle: "De nada sirve al hombre ganar la Luna si ha de perder la Tierra", muchas personas se dejan llevar por sus ambiciones y dejan tras suyo cosas mucho mas valiosas e irremplazables. Pero, no se debe juzgar a nadie por lo que un grupo minoritario o mayoritario o la cantidad que sea haga, son personas, y como persona cada individuo es único- y mirando a todos concluyó-. Cada casa de Hogwarts tiene sus virtudes y defectos. No hay una casa que pueda encasillar a una persona por completo, todos tenemos un poco de cada una, es a lo que le damos prioridad lo que importa. 
Nadie sabía que decir ante esto, nunca se pusieron a pensar de verdad en la casa de Slytherin mas allá de decir que son un nido de serpientes, nunca les dieron el lugar para conocerlos. 
Estando aún con vida 
se repartieron a cuantos venían,
pero ¿cómo seguir escogiendo 
cuando estuvieran muertos y en el hoyo?
Fue Gryffindor el que halló el modo:
me levantó de su cabeza,
y los cuatro en mí metieron algo de su sesera 
para que pudiera elegiros a la primera.
Ahora ponme sobre las orejas. 
No me equivoco nunca:
echaré un vistazo a tu mente 
¡y te diré de qué casa eres!
En el Gran Comedor resonaron los aplausos cuando terminó de cantar el Sombrero Seleccionador.
- Fue mejor que la del año anterior -susurró Ginny con entusiasmo. 
Harry por supuesto no podía decir nada ante esto, no tenía idea como era la canción del año anterior.
-No es la misma canción de cuando nos seleccionó a nosotros -comentó Harry, aplaudiendo con los demás.
-Canta una canción diferente cada año -dijo Ron-. Tiene que ser bastante aburrido ser un sombrero, ¿verdad? Supongo que se pasa el año preparando la próxima canción.
- Practica bastante si -dijo divertido Dumbledore.
La profesora McGonagall desplegaba en aquel momento un rollo grande de pergamino.
-Cuando pronuncie vuestro nombre, os pondréis el sombrero y os sentaréis en el taburete -dijo dirigiéndose a los de primero-. Cuando el sombrero anuncie la casa a la que pertenecéis, iréis a sentaros en la mesa correspondiente. ¡AckerleyStewart!
Un chico se adelantó, temblando claramente de la cabeza a los pies, cogió el Sombrero Seleccionador, se lo puso y se sentó en el taburete.
Ravenclaw! -gritó el sombrero.
Stewart Ackerley se quitó el sombrero y se fue a toda prisa a sentarse a la mesa de Ravenclaw, donde todos lo estaban aplaudiendo. Harry vislumbró a Cho, la buscadora del equipo de Ravenclaw, que recibía con vítores a StewartAckerley cuando se sentaba. Durante un fugaz segundo, Harry sintió el extraño deseo de ponerse en la mesa de Ravenclaw.
- ¿Eh?-preguntó Sirius mirandolo con una ceja levantada mientras Ron reía a su costado.
Harry realmente no se esperaba esto, sabía que iban a leer los acontecimientos mas importantes pero no pensó que su vida privada también sería expuesta. No es como si sintiera algo fuerte por Cho, maldición la había visto solo una vez en un partido, y puede que piense que es algo linda y haya pensado en ella como su tipo ideal, pero con todo lo que sucedió en los últimos dos días es como si ese Harry ya no encajara con este Harry. Este Harry quería leer todo lo que necesitaba para que Voldemort se vaya de una vez y ahí si pensar en su vida normal, ahora tenían material para avanzar y luchar. Ese Harry pensaba que su tiempo era ilimitado hasta que Voldemort apareciera de nuevo. Este Harry después del primer capítulo sabía que Voldemort ya estaba viniendo por él. Este y ese es lo que lo diferenciaba, y no le parecía que Cho, una chica que apenas conocía y no sabía nada de esta lucha encajara en el yo de ahora, aunque tal vez sea tener a alguien ajeno lo que necesita. Era demasiado confuso, esperaba no tener que pensar mas en eso, vería como cruzar ese puente cuando estuviera en frente de él. Decidió ignorar a Sirius y a Ron por el momento, seguro que le preguntarían en solitario en cuanto tuviesen la oportunidad. 
BaddockMalcolm!
Slytherin!
La mesa del otro extremo del Gran Comedor estalló en vítores. Harry vio como aplaudía Malfoy cuando Malcolm se reunió con ellos. Harry se preguntó si Baddock tendría idea de que la casa de Slytherin había dado más brujos y brujas oscuros que ninguna otra. Fred y George silbaron a Malcolm Baddock mientras tomaba asiento.
BranstoneEleanor!
Hufflepuff!
CauldwellOwen!
Hufflepuff!
CreeveyDennis!
El pequeño Dennis Creevey avanzó tambaleándose y se tropezó en el abrigo de piel de topo de Hagrid al mismo tiempo que éste entraba furtivamente en el Gran Comedor a través de una puerta situada detrás de la mesa de los profesores. Unas dos veces más alto que un hombre normal y al menos tres veces más ancho, Hagrid, con su pelo y barba largos, enmarañados y renegridos, daba un poco de miedo. Una impresión falsa, porque Harry, Ron y Hermione sabían que Hagrid tenía un carácter muy bondadoso. Les guiñó un ojo mientras se sentaba a un extremo de la mesa de los profesores, y observó como Dennis Creevey se ponía el Sombrero Seleccionador. El desgarrón que tenía el sombrero cerca del ala volvió a abrirse.
Gryffindor! -gritó el sombrero.
- Bueno, -habló Hermione- Colin va a estar contento. Es nuestro primer Gryffindor también.
Harry aplaudió con los demás de la mesa de Gryffindor cuando Dennis Creevey, sonriendo de oreja a oreja, se quitó el sombrero, lo volvió a poner en el taburete y se fue a toda prisa junto a su hermano.
- ¡Colin, me caí! -dijo de modo estridente, arrojándose sobre un asiento vacío. ¡Fue estupendo! ¡Y algo en el agua me agarró y me devolvió a la barca!
- ¡Tranqui! -repuso Colin, igual de emocionado-. ¡Seguramente fue el calamar gigante, Dennis!
- ¡Vaya! -exclamó Dennis, como si nadie, en sus mejores sueños,pudiera imaginar nada mejor que ser arrojado al agua en un lago de varias brazas de profundidad, por una sacudida en medio de una tormenta, y ser sacado por un monstruo marino gigante.
- Ese chico tiene un sentido del humor parecido a ti Harry -comentó George haciendo alusión a la cantidad de peligros que se involucraba por año.
- Un día le va a resultar divertido pelear sin varita contra un dragón y ahí vamos a correr apuestas -la siguió Fred sin saber lo cercano que estaba de la realidad en el futuro. 
- ¡Dennis!, ¡Dennis!, ¿has visto a ese chico? ¡El del pelo negro y las gafas!, ¿lo ves? ¿A que no sabes quién es, Dennis?
Harry miró para otro lado y se fijó en el Sombrero Seleccionador, que en aquel instante estaba ocupándose de Emma Dobbs
Dumbledore le dirigió una mirada a Snape por el rabillo del ojo, señalandole que a Harry no le gustaba ser el centro de atención. Éste lo ignoro olimpicamente. 
La Selección continuó. Chicos y chicas con diferente grado de nerviosismo en la cara se iban acercando, uno a uno, al taburete de cuatro patas, y la fila se acortaba considerablemente conforme la profesora McGonagall iba llamando a los de la ele.
-¡Vamos, deprisa! -gimió Ron, frotándose el estómago.
-¡Por favor, Ron! Recordad que la Selección es mucho más importante que la comida -le dijo Nick Casi Decapitado, al tiempo que «¡Madley, Laura!»se convertía en miembro de la casa Hufflepuff.
- Y si no siente gusto es obvio que no le va a importar -masculló Ron.
-Por supuesto que sí, si uno está muerto -replicó Ron.
Harry lo miró, algunas cosas ya estaban cambiando. La respuesta de Ron había sido influenciada por la disputa de Snape y Sirius momentos antes, y sus contestaciones ya no coincidían. Se preguntaba si un cambio grande venía por pequeñas cosas como esa. 
-Espero que la remesa de este año en nuestra casa cumpla con los requisitos -comentó Nick Casi Decapitado, aplaudiendo cuando «¡McDonaldNatalie!» llegó a la mesa de Gryffindor-. No queremos romper nuestra racha ganadora, ¿verdad?
Gryffindor había ganado los tres últimos años la Copa de las Casas.
- ¿Solo tres? - comentó Sirius con arrogancia. 
- Slytherin venía ganando por seis años seguidos cuando entre a primero, a partir de ahí ganamos todas -aclaró Harry.
- ¡PritchardGraham!
- ¡Slytherin!
- ¡Quirke, Orla!
- ¡Ravenclaw!
Por último, con «¡WhitbyKevin!» («¡Hufflepuff!»), la Ceremonia de Selección dio fin. La profesora McGonagall cogió el sombrero y el taburete, y se los llevó.
- Se acerca el momento -dijo Ron cogiendo el tenedor y el cuchillo y mirando ansioso su plato de oro.
Ron veía el libro tan concentrado, que Harry pensó por un momento que estaba tratando de teletransportarse dentro.
El profesor Dumbledore se puso en pie. Sonreía a los alumnos, con los brazos abiertos en señal de bienvenida.
- Tengo sólo dos palabras que deciros -dijo, y su profunda voz resonó enel Gran Comedor-: ¡A comer!
- Amo los discursos de Dumbledore -dijo Tonks sonriendo hacia el director-, cortos y rápidos.
- ¡Obedecemos! -dijeron Harry y Ron en voz alta, cuando por arte de magia las fuentes vacías de repente aparecieron llenas ante sus ojos.
Nick Casi Decapitado observó con tristeza cómo Harry, Ron y Hermione llenaban sus platos de comida.
- ¡Ah, «esdo esdá me'or»! -dijo Ron con la boca llena de puré de patata.
- Ron Weasley.
- Lo sé mamá- contestó rodando los ojos. 
Que quería su madre que haga, no era él, o por lo menos no todavía.
- Tenéis suerte de que haya banquete esta noche, ¿sabéis? -comentó Nick Casi Decapitado-. Antes ha habido problemas en las cocinas.
- ¿«Pogué»? ¿«Gué ha sudedido»? -dijo Harry, con la boca llena con un buen pedazo de carne.
Peeves, por supuesto -explicó Nick Casi Decapitado, moviendo la cabeza, que se tambaleó peligrosamente. Se subió la gorguera un poco más-. Lo de siempre, ya sabéis. Quería asistir al banquete. Bueno, eso está completamente fuera de cuestión, porque ya lo conocéis: es un salvaje; no puede ver un plato de comida y resistir el impulso de tirárselo a alguien. Celebramos una reunión de fantasmas al respecto. El Fraile Gordo estaba a favor de darle una oportunidad, pero el Barón Sanguinario... más prudentemente, a mí parecer... se mantuvo en sus trece.
- El Fraile Gordo es demasiado bueno hasta para su propio bien - suspiró McGonagall, Peeves ya era inexcusable, había tenido muchas oportunidades.
El Barón Sanguinario era el fantasma de Slytherin, un espectro adusto ymudo cubierto de manchas de sangre de color plateado. Era el único enHogwarts que realmente podía controlar a Peeves.
- Siempre me pregunté porque está cubierto de sangre -confesó Sirius.
Como Merodeador había pocos secretos del castillo que no conocían, la Cámara de los Secretos ya era una, y cada vez se acumulaban más. Hogwarts era misterioso, tal vez nadie nunca conociera todo lo que guardaba.
- Sí, ya nos pareció que Peeves estaba enfadado por algo -dijo Ron entono enigmático-. ¿Qué hizo en las cocinas?
- ¡Oh, lo normal! -respondió Nick Casi Decapitado, encogiéndose dehombros-. Alborotó y rompió cosas. Tiró cazuelas y sartenes. Lo encontraron nadando en la sopa. A los elfos domésticos los sacó de sus casillas...¡Paf!
Hermione acababa de golpear su copa de oro. El zumo de calabaza seextendió rápidamente por el mantel, manchando de color naranja una amplia superficie de tela blanca, pero Hermione no se inmutó por ello.
- ¿Aquí hay elfos domésticos? -preguntó, clavando los ojos en Nick Casi Decapitado, con expresión horrorizada-. ¿Aquí, en Hogwarts?
La misma expresión se veía reflejada en la Hermione sentada al costado de Harry.
- ¿No lo sabías? - preguntó Charlie levantando una ceja. Ya se iban acostumbrando a la personalidad de la chica y verla que había algo que no sabía era raro. 
- Obviamente que no lo sabía -exclamó Hermione ya con el ceño fruncido- parece que ese tipo de cosas no es TAN importante como para colocarlo en ningún libro.
Y antes que pudiera lanzar una larga charla que es mas que seguro que vendría en el libro también, Bill la cortó para seguir leyendo.
- Claro que sí -respondió Nick Casi Decapitado, sorprendido de la reacción de Hermione-. Más que en ninguna otra morada de Gran Bretaña,según creo. Más de un centenar.
- ¡Si nunca he visto a ninguno! -objetó Hermione.
- No serían buenos elfos si los hubieses visto - aclaró Sirius ganandose una mirada ardiente.
Tenía suerte que Hermione no había estado cuando sacaron todas las cabezas de los elfos de la pared, y tampoco tuvo el "gusto" de conocer a Kreacher. 
- Bueno, apenas abandonan las cocinas durante el día -explicó Nick Casi Decapitado-. Salen de noche para hacer un poco de limpieza... atender los fuegos y esas cosas... Se supone que no hay que verlos. Eso es lo que distingue a un buen elfo doméstico, que nadie sabe que está ahí.
Hermione lo miró fijamente.
- Pero ¿les pagan? -preguntó-. Tendrán vacaciones, ¿no? Y... y baja por enfermedad, pensiones y todo eso...
La mayoría estaba tratando de no reirse, es que a los que conocían a los elfos domesticos normales (porque Dobby era una excepción) les parecía absurdo plantear algo como eso. De solo pensar en proponerselos...
Digamos que era mejor no hacerlo, no solo lo tomarían como un insulto sino que podrían pensar que estaban por darle la prenda y comenzar a llorar o peor, golpearse.
Nick Casi Decapitado se rió con tantas ganas que la gorguera se le bajó y la cabeza se le cayó y quedó colgando del fantasmal trocito de piel y músculo que todavía la mantenía unida al cuello.
- ¿Baja por enfermedad y pensiones? -repitió, volviendo a colocarse la cabeza sobre los hombros y asegurándola de nuevo con la gorguera-. ¡Los elfos domésticos no quieren bajas por enfermedad ni pensiones!
Hermione miró su plato, que estaba casi intacto, puso encima el tenedor y el cuchillo y lo apartó de ella.
- ¿Cómo saben lo que quieren si nunca le dieron la posibilidad de elección? Si nunca les dijeron las alternativas que tenían y que todo trabajo debe ser remunerado. Es solo injusto.
Harry le colocó una mano sobre el hombro.
- Hermione, podemos hablar después de esto o cuando lleguemos a Hogwarts puedes ir a habar con ellos, ¿Si?
Ella asintió. Mejor, porque Harry no tenía idea como proceder o si no, lo único que sabía es que si la dejaba iba a estar una hora hablando sobre todos los derechos que les correspondían a los elfos y a cualquier criatura mágica e iban a terminar de leer el capítulo nunca.
VabosHe'mione» -dijo Ron, rociando sin querer a Harry con trocitos de budín de Yorkshire-. «Va'a», lo siento, «Adry». -Tragó-. ¡Porque te mueras de hambre no vas a conseguir que tengan bajas por enfermedad!
-Esclavitud -dijo Hermione, respirando con dificultad-. Así es como se hizo esta cena: mediante la esclavitud.
Sirius rodó los ojos. Usar la palabra esclavitud le parecía una exageración total. 
Y se negó a probar otro bocado. La lluvia seguía golpeando con fuerza contra los altos y oscuros ventanales. Otro trueno hizo vibrar los cristales, y el techo que reproducía la tormenta del cielo brilló iluminando la vajilla de oro justo en el momento en que los restos del plato principal se desvanecieron y fueron reemplazados, en un abrir y cerrar de ojos, por los postres.
-¡Tarta de melaza, Hermione! -dijo Ron, dándosela a oler-. ¡Bollo de pasas, mira! ¡Y pastel de chocolate!
- No hables de comida yo futuro - susurró Ron, cosa que hizo reir a Harry.
Pero la mirada que le dirigió Hermione le recordó hasta tal punto la de laprofesora McGonagall que prefirió desistir. Una vez terminados los postres y cuando los últimos restos desaparecieronde los platos, dejándolos completamente limpios, Albus Dumbledore volvió alevantarse. El rumor de charla que llenaba el Gran Comedor se apagó al instante, y sólo se oyó el silbido del viento y la lluvia golpeando contra los ventanales.
-¡Bien! -dijo Dumbledoresonriéndoles a todos-. Ahora que todos estamos bien comidos -Hermione lanzó un gruñido-, debo una vez más rogar vuestra atención mientras os comunico algunas noticias: »El señor Filch, el conserje, me ha pedido que os comunique que la lista de objetos prohibidos en el castillo se ha visto incrementada este año con la inclusión de los yoyós gritadores, los discos voladores con colmillos y los bumeranes-porrazo. La lista completa comprende ya cuatrocientos treinta y siete artículos, según creo, y puede consultarse en la conserjería del señor Filch. 
- ¿Alguien consulta eso? -preguntó Tonks incrédula- en mis siete años no vi a nadie haciéndolo, ya de por si nadie se acerca a la conserjeria de Filch por propia voluntad a menos que quiera gastarle una broma. 
- Percy lo hizo cuando fue prefecto - respondió Fred.
- Prefecto perfecto -cantaron ambos gemelos recordando su antiguo apodo.
La boca de Dumbledore se crispó un poco en las comisuras. Luego prosiguió:
- Como cada año, quiero recordaros que el bosque que está dentro de los terrenos del castillo es una zona prohibida a los estudiantes. Otro tanto ocurre con el pueblo de Hogsmeade para todos los alumnos de primero y de segundo. »Es también mi doloroso deber informaros de que la Copa de quidditch no se celebrará este curso.
- ¿Qué? -exclamó Harry- no puede hacer eso profesor. 
- Puedo Harry y es necesario -contestó calmadamente- los acontecimientos de este año son muy importantes, no hay tiempo en el calendario escolar para tener ambos eventos. 
A Harry no se le ocurría ningún "evento" que pueda ser mas importante que la Copa de Quidditch.
-¿Qué? -dijo Harry sin aliento.
Miró a Fred y George, sus compañeros del equipo de quidditch. Le decían algo a Dumbledore moviendo sólo los labios, sin pronunciar ningún sonido, porque debían de estar demasiado consternados para poder hablar. 
Estos gemelos sin embargo se encontraban tranquilos, ya sabían cual era el gran evento.
Dumbledore continuó:
-Esto se debe a un acontecimiento que dará comienzo en octubre y continuará a lo largo de todo el curso, acaparando una gran parte del tiempo y la energía de los profesores... pero estoy seguro de que lo disfrutaréis enormemente. Tengo el gran placer de anunciar que este año en Hogwarts...
Pero en aquel momento se escuchó un trueno ensordecedor, y las puertas del Gran Comedor se abrieron de golpe. 
- ¿De encerio? -protestó Ron.
Los otros jovenes estaban igual de incrédulos, justo cuando iban a averiguarlo. 
En la puerta apareció un hombre que se apoyaba en un largo bastón y se cubría con una capa negra de viaje. Todas las cabezas en el Gran Comedor se volvieron para observar al extraño, repentinamente iluminado por el resplandor de un rayo que apareció en el techo. Se bajó la capucha, sacudió una larga melena en parte cana y en parte negra, y caminó hacia la mesa de los profesores. Un sordo golpe repitió cada uno de sus pasos por el Gran Comedor. Llegó a un extremo de la mesa de los profesores, se volvió a la derecha y fue cojeando pesadamente hacia Dumbledore. El resplandor de otro rayo cruzó el techo. Hermione ahogó un grito. Aquella luz había destacado el rostro del hombre, y era un rostro muy diferente de cuantos Harry había visto en su vida. Parecía como labrado en un trozo de madera desgastado por el tiempo y la lluvia, por alguien que no tenía la más leve idea de cómo eran los rostros humanos y que además no era nada habilidoso con el formón. Cada centímetro de la piel parecía una cicatriz. La boca era como un tajo en diagonal, y le faltaba un buen trozo de la nariz. 
- Ojoloco - susurró el Sr. Weasley para si mismo sonriendo.
La descripción era muy precisa como para equivocarse. No conocía nadie mas que tuviese tantas heridas de guerra. 
Pero lo que lo hacía verdaderamente terrorífico eran los ojos. Uno de ellos era pequeño, oscuro y brillante. El otro era grande, redondo como una moneda y de un azul vívido, eléctrico. El ojo azul se movía sin cesar, sin parpadear, girando para arriba y para abajo, a un lado y a otro, completamente independiente del ojo normal... y luego se quedaba en blanco, como si mirara al interior de la cabeza. 
Tonks se estremeció, nunca se acostumbró a ese ojo. 
El extraño llegó hasta Dumbledore. Le tendió una mano tan toscamente formada como su cara, y Dumbledore la estrechó, murmurando palabras que Harry no consiguió oír. Parecía estar haciéndole preguntas al extraño, que negaba con la cabeza, sin sonreír, y contestaba en voz muy baja. Dumbledore asintió también con la cabeza, y le mostró al hombre el asiento vacío que había a su derecha. El extraño se sentó y sacudió su melena para apartarse el pelo entrecano de la cara; se acercó un plato de salchichas, lo levantó hacia lo que le quedaba de nariz y lo olfateó. 
McGonagall resopló, eso ya era demasiado. Nadie iba a envenenarlo en Hogwarts.
A continuación se sacó del bolsillo una pequeña navaja, pinchó una de las salchichas por un extremo y empezó a comérsela. Su ojo normal estaba fijo en la salchicha, pero el azul seguía yendo de un lado para otro sin descanso, moviéndose en su cuenca, fijándose tanto en el Gran Comedor como en los estudiantes.
Os presento a nuestro nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras -dijo animadamente Dumbledore, ante el silencio de la sala-: el profesor Moody.
Lo normal era que los nuevos profesores fueran recibidos con saludos y aplausos, pero nadie aplaudió aquella vez, ni entre los profesores ni entre los alumnos, a excepción de Hagrid y Dumbledore. El sonido de las palmadas de ambos resonó tan tristemente en medio del silencio que enseguida dejaron de aplaudir. Todos los demás parecían demasiado impresionados por la extraña apariencia de Moody para hacer algo más que mirarlo.
- Yo tuve la misma reacción el día que lo conocí -habló Tonks- hay que admitir que su apariencia es demasiado...
- Aterradora - aportó George.
- Espeluznante - la siguió Fred.
- Imponente -concluyó Tonks con una sonrisa. 
- ¿Moody? -le susurró Harry a Ron-. ¿Ojoloco Moody? ¿Al que tu padre ha ido a ayudar esta mañana?
- Debe de ser él -dijo Ron, con voz asustada.
- ¿Qué le ha ocurrido? -preguntó Hermione en voz muy baja-. ¿Qué le pasó en la cara?
- No lo sé -contestó Ron, observando a Moody con fascinación.
- Demasiado enfrentamientos supongo - Sirius repuso recordando que el Moody de hace tantos años atrás no era nada parecido a ese.
Moody parecía totalmente indiferente a aquella fría acogida. Haciendo caso omiso de la jarra de zumo de calabaza que tenía delante, volvió a buscar en su capa de viaje, sacó una petaca y echó un largo trago de su contenido. Al levantar el brazo para beber, la capa se alzó unos centímetros del suelo, y Harry vio, por debajo de la mesa, parte de una pata de palo que terminaba en una garra. Dumbledore volvió a aclararse la garganta.
Bueno demasiados, pero demasiados enfrentamiento más, pensó ahora horrorizado. No creía posible que pudo haber conseguido tantas heridas en batalla y vivido.
Los mas jovenes se estremcían por la descripción que cada vez se ponía peor.
- Como iba diciendo -siguió, sonriendo a la multitud de estudiantes quetenía delante, todos los cuales seguían con la mirada fija en Ojoloco Moody-, tenemos el honor de ser la sede de un emocionante evento que tendrá lugar durante los próximos meses, un evento que no se celebraba desde hacía más de un siglo. Es un gran placer para mí informaros de que este curso tendrá lugar en Hogwarts el Torneo de los tres magos.
Bueno, eso ya lo sabían por el titulo del capítulo, ahora esperaban la explicación.
- ¡Se está quedando con nosotros! -dijo Fred en voz alta.
Repentinamente se quebró la tensión que se había apoderado del GranComedor desde la entrada de Moody. Casi todo el mundo se rió, y Dumbledore también, como apreciando la intervención de Fred.
- No me estoy quedando con nadie, señor Weasley -repuso-, aunque,hablando de quedarse con la gente, este verano me han contado un chiste buenísimo sobre un trol, una bruja y un leprechaun que entran en un bar...
La profesora McGonagall se aclaró ruidosamente la garganta.
Todos comenzaron a reir.
- ¿Puedes contarnos el final profesor? -preguntó Sirius mirandolo, todos estaban expectantes. 
- Es una verdadera lástima, porque todavía no sucedió y no sé como termina.
La profesora McGonagall sacudió la cabeza mientras ellos seguían riendo.
- Eh... bueno, quizá no sea éste el momento más apropiado... No, es verdad -dijo Dumbledore-. ¿Dónde estaba? ¡Ah, sí, el Torneo de los tres magos! Bien, algunos de vosotros seguramente no sabéis qué es el Torneo delos tres magos, así que espero que los que lo saben me perdonen por dar una breve explicación mientras piensan en otra cosa. 
Harry se sentó con los codos en sus rodillas prestando absoluta atención a Bill.
»EI Torneo de los tres magos tuvo su origen hace unos setecientos años, y fue creado como una competición amistosa entre las tres escuelas de magia más importantes de Europa: Hogwarts, Beauxbatons y Durmstrang. Para representara cada una de estas escuelas se elegía un campeón, y los tres campeones participaban en tres pruebas mágicas. Las escuelas se turnaban para ser la sede del Torneo, que tenía lugar cada cinco años, y se consideraba un medio excelente de establecer lazos entre jóvenes magos y brujas de diferentes nacionalidades... hasta que el número de muertes creció tanto que decidieron interrumpir la celebración del Torneo.
- ¿El número de muertes? -susurró Hermione, algo asustada.
La misma cara se reflejaba en la Hermione de este tiempo. No pensaba que la competición sea tan peligrosa. Definitivamente iba a averiguar que pruebas se habían realizado en el pasado para que haya tantas muertes.
Pero la mayoría de los alumnos que había en el Gran Comedor no parecían compartir aquel miedo: muchos de ellos cuchicheaban emocionados, y el mismo Harry estaba más interesado en seguir oyendo detalles sobre el Torneo que en preocuparse por unas muertes que habían ocurrido hacía más de cien años.
- En todo este tiempo ha habido varios intentos de volver a celebrar el Torneo -prosiguió Dumbledore-, ninguno de los cuales tuvo mucho éxito. Sin embargo, nuestros departamentos de Cooperación Mágica Internacional y de Deportes y Juegos Mágicos han decidido que éste es un buen momento para volver a intentarlo. Hemos trabajado a fondo este verano para asegurarnos de que esta vez ningún campeón se encuentre en peligro mortal.
- Eso suena bien para mi - exclamó Fred entusiasmado ya imaginandose siendo parte del torneo.
»En octubre llegarán los directores de Beauxbatons y de Durmstrang con su lista de candidatos, y la selección de los tres campeones tendrá lugar en Halloween. Un juez imparcial decidirá qué estudiantes reúnen más méritos para competir por la Copa de los tres magos, la gloria de su colegio y el premio en metálico de mil galeones.
- ¡Yo voy a intentarlo! -dijo entre dientes Fred Weasley, con la cara iluminada de entusiasmo ante la perspectiva de semejante gloria y riqueza.
La Sra. Weasley ni se inmutó, lo que Ron encontró extraño. Es que en realidad ella se esperaba que quisieran, pero gracias a las restricciones sabía que todos sus niño estarían seguros.
No debía de ser el único que se estaba imaginando a sí mismo como campeón de Hogwarts. En cada una de las mesas, Harry veía a estudiantes que miraban a Dumbledore con expresión de arrebato, o que cuchicheaban con los vecinos completamente emocionados. Pero Dumbledore volvió a hablar, y en el Gran Comedor se hizo otra vez el silencio.
No es de extrañar que Potter quiera ser el centro, pensó Snape.
- Aunque me imagino que todos estaréis deseando llevaros la Copa del Torneo de los tres magos -dijo-, los directores de los tres colegios participantes, de común acuerdo con el Ministerio de Magia, hemos decidido establecer una restricción de edad para los contendientes de este año. Sólo los estudiantes que tengan la edad requerida (es decir, diecisiete años o más) podrán proponerse a consideración. 
Ahora la tranquilidad de Molly se entendía.
- ¿Qué?- exclamó Fred levantándose de un salto y viendo directamente al director- ¿Cómo pueden hacernos eso? Tenemos casi diecisiete.
- Es verdad -lo apoyo George- tendrían que ser justos y dejar que los de sexto y séptimo participen y ya.
Ron descontento con esto comenzó a protestar también.
- Claro que no, -comenzó su madre- ustedes son menores de edad y las pruebas son peligrosas. Están hechas para que solo los estudiantes avanzados puedan participar y todavía presentan riesgos. Callénse -alzó la voz cuando las protestas se seguían oyendo- esto no está a discusión. Y cuidado con esa manera de dirigirse al director jovencito.
Los tres se cruzaron de brazos y se hundieron en su lugar. Era obvio que no iban a dejar el tema por las buenas. 
Ésta -Dumbledore levantó ligeramente la voz debido a que algunos hacían ruidos de protesta en respuesta a sus últimas palabras, especialmente los gemelos Weasley, que parecían de repente furiosos- es una medida que estimamos necesaria dado que las tareas del Torneo serán difíciles y peligrosas, por muchas precauciones que tomemos, y resulta muy improbable que los alumnos de cursos inferiores a sexto y séptimo sean capaces de enfrentarse a ellas. 
Molly asintió demostrándoles que el directos decia algo muy parecido a lo que había dicho ella misma.
Me aseguraré personalmente de que ningún estudiante menor de esa edad engañe a nuestro juez imparcial para convertirse en campeón de Hogwarts. -Sus ojos de color azul claro brillaron especialmente cuando los guiñó hacia los rostros de Fred y George, que mostraban una expresión de desafío-. Así pues, os ruego que no perdáis el tiempo presentándoos si no habéis cumplido los diecisiete años.»Las delegaciones de Beauxbatons y Durmstrang llegarán en octubre y permanecerán con nosotros la mayor parte del curso. 
- El castillo va a estar sobrecargado -habló Tonks sabiendo lo dificil que era manejar grandes multitudes y mas si estos son jovenes.
Sé que todos trataréis a nuestros huéspedes extranjeros con extremada cortesía mientras están con nosotros, y que daréis vuestro apoyo al campeón de Hogwarts cuando sea elegido o elegida. Y ya se va haciendo tarde y sé lo importante que es para todos vosotros estar despiertos y descansados para empezar las clases mañana por la mañana. ¡Hora de dormir! ¡Andando!
Harry suspiró, y ahí se iban sus esperanzas del Torneo. Sonaba interesante desafiar pruebas junto con otros colegios. Era una forma de hacer algo que reemplace el Quidditch.
Dumbledore volvió a sentarse y siguió hablando con Ojoloco Moody. Los estudiantes hicieron mucho ruido al ponerse en pie y dirigirse hacia la doble puerta del vestíbulo.
- ¡No pueden hacer eso! -protestó George Weasley, que no se había unido a la multitud que avanzaba hacia la salida sino que se había quedado quieto, de pie y mirando a Dumbledore-. Nosotros cumpliremos los diecisiete en abril: ¿por qué no podemos tener una oportunidad?
- Abril suena cercano porque es dentro del año escolar, pero en realidad son siete meses de distancia - señaló el Sr. Weasley mirando a sus hijos-, es bastante tiempo antes que los cumplan. 
- No me van a impedir que entre -aseguró Fred con testarudez, mirando a la mesa de profesores con el entrecejo fruncido-. Los campeones tendrán que hacer un montón de cosas que en condiciones normales nunca nos permitirían. ¡Y hay mil galeones de premio!
- Sí -asintió Ron, con expresión soñadora-. Sí, mil galeones...
- Vamos -dijo Hermione-, si no nos movemos nos vamos a quedar aquí solos.
Harry, Ron, Hermione, Fred y George salieron por el vestíbulo; los gemelos iban hablando de lo que Dumbledore podía hacer para impedir que participaran en el Torneo los menores de diecisiete años.
- ¿Quién es ese juez imparcial que va a decidir quiénes serán los campeones? -preguntó Harry.
- No lo sé -respondió Fred-, pero es a él a quien tenemos que engañar. Supongo que un par de gotas de poción envejecedora podrían bastar,George...
- ¿Realmente piensas que una simple poción envejecedora va a poder engañar a cualquiera que sea el juez? Seguro va a star preparado para todo tipo de engaños de edad, por algo la restricción - aseguró Hermione levantando una ceja.
- Hermione no eres para nada divertida -contestó George mientras la imitaba al levantar su ceja también. 
- Además, no perdemos nada por intentarlo.
- Pero Dumbledore sabe que no tienes la edad -dijo Ron.
- Ya, pero él no es el que decide quién será el campeón, ¿no? -dijo Fred astutamente-. Me da la impresión de que cuando ese juez sepa quién quiere participar escogerá al mejor de cada colegio y no le importará mucho la edad. Dumbledore pretende que no lleguemos a presentarnos.
- ¡Pero ha habido muertos! -señaló Hermione con voz preocupada mientras atravesaban una puerta oculta tras un tapiz y comenzaban a subir otra escalera más estrecha.
- Sí -admitió Fred, sin darle importancia-, pero eso fue hace años, ¿no?Además, ¿es que puede haber diversión sin un poco de riesgo? ¡Eh, Ron!, y si averiguamos cómo engañar a Dumbledore, ¿no te gustaría participar?
- ¿Que clase de hermanos mayores son? -los regañó la Sra. Weasley- tratar de arrastrar a su hermano de tan solo catorce años a algo así de peligrosos. Sin mencionar que ustedes tampoco tienen edad para hacerlo. 
Por lo menos tenían la decencia de parcer culpable, hasta que George levantó la cabeza mirando a su madre.
- Espera, ¿Porque me estas involucrando a mi de vuelta? Fred fue el que lo dijo, yo nunca diría algo así.
Harry saía que George eguramente si lo haría, pero estaba tratando de tocar la fibra sensible de su madre. El día anterior habían discutido por lo mismo, lo que uno de los gemelos haga no se supone que sea culpa de ambas.
- Bueno, lo siento George. Pero tú -habló mirando a Fred- hablaremos luego. 
-¿Qué te parece? -le preguntó Ron a Harry-. Estaría bien participar,¿no? Pero supongo que elegirán a alguien mayor... No sé si estamos preparados...
-Yo, desde luego, no lo estoy -dijo desde detrás de Fred y George la voz triste de Neville-. Supongo que a mi abuela le gustaría que lo intentara. Siempre me dice que debería mantener alto el honor de la familia. Tendré que... ¡Ay!
Neville acababa de hundir un pie en un peldaño a mitad de la escalera. En Hogwarts había muchos escalones falsos como aquél. Para la mayor parte delos estudiantes que llevaban cierto tiempo en Hogwarts, saltar aquellos escalones especiales se había convertido en un acto inconsciente, pero la memoria de Neville era nefasta.
- Sus padres no se parecen en nada a él -dijo Sirius divertido-, Frank y Alice tienen un año más que nosotros y eran los mejores de su generación.
Remus quién no se perdió el tiempo presente se preguntó si su amigo sabía lo que les sucedió a ambos. No es como si estuviesen muertos para usar pasado, pero la mayoría solía usarlo para los parientes que presentaban el tipo de locura que deja la tortura por crucio. Era algo que no tenía cura, y eran muy raros los momentos de lucidez que podían tener y siempre con pequeñas acciones o con una palabra no más que eso. Iba a tener que hablar con él mas tarde para preguntarle, después de todo la tortura de ambos había sucedido después que Sirius sea llevado a Azkabán. 
Harry por su parte se preguntaba acerca de los padres de Neville, él solo había dicho que vivía con la abuela y mencionado un par de veces a tios, pero no hablo de sus padres, y aunque Sirius hable como si vivieran estuvo por mas de una década fuera de las noticias mágicas. Era increible que sus compañeros sepan toda su vida y él no sepa nada sobre las suyas.
Entre Harry y Ron lo agarraron por las axilas y le liberaron el pie, mientras una armadura que había al final de la escalera se reía con un tintineo de sus piezas de metal.
- ¡Cállate! -le dijo Ron, bajándole la visera al pasar.
- Son unos buenos amigos -les dijo la Sra. Weasley mostrandoles una sonrisa que Harry estaba seguro de no haber visto durante todo el capitulo. 
Fueron hasta la entrada de la torre de Gryffindor, que estaba oculta tras el enorme retrato de una señora gorda con un vestido de seda rosa.
- ¿La contraseña? -preguntó cuando los vio aproximarse.
- «¡Tonterías!» -respondió George-. Es lo que me ha dicho abajo un prefecto.
El retrato se abrió hacia ellos para mostrar un hueco en el muro, a través del cual entraron. Un fuego crepitaba en la sala común de forma circular, abarrotada de mesas y de butacones mullidos. Hermione dirigió una mirada sombría a las alegres llamas, y Harry la oyó murmurar claramente «esclavitud» antes de volverse a ellos para darles las buenas noches y desaparecer por la puerta hacia el dormitorio de las chicas. 
Hermione actual, pasado el tiempo de escuchar sobre el torneo y teniendo por sentrado que nadie interesante participaría se enfocó mas en lo que le importaba ahora, tendría que leer unos cuantos libros de derechos en el mundo mágico.
Harry, Ron y Neville subieron por la última escalera, que era de caracol, para ir a su dormitorio, que se hallaba al final de la torre. Pegadas a la pared había cinco camas con dosel de color carmesí intenso, cada una de las cuales tenía a los pies el baúl de su propietario. Dean y Seamus se metían ya en la cama. Seamus había colgado la escarapela del equipo de Irlanda en la cabecera de la suya, y Dean había clavado con chinchetas el póster de Viktor Krum sobre la mesita de noche. El antiguo póster del equipo de fútbol de WestHam estaba justo al lado.
-Está pirado -comentó Ron suspirando y moviendo la cabeza de lado alado ante los futbolistas de papel.
Harry, Ron y Neville se pusieron el pijama y se metieron en la cama. Alguien (un elfo doméstico, sin duda) había colocado calentadores entre las sábanas. Era muy placentero estar allí, en la cama, y escuchar la tormenta que azotaba fuera.
- Podría presentarme -dijo Ron en la oscuridad, medio dormido-, si Fred y George descubren cómo hacerlo... El Torneo... nunca se sabe, ¿verdad?
- Claro que encontraremos una manera hermanito, cuenta con nosotros - exclamó Fred ignorando a los mayores.
- Supongo que no... -Harry se dio la vuelta en la cama y una serie de nuevas imágenes deslumbrantes se le formaron en la mente: engañaba a aquel juez imparcial y le hacía creer que tenía diecisiete años... Lo elegían campeón de Hogwarts... Se hallaba en el campo, con los brazos alzados delante de todoel colegio, y sus compañeros lo ovacionaban... Acababa de ganar el Torneo de los tres magos, y de entre la borrosa multitud se destacaba claramente el rostro de Cho, resplandeciente de admiración... Harry sonrió a la almohada, contento de que Ron no pudiera ver lo que él veía.
El final del capítulo terminó con un Harry totalmente colorado mientras Ron lo codeaba y una Ginny que miraba hacia abajo. 
Ella sabía que Harry no se iba a fijar en la hermanita de su mejor amigo, pero eso no hacía que sea menos doloroso escuchar sus sentimientos con respecto a otra persona. Tendría que ser fuerte y bloquearlo, era esperable que vengan escenas o pensamientos peores a medida que el libro avance. No podía tampoco estar sintiendose así mientras todos buscaban una solución para cambiar el futuro. Ésta era una tarea importante, y que la hayan incluido ya tenía que ser suficiente. Respirando ondo, se sentó mas derecha y captó una mirada de su madre, no se la respondió, no quería su lástima. 
Bill ajeno a todo esto pasó el libro a su padre quién lo tomó rapidamente.
Capitulo 13: -dijo y sonriendo a todos siguió- Ojoloco Moody.
Iba a ser divertido leer un capitulo que tratase de su amigo.