miércoles, 1 de junio de 2016

Alboroto en el Ministerio

— Capítulo 10: Alboroto en el Ministerio.
Arthur se mostró preocupado en comparación a los otros. Para los más chicos el capitulo ya no tenía emoción con ese nombre. Era como escuchar hablar a Percy.
El señor Weasley los despertó cuando llevaban sólo unas pocas horas durmiendo. Usó la magia para desmontar las tiendas, y dejaron el camping tan rápidamente como pudieron.
Molly tomó la mano de su marido, seguro que su yo futuro estaba muerta de preocupación.
Al pasar por al lado del señor Roberts, que estaba a la puerta de su casita, vieron que tenía un aspecto extraño, como de aturdimiento. El muggle los despidió con un vago «Feliz Navidad».
— Va a estar bien, - aclaró Tonks ante la cara de preocupación de Harry y Hermione – cuando una persona es sometida a varios hechizos desmemorizantes en un periodo tan corto de tiempo queda confundida, pero nada que no se solucione después de una siesta.
— Se recuperará —aseguró el señor Weasley en voz baja, de camino hacia el páramo—. A veces, cuando se modifica la memoria de alguien, al principio se siente desorientado... y es mucho lo que han tenido que hacerle olvidar.
Harry se había mostrado preocupado anteriormente ya que recordaba a Lockhart y como había quedado después de que su propio hechizo haya rebotado, pero ante las palabras de Tonks y el señor Weasley en el futuro se tranquilizo. Hubiese sido terrible que si algún tipo de secuela les quedaba a la familia muggle.
Al acercarse al punto donde se hallaban los trasladores oyeron voces insistentes. Cuando llegaron vieron a Basil, el que estaba a cargo de los trasladores, rodeado de magos y brujas que exigían abandonar el camping lo antes posible.
— Entendible- susurró la profesora McGonagall, se imaginaba la desesperación de cada familia en sus casas sin tener noticias de su familia y enterándose por la prensa de lo sucedido.
El señor Weasley discutió también brevemente con Basil, y terminaron poniéndose en la cola. Antes de que saliera el sol cogieron un neumático viejo que los llevó a la colina de Stoatshead. Con la luz del alba, regresaron por Ottery St. Catchpole hacia La Madriguera, hablando muy poco porque estaban cansados y no pensaban más que en el desayuno. Cuando doblaron el recodo del camino y La Madriguera apareció a la vista, les llegó por el húmedo camino el eco de una persona que gritaba:
— ¡Gracias a Dios, gracias a Dios!
Fred al ver venir un capitulo aburrido, decidió ponerle diversión imitando la voz de su madre, lo que provocó risas por toda la habitación.
La señora Weasley miró de forma fulminante a su hijo, ¿él no entendía la preocupación que le habían hecho pasar?
La señora Weasley, que evidentemente los había estado aguardando en el jardín delantero, corrió hacia ellos, todavía calzada con las zapatillas que se ponía para salir de la cama, la cara pálida y tensa y un ejemplar estrujado de El Profeta en la mano.
Sirius revoleó los ojos, los diarios que había agarrado regularmente en su forma animaga todo estos meses que tenía de prófugo no le daba ninguna esperanza con respecto al Profeta, era cualquier cosa. 
— ¡Arthur, qué preocupada me habéis tenido, qué preocupada!
Fred aprovechaba su ventaja de estar a la altura de la mesa para no hacer contacto visual con su madre mientras la imitaba.
Le echó a su marido los brazos al cuello, y El Profeta se le cayó de la mano. Al mirarlo en el suelo, Harry distinguió el titular «Escenas de terror en los Mundiales de quidditch», acompañado de una centelleante fotografía en blanco y negro que mostraba la Marca Tenebrosa sobre las copas de los árboles.
— Que desagradable- comentó Molly olvidándose por un momento de Fred- podrían anunciarlo sin mostrar la imagen, saben que cada mago de este país perdió aunque sea a una persona en la guerra y vio la marca, hay formas de informar sin recurrir al pánico.
Harry pensó en la reacción que había tenido ella en el capitulo anterior y tuvo que darle la razón, mostrar la Marca Tenebrosa en el diario Mágico era como cuando en el diario muggle mostraban el cuerpo de alguien asesinado, era desagradable y podía evitarse. Parecía hasta morboso de su parte mostrar un símbolo que significó la muerte de miles de personas.
— Estáis todos bien —murmuraba la señora Weasley como ida, soltando al señor Weasley y mirándolos con los ojos enrojecidos—. Estáis vivos, niños...
Fred al leer la última parte no la imitó, no podía hacer un chiste de su madre en ese estado, era claro que ella había llegado a pensar que uno de ellos podía no volver.
Y, para sorpresa de todo el mundo, cogió a Fred y George y los abrazó con tanta fuerza que sus cabezas chocaron.
— ¿Por qué sorpresa? Somos sus hijos favoritos.- habló George.
— Es más como no se conformaba con uno de nosotros tuvo dos, Bill, Charlie y Percy fueron las pruebas error.
— Fred y yo fuimos las pruebas exitosas, y Ginny y Ron fueron errores.
La señora Weasley los vio escandalizada aunque con un cierto brillo divertido en sus ojos.
— Ninguno de mis hijos fue un error- habló mirándolos.
— Que no hayan sido planeados no significan que sean errores- habló el señor Weasley apretando su brazo contra los hombros de su esposa para atraerla más- con su madre estábamos de acuerdo que queríamos una familia numerosa y cada embarazo nos llenó de felicidad.
Ginny se inclinó hacia el lado de Ron y en voz lo suficientemente audible pero cubriéndose los labios como si estuviese contado un secreto añadió:
— En realidad querían una nena e intentaron hasta que me tuvieron, todos son errores.
Los hermanos le dirigieron una fría mirada ante la risa de sus padres que no hicieron nada para negarlo.
Fred miró por un momento a su madre para ver si refutaba de alguna manera lo dicho por Ginny, cuando vio en sus ojos una chispa de diversión y burla, y supo que no iba a responderle, sonriendo también sacudió la cabeza en forma negativa antes de seguir leyendo.
— ¡Ay!, mamá... nos estás ahogando...
— ¡Pensar que os reñí antes de que os fuerais! —dijo la señora Weasley, comenzando a sollozar—. ¡No he pensado en otra cosa! Que si os atrapaba Quien-vosotros-sabéis, lo último que yo os había dicho era que no habíais tenido bastantes TIMOS. Ay, Fred... George...
— ¿Entonces no importa si no tenemos bastantes TIMOS?- preguntaron a la vez los gemelos.
— Si importa, pero ahora no va a ser lo último que les diga nunca. Aparte se habían ido sin saludarme- comentó cruzándose de brazos.
— Vamos, Molly, ya vez que estamos todos bien —le dijo el señor Weasley en tono tranquilizador, arrancándola de los gemelos
— Gracias papá- exclamaron con caras mortificadas, era definitivo podían ganarse un Oscar en actuación.
y llevándola hacia la casa—. Bill —añadió en voz baja—, recoge el periódico. Quiero ver lo que dice.
Una vez que hubieron entrado todos, algo apretados, en la pequeña cocina y que Hermione hubo preparado una taza de té muy fuerte para la señora Weasley,
Molly le dirigió una sonrisa, sonaba que era una chica encantadora, no había podido conocerla antes pero por lo que Ron decía era inteligente, aplicada y muy buena amiga.
en el que su marido insistió en echar unas gotas de «whisky envejecido de Ogden», Bill le entregó el periódico a su padre. Éste echó un vistazo a la primera página mientras Percy atisbaba por encima de su hombro.
Ron puso los ojos en blancos, Percy no sabía lo que era relajarse.
— Me lo imaginaba —dijo resoplando el señor Weasley—. «Errores garrafales del Ministerio... los culpables en libertad... falta de seguridad... magos tenebrosos yendo por ahí libremente... desgracia nacional...» ¿Quién ha escrito esto? Ah, claro... Rita Skeeter.
— ¿Qué? ¿Esa loca sigue siendo periodista?- exclamó Sirius mirando a Remus.
Este solo se limitó a asentir mientras Harry observaba a uno y otro sin entender.
— ¿Por qué?- preguntó cuando nadie decía nada.
Sirius quien todavía estaba furioso volteó de Remus hacia él.
— Es una maldita perra (Molly chistó pero no dijo nada) aprovecha su estatus de periodista en el profeta para decir puras mentiras o verdades a medias defenestrando a las personas que les caen mal.
Harry recordaba los artículos del Profeta cuando Sirius había escapado, no estaban del todo mal porque ellos pensaban que era culpable pero nunca había escuchado sobre esa Rita Skeeter. Aunque entendía el enojo de Sirius, debía ser horrible que hablaran así de uno sin poder defenderse, y más si las personas importantes, como era Remus, lo creían.
— ¡Esa mujer la tiene tomada con el Ministerio de Magia! —exclamó Percy furioso—. La semana pasada dijo que perdíamos el tiempo con nimiedades referentes al grosor de los calderos en vez de acabar con los vampiros. Como si no estuviera expresamente establecido en el párrafo duodécimo de las Orientaciones para el trato de los seres no mágicos parcialmente humanos...
— Es denigrante ser llamados así...-comenzó Hermione, cortándose cuand escuchó un sonido de disgusto de parte de Ron.
— ¿Vas a salvar a todos los pobres seres desamparados que te encuentres Hermione? Son vampiros, es obvio que no son del todo humanos.
Harry vio temblar el mentón de Hermione, Ron se había pasado, no quiso mirar hacía donde se encontraba Remus. No sabía en el mundo de los magos pero en el muggle los vampiros eran parecidos a los hombres lobos, eran personas normales hasta que alguien los mordía, así que sintió que la falta de tacto de su amigo también iba hacia Remus. En ese momento tenía ganas de golpearle la cabeza contra la mesa y fue un alivio al ver a Ginny pegándole una palmada (lo suficientemente fuerte para que esta se sacuda hacia delante) en la cabeza a su hermano.
— Eres un insensible, Hermione tiene razón es denigrante ser encasillado en grupos según si sos un vampiro, un enano, un elfo, o lo que sea- se levantó enojada y se colocó entre su hermano y Hermione con los brazos cruzados desafiando a Ron a decirle algo. Este solo bajó la cabeza.
Hermione que nunca había hablado demasiado con Ginny más que lo necesario y sintió un aprecio porque haya saltado a su defensa. Debía hablar más con ella de ahora en más, Merlín sabía que necesitaba una amiga mujer.
— Haznos un favor, Percy —le pidió Bill, bostezando—, cállate.
Molly miró hacia su hijo disgustada pero no habló.
— Me mencionan —dijo el señor Weasley, abriendo los ojos tras las gafas al llegar al final del artículo de El Profeta.
— ¿Dónde? —balbuceó la señora Weasley, atragantándose con el té con whisky—. ¡Si lo hubiera visto, habría sabido que estabas vivo!
El señor Weasley depositó un beso sobre la cabeza de su mujer. Tantas años juntos y la seguía amando como el día que se casaron. No sabía que sería de él sin ella.
— No dicen mi nombre —aclaró el señor Weasley—. Escucha: «Si los magos y brujas aterrorizados que aguardaban ansiosamente noticias del bosque esperaban algún aliento proveniente del Ministerio de Magia, quedaron tristemente decepcionados. Un oficial del Ministerio salió del bosque poco tiempo después de la aparición de la Marca Tenebrosa diciendo que nadie había resultado herido, pero negándose a dar más información. Está por ver si su declaración bastará para sofocar los rumores que hablan de varios cadáveres retirados del bosque una hora más tarde.»
— Y ahora voy a tener semanas respondiendo cartas en el Departamento de Aurores de gente preguntando acerca de ello. Lo único que hace es sembrar pánico y dificultar el trabajo de todos.
Tonks tensó la mandíbula, encima que tenía que lidiar con tareas estúpidas porque era su primer año ahora iba a ser relegada al papel de una mera secretaria. Tantos años de estudios para sentarse a responder cartas de personas que le creían a Rita Skeeter.
Vaya, francamente... —dijo el señor Weasley exasperado, pasándole el periódico a Percy—. No hubo ningún herido, ¿qué se supone que tendría que haber dicho? «Rumores que hablan de varios cadáveres retirados del bosque...» Desde luego, habrá rumores después de publicado esto.
Arthur se masajeo la frente soltando la mano de su esposa pero aún manteniendo el otro brazo a su alrededor, esto iba a meterlo en problemas y solo trataba de dar tranquilidad a las personas, al menos si la historia se repetía iba a mantenerse en silencio. Con razón el título del capítulo, después de una noticia así en el profeta el Ministerio se iba a llenar de periodistas y gente preocupada.
Exhaló un profundo suspiro.
— Molly, voy a tener que ir a la oficina. Habrá que hacer algo.
La señora Weasley dejo caer los hombros decepcionada, así terminaban las vacaciones de su marido. Entendía que era necesario, pero una vez al año que tomaba días fuera del trabajo le gustaba compartir tiempos juntos. Ahora era una excepción, cuando Dumbledore les dijo que era necesario reunirse y que llevaría varios días Arthur había adelantado sus vacaciones unas semanas.
— Iré contigo, papá —anunció gravemente Percy—. El señor Crouch necesitará todas las manos disponibles. Y podré entregarle en persona mi informe sobre los calderos.
Todos los hermanos Weasley rieron cuando Fred imitó a la perfección a su hermano volviendo al tono bromista del principio. Era bueno. Harry podía hasta notar el tono pomposo de Percy a la perfección. George mientras tanto reía y se maldecía por tener la mala suerte de haber tenido el peor capítulo, esperaba que el próximo sea más divertido (y por divertido quería decir uno en el que Harry pase vergüenza teniendo pensamientos extraños de los que reírse).
Salió aprisa de la cocina. La señora Weasley parecía disgustada.
— ¡Arthur, te recuerdo que estás de vacaciones! Esto no tiene nada que ver con la oficina. ¿No se las pueden apañar sin ti?
— Molly...
— Lo se lo sé, lo entiendo- dijo sacudiendo la mano restándole importancia.
No iba a enojarse por algo que no iba a pasar, ya estaba utilizando las vacaciones para algo más importante.
— Tengo que ir, Molly —insistió el señor Weasley—. Por culpa mía están peor las cosas. Me pongo la túnica y me voy...
— Señora Weasley —dijo de pronto Harry, sin poder contenerse—, ¿no ha llegado Hedwig trayéndome una carta?
Sirius puso una mirada de suficiencia viendo las ansias de Harry por una carta suya. Así como Harry estaba sorprendido del cariño y preocupación de su padrino hacia él, Sirius también se sorprendía de lo rápido que Harry lo había aceptado en su vida. Lo hacía sentir importante, lo hacía sentir persona. Era más de lo que había recibido en trece años.
— ¿Hedwig, cariño? —contestó la señora Weasley como distraída—. No... no, no ha habido correo.
Ron y Hermione miraron a Harry con curiosidad. Harry les dirigió una significativa mirada y dijo: 
— ¿Te parece bien que deje mis cosas en tu habitación, Ron?
Fred dejó caer el libro como estupefacto sorprendiendo a todos y giró hacía George que lo miraba de la misma manera, totalmente perplejo y sorprendido. Harry a veces se preguntaba como hacían para actuar iguales o a veces decir lo mismo juntos como si lo estudiasen o se comunicaran de forma telepática.
— ¿Estás pensando lo mismo que yo?
— Oh Merlin, si. Uno de los grandes misterios se va a revelar ante nosotros.
— Es como si se estuviese revelando que el fénix vino antes que la llama.
Todos miraban perplejos de uno al otro hasta que Ginny entendió y con una sonrisa decidió seguirles el juego.
— Creo que deberíamos tener unos minutos de silencio antes de hacer este descubrimiento, podría ser algo impactante.
Harry quién no entendía ni una palabra miró hacía Ginny con la pregunta en sus ojos recibiendo solo una sonrisa más ancha que la anterior. Noto como sus cabellos rojos brillaron ante la luz cuando volteó hacía él haciendo más distintivos sus perfectos dientes blancos, por un momento sintió la necesidad de cruzar por encima de Hermione para tocarlos, como si así pudiese verificar que no eran pequeñas llamas. Un puntazo en el estómago lo desequilibrio por un segundo pensando en si el pelo de su madre se veía de la misma manera. Las fotos mostraban el pelo rojo (no tanto como el de Ginny, pero aún así de ese color) pero no se podía apreciar el movimiento, el brillo frente a la luz. Los conocimientos respecto a sus padres se limitaban a fotos, frases dichas al azar, pero nadie se tomaba el trabajo de contarle como eran el día a día de ellos, como vivían, que sueños tenían, como se enamoraron, no creía que "valientes" o "buenas personas" sea todo lo que los resumía. Cortó sus pensamientos al escuchar a lo lejos que alguien le preguntaba a los gemelos y a Ginny el motivo de lo que decían. Se sorprendió al notar que no se había perdido casi nada de la conversación. Habían parecido minutos enteros desde que había visto el cabello de Ginny encenderse a su alrededor. Trató de despejarse y prestar atención en la respuesta, guardándose sus cosas en un cajón con llave de su mente para después sacarlos en otro momento.
— Es que todos siempre los vemos murmurando a ellos tres pero nunca sabemos que es lo que hablan- dijo Ginny cruzándose de brazos haciendo un mohín con la boca- es el gran misterio junto a porque el Barón Sanguinario está cubierto de sangre. Todo Hogwarts quisiera estar en nuestro lugar.
El trío miró incrédulamente a los chicos mientras Sirius reía ante las miradas de desconcierto. Remus asentía dándoles la razón, el año que habían estado juntos como profesor-alumnos les había mostrado como se comportaban los tres, en cierta forma le recordaba a su época escolar. Ellos, los merodeadores, eran iguales. McGonagall al igual que Remus tenía pensamientos parecidos, desde pequeños sus tres alumnos Gryffindor habían demostrado una amistad tan fuerte que los hacía especial de cierta forma.
— Exacto- dijo Fred maliciosamente- así que si me disculpan, tengo que leer esta conversación.
— Que seguro, va a ser muy decepcionante para todos- agregó George tomandose el corazón.
— Sí, claro... Subo contigo —respondió Ron de inmediato—.Hermione...
— Voy con vosotros —se apresuró a contestar ella, y los tres salieron de la cocina y subieron la escalera.
— ¿Qué pasa, Harry? —preguntó Ron en cuanto cerraron tras ellos la puerta de la habitación de la buhardilla.
— Hay algo que no os he dicho —explicó Harry—: cuando desperté el domingo por la mañana, la cicatriz me volvía a doler.
Harry vio como George lo miraba y se tapaba los oídos como si estuviese esperando una explosión. Se preguntó si él también podía hacerlo en el libro, porque seguro que iba a hacer una reacción extra-exagerada de parte de sus amigos.
La reacción de Ron y Hermione fue muy parecida a como se la había imaginado en su habitación de Privet Drive. Hermione ahogó un grito y comenzó de inmediato a proponer cosas, mencionando varios libros de consulta y a todo el mundo al que se podía recurrir, desde Albus Dumbledore a la señora Pomfrey, la enfermera de Hogwarts. Ron se había quedado atónito.
No es como si le cambiara mucho el gesto, pensó Snape tratando de controlar la lengua. No era lo mejor decir algo despectivo frente a a toda la familia del niñato por más que tuviese razón.
— Pero... él no estaba allí... ¿o sí? ¿Estaba por allí Quien-tú-sabes? Quiero decir... la anterior vez que te dolió la cicatriz era porque él estaba en Hogwarts, ¿no?
Las orejas de Ron se pusieron tan rojas que se perdían con su cabello mientras escuchaba a su hermano imitando su voz en estado de pánico. Por el rabillo del ojo vio como Hermione se reía. Como si su respuesta hubiese sido mejor mencionando libros que con Harry nunca tocarían.
— Estoy seguro de que esta vez no estaba en Privet Drive —dijo Harry—. Pero yo había estado soñando con él... con él y Peter... ya sabéis, Colagusano.
La sensación de odio que sacudió a Sirius fue tan fuerte que no le hubiese extrañado que a su edad perdiera los estribos y utilizara magia accidental, pero la mano de Remus sobre su hombro seguía siendo un recordatorio que no estaba solo en esto. No esta vez.
Ahora no puedo recordar todo el sueño, pero sí me acuerdo de que hablaban de matar... a alguien.
Había vacilado un momento antes de decir «me», pero no quiso ver a Hermione aún más asustada de lo que ya estaba.
— Eso está bien Harry, pero me hubiese gustado que a mi si me lo mencionaras- dijo Sirius recuperando un tono firme pero cariñoso- no puedo ayudarte si no me dices toda la verdad.
Harry quería decirle que no era una cuestión de confianza es que no quería preocupar a nadie con sus problemas. Aun así asintió.
— Sólo fue un sueño —afirmó Ron para darle ánimos—. Una pesadilla nada más.
— Sí... pero ¿seguro que no fue nada más? —replicó Harry, mirando por la ventana al cielo, que iba poniéndose más brillante—. Es extraño, ¿no? Me duele la cicatriz, y tres días después los mortífagos se ponen en marcha y el símbolo de Voldemort aparece en el cielo.
Harry miró orgulloso a Fred cuando al igual que su hermano decía el nombre sin problemas.
— ¡No... pronuncies... ese... nombre! —dijo Ron entre sus dientes apretados.
Ginny miró hacia su hermano, está bien que ella prefería no decirlo si podía evitarlo pero tampoco exigirle a alguien que es lo suficientemente valiente para llamarlo por su nombre que deje de hacerlo. Y él se hacía llamar Gryffindor, por favor en su primer año había ido derecho a donde sabía que estaba el que robaba la piedra filosofal y no había titubeado y le tenía terror a una palabra. Los motivos de Ginny eran diferentes, el nombre Voldemort le recordaba que ese no era su nombre real, si no que era Tom Riddle, el mismo Tom que había considerado su mejor amigo aunque sea solo un diario, y el mismo que la había utilizado para hacer cosas atroces. Tembló en su asiento al acordarse de que todavía no habían hablado de su primer año, y Harry había prometido contar todo.
— ¿Y recordáis lo que dijo la profesora Trelawney al final de este curso? — siguió Harry, sin hacer caso a Ron.
Antes que Hermione pueda discutir eso, diciendo todos los motivos por lo cual eso era una farsa (lo que McGonagall iba a apoyar), el profesor Dumbledore habló.
— La profesora- dijo enfáticamente mirando a su alumna con una sonrisa- es una vidente, pero podríamos decir que lo es sólo en ciertas oportunidades, lo hace de forma inconsciente. Por eso mismo, creo en la profecía que pronunció el año pasado.
Sirius se retorció en su asiento pensando en cómo una profecía había dañado todo en primer lugar, James y Lily habían sido asesinados, Dumbledore nunca les había dicho el contenido asegurándoles que sólo Harry y Voldemort podrían escuchar el contenido de la misma, pero lo que si sabían es que de alguna forma esto se había filtrado y debían esconderse para guardar a Harry. Recordaba como si fuese ayer los ojos llorosos de Lily al enterarse que su bebé estaba en peligro, la angustia de James disfrazada de seguridad, como trataba de mantenerse fuerte para no infundir miedo a sus amigos y familia. No sabía si quería saber de que trataba la nueva profecía, ¿Y si involucraba de nuevo a Harry? ¿Y si su ahijado estaba de nuevo bajo el foco de Voldemort y esta vez no podían salvarlo? Remus, ajeno a estos pensamientos mirando a Harrry hizo la pregunta.
— Harry, ¿Cuál era el contenido de la profecía? Trata de ser lo más exacto posible- dirigió una rápida mirada a su amigo que había pegado un respingo al escucharlo.
Harry quién hasta el momento había estado en silencio esperando la pregunta y tratando de recordar lo más exactamente posible lo dicho por la profesora de adivinación puso una mano sobre la frente apoyando el brazo sobre una de sus rodillas.
— Va a ser esta noche O va a pasar era algo así, se refiere al día que nos encontramos con Sirius en la casa de los gritos- aclaró subiendo la mirada hacia su director por un segundo-. El Señor Tenebroso se encuentra solo y sin amigos, abandonado por sus seguidores. Su vasallo ha estado encadenado doce años- siguió mirando ahora brevemente hacía Remus y Sirius-. Hoy, antes de la medianoche, el vasallo se liberará e irá a reunirse con su amo. El Señor Tenebroso se alzará de nuevo con la ayuda de su vasallo, más grande y más terrible que nunca. Y después creo que repitió que el vasallo se unirá de nuevo antes de medianoche con su amo. Todo menos la última frase que habla del "Señor Tenebroso" parece referirse a Colagusano, él escapó antes de medianoche cuando salíamos de la casa de los gritos, y eso de estar "encadenado" doce años puede referirse a que se estuvo haciendo pasar por rata todo ese tiempo.
Dumbledore asintió en silencio ya que él ya había sido informado por Harry. Aparte la presencia de Peter con Voldemort en el primer capítulo parecía respaldar la teoría de que el vasallo era Colagusano. Todos habían quedado en silencio mientras pensaba en lo dicho dejando que las palabras flotaran en sus mentes "El Señor Tenebroso se alzara de nuevo más grande y más terrible que nunca", un escalofrío recorrió a los presentes. El director carraspeó e indicó a Fred seguir.
La profesora Trelawney les daba clase de Adivinación en Hogwarts. Del rostro de Hermione desapareció la expresión de terror, y lanzó un resoplido de burla.
— Harry, ¡no irás a prestar atención a lo que dijo aquel viejo fraude!
— Tú no estabas allí —contestó Harry—. No la oíste. Aquella vez fue diferente. Ya te lo conté, entró en trance. En un trance de verdad. Y dijo que el Señor Tenebroso se alzaría de nuevo... más grande y más terrible que nunca... y que lo lograría porque su vasallo iba a regresar con él. Y aquella misma noche escapó Colagusano.
"Si no hubiese sido por mi culpa no podría haber escapado", pensó Remus. Lamentaba más que nada no haber tomado la poción ese día, él debía ser cuidadoso, si algo le hubiese sucedido a Harry, Ron o Hermione no creía poder soportarlo.
Se hizo un silencio durante el cual Ron hurgaba, sin darse cuenta, en un agujero que había en la colcha de los Chudley Cannons.
— ¿Por qué preguntaste si había llegado Hedwig, Harry? —preguntó Hermione—. ¿Esperas carta? 
— Le escribí a Sirius contándole lo de mi cicatriz —respondió Harry, encogiéndose de hombros—. Espero su respuesta.
— ¡Bien pensado! —aprobó Ron, y su rostro se alegró un poco—. ¡Seguro que Sirius sabe qué hay que hacer!
— Bueno, no tengo ni idea de que puede ser- comentó Sirius hablando lento, torció los labios hacia un costado- lo siento Harry.
Era decepcionante que la primera vez que su ahijado recurría a él por concejos no podía darle una respuesta. Se sintió un poco más animado al ver a Harry asentir con una sonrisa y contestar un <No hay problema Sirius>.
— Esperaba que regresara enseguida —dijo Harry.
— Pero no sabemos dónde está Sirius... Podría estar en África o ve a saber dónde, ¿no? —opinó sensatamente Hermione—. Hedwig no va a hacer un viaje así en pocos días.
Harry se encontró preguntándose donde había estado estos meses Sirius, Dumbledore se había comunicado con él para lo de la casa así que tendrían que haber intercambiado más de una lechuza o haberse visto personalmente, así que le resultaba raro que estuviese fuera del país y menos en África.
— Sí, ya lo sé —admitió Harry, pero sintió un peso en el estómago al mirar por la ventana y no ver a Hedwig.
— Vamos a jugar a quidditch en el huerto, Harry —propuso Ron—. Vamos, seremos tres contra tres. Jugarán Bill, Charlie, Fred y George... Puedes intentar el «Amago de Wronski»...
Ginny miró molesta a su hermano. A ella nunca le incluían en nada, la única forma que tenía de jugar era hacerlo sola con una escoba prestada.
— Ron —dijo Hermione, en tono de «no creó que estés siendo muy sensato»—, Harry no tiene ganas de jugar a quidditch justamente ahora... Está preocupado y cansado. Deberíamos ir todos a dormir.
— Sí que me apetece jugar a quidditch —la contradijo Harry—. Vamos, cogeré mi Saeta de Fuego.
Los gemelos rieron ante esto recibiendo la atención de una Hermione enojada. Prefirieron guardar silencio, no querían comprobar porque era la mejor bruja de su grado.
Hermione abandonó la habitación, murmurando algo que sonó más o menos cómo a: «¡Hombres!» Ni Percy ni su padre pararon mucho en casa durante la semana siguiente. Se marchaban cada mañana antes de que se levantara el resto de la familia, y volvían cada noche después de la cena.
Molly lo miró con disgusto, la cena era para estar en familia y comentar las cosas que sucedieron durante el día, no creía que por retirarse un par de horas antes cambiase mucho lo que la gente ya pensaba por el artículo.
— Es un absoluto caos —contaba Percy dándose tono, la noche antes del retorno a Hogwarts—. Me he pasado toda la semana apagando fuegos. La gente no ha dejado de enviarnos vociferadores y, claro, si no se abren enseguida, estallan. Hay quemaduras por todo mi escritorio, y mi mejor pluma quedó reducida a cenizas.
— ¿Por qué envían tantos vociferadores? —preguntó Ginny mientras arreglaba con celo su ejemplar de Mil y una hierbas y hongos mágicos sobre la alfombrilla que había delante de la chimenea de la sala de estar.
"Bueno, algo de atención me presta", pensó feliz olvidándose de que sus hermanos no la invitaban a jugar Quidditch, "Porque hay que prestar atención a alguien para saber qué libro tiene y todo ¿No?". No es como si pensara que Harry iba a venir mañana profesándole un amor para toda la vida, no es eso lo que quería, sólo quería que la vea, que se dé cuenta que ella lo apoyaba y que estaba ahí.
— Para quejarse de la seguridad en los Mundiales —explicó Percy—. Reclaman compensaciones por los destrozos en sus propiedades. Mundungus Fletcher nos ha puesto una demanda por una tienda de doce dormitorios con jacuzzi, pero lo tengo calado: sé a ciencia cierta que estuvo durmiendo bajo una capa levantada sobre unos palos.
Sirius y Remus quién conocían a Mundungus se miraron antes de estallar en carcajadas. Una carpa. Con doce dormitorios. Con Jacuzzi. Sí, claro. La única forma que podía obtener algo así era robándoselo a alguien.
Tonks quién se había mantenido en silencio todo este tiempo miró a su primo y a Lupin riendo, y a como la mayoría de los presentes le contagió la felicidad que parecían tener en ese momento. Era esa risa rara que sólo podían producir las personas que se habían desacostrumbado a hacerlo. Mirando sus caras podía ver que, más que marcas de alegría como las que tenían Molly y Arthur alrededor de los ojos por acostumbrarse a sonreir, los dos hombres a su costado tenían marcas en el entrecejo como si hubiesen estado mucho tiempo preocupados, o enojados, o entristecidos, probablemente las tres cosas. Sería interesante tener como una de sus primeras misiones de aurores tratar de que sean felices de nuevo.
La señora Weasley miró el reloj de pared del rincón. A Harry le gustaba aquel reloj. Resultaba completamente inútil si lo que uno quería saber era la hora, pero en otros aspectos era muy informativo. Tenía nueve manecillas de oro, y cada una de ellas llevaba grabado el nombre de un miembro de la familia Weasley. No había números alrededor de la esfera, sino indicaciones de dónde podía encontrarse cada miembro de la familia; indicaciones tales como «En casa», ((En el colegio» y «En el trabajo», pero también «Perdido», «En el hospital», «En la cárcel» y, en la posición en que en los relojes normales está el número doce, ponía «En peligro mortal». Ocho de las manecillas señalaban en aquel instante la posición «En casa», pero la del señor Weasley, que era la más larga, aún seguía marcando «En el trabajo». La señora Weasley exhaló un suspiro.
— Fred, piensas que si nos atrapan en una cárcel muggle marcará "En la cárcel" o solo funciona en Azkabán.
— No se George, pero creo que nos divertiremos probándolo.
Las voces habían sido tan serias que Harry se preguntaba si hablaban en serio, por la cara de la señora Weasley seguro que había pensado lo mismo.
— Ni se atrevan, me llegó a enterar que armaron alboroto en el mundo muggle para ir a la cárcel y serán encerrados de por vida, y no habrá más dinero para Zonko.
Fred tragó saliva, bueno podrían esperar hasta que sepan aparecerse y utilizar magia fuera de la escuela. Su madre no se enteraría, podrían pedir alguno de sus hermanos (Ginny era más confíale) que se fije en el reloj.
— Vuestro padre no había tenido que ir a la oficina un fin de semana desde los días de Quien-vosotros-sabéis —explicó—. Lo hacen trabajar demasiado. Si no vuelve pronto se le va a echar a perder la cena.
— Bueno, papá piensa que tiene que compensar de alguna manera el error que cometió el día del partido, ¿no? —repuso Percy—. A decir verdad, fue un poco imprudente al hacer una declaración pública sin contar primero con la autorización del director de su departamento...
Sus hermanos no podían creer lo que estaban escuchando culpaba a su padre por tratar de tranquilizar a la gente fuera del bosque ¿De enserio?
— ¡No te atrevas a culpar a tu padre por lo que escribió esa miserable de Skeeter! —dijo la señora Weasley, estallando de repente.
— Si papá no hubiera dicho nada, la vieja Rita habría escrito que era lamentable que nadie del Ministerio informara de nada —intervino Bill, que estaba jugando al ajedrez con Ron—. Rita Skeeter nunca deja bien a nadie. Recuerda que en una ocasión entrevistó a todos los rompedores de maldiciones de Gringotts, y a mí me llamó «gilí del pelo largo».
Fred se atragantó con una risita mientras leía, debía recordar <Gili del pelo largo> para utilizarlo luego como apodo.
— Bueno, la verdad es que está un poco largo, cielo —dijo con suavidad la señora Weasley—. Si me dejaras tan sólo que...
— No, mamá.
Bill negó con la cabeza, su madre no perdía oportunidad para tratar de cortar su pelo.
La lluvia golpeaba contra la ventana de la sala de estar.
Hermione se hallaba inmersa en el Libro reglamentario de hechizos, curso 4º, del que la señora Weasley había comprado ejemplares para ella, Harry y Ron en el callejón Diagon. Charlie zurcía un pasamontañas a prueba de fuego. Harry, que tenía a sus pies el equipo de mantenimiento de escobas voladoras que le había regalado Hermione el día en que cumplió trece años, le sacaba brillo a su Saeta de Fuego. Fred y George estaban sentados en un rincón algo apartado, con las plumas en la mano, cuchicheando con la cabeza inclinada sobre un pedazo de pergamino.
George escondió bajo suyo donde habían estado escribiendo sus siguientes inventos. Aunque era raro que estén con un pergamino según lo que leía Fred, solo los utilizaban para la escuela o para escribir cartas.
— ¿Qué andáis tramando? —les preguntó la señora Weasley de pronto, con los ojos clavados en ellos.
— Son deberes —explicó vagamente Fred.
McGonagall y Snape levantaron una ceja al unísono, aunque eran chicos inteligentes no eran la clase de personas que se sientan a hacer los deberes o si no, no estarían con la letra tan apresurada cuando se los entregaban.
— No digas tonterías. Todavía estáis de vacaciones —replicó la señora Weasley.
— Sí, nos hemos retrasado bastante —repuso George.
— No estaréis por casualidad redactando un nuevo cupón de pedido, ¿verdad? —dijo con recelo la señora Weasley—. Espero que no se os haya pasado por la cabeza volver a las andadas con los «Sortilegios Weasley».
Fred leía lo de la señora Weasley apuntando con un dedo a George dramáticamente.
— ¡Mamá! —dijo Fred, levantando la vista hacia ella, con mirada de dolor—. Si mañana se estrella el expreso de Hogwarts y George y yo morimos, ¿cómo te sentirías sabiendo que la última cosa que oímos de ti fue una acusación infundada?
Todos se rieron, hasta la señora Weasley.
En la sala sucedía lo mismo, excepto Snape obvio.
George, al igual que su gemelo, pensaba que esa frase podría ser utilizada varias veces y en distintas situaciones, debía sacar todas ideas posibles de este libro, era genial.
— ¡Ya viene vuestro padre! —anunció repentinamente, al volver a mirar el reloj.
La manecilla del señor Weasley había pasado de pronto de «En el trabajo» a «Viajando». Un segundo más tarde se había detenido en la indicación «En casa», con las demás manecillas, y lo oyeron en la cocina.
"Sería interesante tener uno así con Harry", pensaba Sirius, "aunque con la suerte de mi ahijado apuntaría todo el tiempo a peligro mortal". Sospechaba que si la madre de James, ya que a la suya no le importaba en lo más mínimo lo que hacía o dejaba de hacer, hubiese tenido un reloj así iría corriendo cada luna llena hasta Hogwarts. Porque, seguro se consideraba pasear con un hombre lobo como algo de peligro mortal. Rió internamente. No es como si quisiera haber preocupada a Euphemia, pero siempre fue gracioso ver a James en un aprieto con su madre. Toda la valentía Gryffindor se evaporaba.
— ¡Voy, Arthur! —dijo la señora Weasley, saliendo a toda prisa de la sala.
Un poco después el señor Weasley entraba en la cálida sala de estar, con su cena en una bandeja. Parecía reventado de cansancio.
—Bueno, ahora sí que se va a armar la gorda —dijo, sentándose en un butacón junto al fuego, y jugueteando sin entusiasmo con la coliflor un poco mustia de su plato—. Rita Skeeter se ha pasado la semana husmeando en busca de algún otro lío ministerial del que informar en el periódico, y acaba de enterarse de la desaparición de la pobre Bertha, así que ya tiene titular para El Profeta de mañana. Le advertí a Bagman que debería haber mandado a alguien a buscarla hace mucho tiempo.
Tonks recordó la conversación con Dumbledore cuando habían parado para almorzar, si todo salía bien capaz que podrían salvar a Bertha, aunque las probabilidades eran bajas. Era más seguro que ya esté en paradero desconocido.
— El señor Crouch lleva semanas diciendo lo mismo —se apresuró a añadir Percy.
— Crouch tiene suerte de que Rita no se haya enterado de lo de Winky — dijo el señor Weasley irritado—. Habríamos tenido una semana entera de titulares a propósito de que encontraran a su elfina doméstica con la varita con la que se invocó la Marca Tenebrosa.
Dumbledore asintió, si algo así sucedía sería lo peor para alguien como Crouch.
— Creía que todos estábamos de acuerdo en que esa elfina, aunque sea una irresponsable, no fue quien convocó la Marca —replicó Percy, molesto.
— ¡Si te interesa mi opinión, el señor Crouch tiene mucha suerte de que en El Profeta nadie sepa lo mal que trata a los elfos! —dijo enfadada Hermione.
Ron y Harry golpearon sus frentes con una mano a la vez. Harry sí que la apoyaba pero Hermione debía entender que había momentos para decir tu opinión y momentos para quedarse callado.
— ¡Mira por dónde! —repuso Percy—. Hermione, un funcionario de alto rango del Ministerio como es el señor Crouch merece una inquebrantable obediencia por parte de su servicio.
— ¡Por parte de su esclava, querrás decir! —contestó Hermione, elevando estridentemente la voz—. Porque a Winky no le pagaba, ¿verdad?
Ginny, aunque también de acuerdo con Hermione sabía que discutir con Percy era imposible. Era cabeza dura, si pensaba algo no había forma de que cambiase de opinión hasta que él mismo por sus medios llegue a la misma respuesta. Y más obstinado iba a ser si se trataba de su querido señor Crouch.
— ¡Creo que será mejor que subáis todos a repasar vuestro equipaje! —dijo la señora Weasley, terminando con la discusión—. ¡Vamos, todos, ahora mismo...!
Harry guardó su equipo de mantenimiento de escobas voladoras, se echó al hombro la Saeta de Fuego y subió la escalera con Ron. La lluvia sonaba aún más fuerte en la parte superior de la casa, acompañada del ulular del viento, por no mencionar los esporádicos aullidos del espíritu que habitaba en la buhardilla.
— ¿Es un ghoul? Eso es genial, llenaría un poco del silencio de esta casa- comentó Sirius entusiasmado mientras recibía miradas extrañas de los Weasley.
Nadie en su sano juicio querría un ghoul en su casa.
Pigwidgeon comenzó a gorjear y zumbar por la jaula cuando ellos entraron. La vista de los baúles a medio hacer parecía haberlo excitado.
— Échale unas chucherías lechuciles —dijo Ron, tirándole un paquete a Harry—. Puede que eso lo mantenga callado.
Harry metió las chucherías por entre las barras de la jaula de Pigwidgeon y volvió a su baúl. La jaula de Hedwig estaba al lado, aún vacía.
Harry comenzó a preocuparse, no le gustaba que Hedwig esté tanto tiempo fuera. Y menos si la había mandado por Sirius, era doble la preocupación: su lechuza y su padrino.
— Ya ha pasado más de una semana —comentó Harry, mirando la percha desocupada de Hedwig—. No crees que hayan atrapado a Sirius, ¿verdad, Ron?
— No, porque habría salido en El Profeta —contestó Ron—. El Ministerio estaría muy interesado en demostrar que son capaces de coger a alguien, ¿no te parece?
Hermione lo miró con sorpresa, había razonado y tranquilizado a Harry.
— Maldita sea Hermione- masculló alto para que ella lo escuchara teniendo a Ginny de por medio pero bajo como para que no llegara a oídos de su madre- no pongas ese gesto de sorpresa, no eres la única que piensa de nosotros.
Recordando lo enojada que estaba miró para otro lado.
— Sí, supongo...
— Mira, aquí tienes lo que mi madre te compró en el callejón Diagon. También te sacó un poco de oro de la cámara acorazada... y te ha lavado los calcetines.
Harry se sonrojó, inquieto en su asiento, no quería ser una molestia para la señora Weasley, él podía lavarse sus propias cosas pero cuando fue para su segundo año a la Madriguera se había encontrado con que Molly no lo dejaba hacer más que las tareas necesarias (hacer su cama, mantener acomodado el cuarto y de vez en cuando ayudar con el patio), al principio había sido incómodo recibir tanto cariño de esta familia pero para el fin de sus vacaciones se había acostumbrado un poco. Por eso mismo fue tan difícil enfrentarse de nuevo a Tia Marge las vacaciones anteriores.
Con cierto esfuerzo puso una pila de paquetes sobre la cama plegable de Harry, y dejó caer al lado la bolsa de dinero y el montón de calcetines. Harry empezó a desenvolver las compras. Además del Libro reglamentario de hechizos, curso 4º, de Miranda Goshawk, tenía un puñado de plumas nuevas, una docena de rollos de pergamino y recambios para su equipo de preparar pociones: ya casi no le quedaba espina de pez-león ni esencia de belladona.
"Bueno, tengo que asegurarme de comprarlos", pensó la señora Weasley haciendo una lista de cosas para comprar en su cabeza. El principio del año escolar era una locura siempre.
Estaba metiendo en el caldero la ropa interior cuando Ron, detrás de él, lanzó un resoplido de disgusto.
— ¿Qué se supone que es esto?
Había cogido algo que a Harry le pareció un largo vestido de terciopelo rojo oscuro. Alrededor del cuello tenía un volante de puntilla de aspecto enmohecido, y puños de puntilla a juego.
Ron levantó una ceja pensando en que era eso. Las puntillas dejaron de usarse hace medio siglo.
Llamaron a la puerta y entró la señora Weasley con unas cuantas túnicas de Hogwarts recién lavadas y planchadas.
— Aquí tenéis —dijo, separándolas en dos montones—. Ahora lo que deberíais hacer es meterlas con cuidado para que no se arruguen.
— Mamá, me has puesto un vestido nuevo de Ginny —dijo Ron, enseñándoselo.
Ginny hizo un gesto de horror, esperaba que eso no sea suyo. No tenía el corazón para decirle a su madre que no pensaba usarlo. Y hacerlo iba a ser avergonzante.
— Por supuesto que no te he puesto ningún vestido de Ginny (Ginny suspiró con alivio) —negó la señora Weasley—. En vuestra lista de la escuela dice que este curso necesitaréis túnicas de gala... túnicas para las ocasiones solemnes.
La cara de Ron era épica. Antes de que pudiese hablar Sirius intervino.
— Sabes Molly- habló dirigiéndose a la señora Weasley- tengo unas cuantas túnicas de gala en mi habitación que ya no me entran podrían Harry y Ron utilizarlas. Tengo negras, azules y verdes. Las verdes están nuevas- aclaró fingiendo un escalofrío.
Sirius quién había entendido en problema trato de hablar antes que en el libro dijese algo, sabía que no podía ofrecer dinero, eso era un golpe en el orgullo de cualquiera, pero ofrecer ropa que ya no le entraba y que no podía dar a nadie más era algo que la familia Weasley podía aceptar. Por eso también había incluido a Harry, para demostrar que aunque su ahijado tenga su dinero le ofrecía lo mismo.
— Oh,- comentó la señora Weasley con una sonrisa- eso sería genial Sirius. Podríamos ayudarte de paso con todas las cosas viejas de la casa, hay cosas de la que los elfos domésticos no se ocupan.
Ron quién se dio cuenta que cavaba de ser salvado de una humillación pública agradeció a Sirius por lo bajo.
— Tienes que estar bromeando —dijo Ron, sin dar crédito a lo que oía—. No voy a ponerme eso, de ninguna manera.
— ¡Todo el mundo las lleva, Ron! —replicó enfadada la señora Weasley—. ¡Van todos así! ¡Tu padre también tiene una para las reuniones importantes!
— Antes voy desnudo que ponerme esto —declaró Ron, testarudo.
— Nos quitaste toda la diversión- dijeron los gemelos a la vez mirando hacia Sirius.
Aunque, aclaremos, ellos estaban felices de que Ron tuviese ropa adecuada para algo así. La situación monetaria de su familia era algo que siempre les preocupaba, más por sus hermanos menores, querían lo mejor para ellos.
— No seas tonto —repuso la señora Weasley—. Tienes que tener una túnica de gala: ¡lo pone en la lista! Le compré otra a Harry... Enséñasela, Harry...
Con cierta inquietud, Harry abrió el último paquete que quedaba sobre la cama. Pero no era tan terrible como se había temido, al menos su túnica de gala no tenía puntillas; de hecho, era más o menos igual que las de diario del colegio, salvo que era verde botella en vez de negro.
Harry quién había estado esperando que su túnica sea parecida suspiró con alivio. Aunque usara una túnica de Sirius en este tiempo no iba a ser gracioso leer sobre como pasaba vergüenza con un vestido de puntillas, aparte que tampoco querían que lean sus pensamientos al respecto en frente de la señora Weasley.
— Pensé que haría juego con tus ojos, cielo —le dijo la señora Weasley cariñosamente.
— ¡Bueno, ésa está bien! —exclamó Ron, molesto, observando la túnica de Harry—. ¿Por qué no me podías traer a mí una como ésa?
La señora Weasley bajó la cabeza, odiaba no poder darles todo a sus hijos, pero tampoco iba a sacrificar la felicidad de su marido de trabajar en algo que era de su agrado para tener unas cuantas cosas materiales más. Era algo egoísta y que pensaba que sus hijos entendían.
— Porque... bueno, la tuya la tuve que comprar de segunda mano, ¡y no había mucho donde escoger! —explicó la señora Weasley, sonrojándose.
Harry apartó la vista. De buena gana les hubiera dado a los Weasley la mitad de lo que tenía en su cámara acorazada de Gringotts, pero sabía que jamás lo aceptarían.
— Claro que no, cielo- agregó mirando con una sonrisa triste-, tus padres lo dejaron para tus gastos.
— No pienso ponérmela nunca —repitió Ron testarudamente—. Nunca.
— Bien —contestó su madre con brusquedad—. Ve desnudo. Y, Harry, por favor, hazle una foto. No me vendrá mal reírme un rato.
Aunque sabía que la situación ese momento era tensa, Ginny ahogó una risa tonta ante la contestación de su madre. Podía entender a Ron, claro que sí, en su primer año también había sufrido por lo mismo y se lo había contado a Tom. Un escalofrió recorrió su columna vertebral. Nunca más se iba a quejar por algo material, nunca.
Salió de la habitación dando un portazo. Oyeron detrás de ellos un curioso resoplido. Pigwidgeon se acababa de atragantar con una chuchería lechucil demasiado grande.
— ¿Por qué ninguna de mis cosas vale para nada? —dijo Ron furioso, cruzando la habitación para quitársela del pico.
— No te enojes con Pigwidgeon, no tiene la culpa que estes actuando como un idiota- lo enfrentó Ginny.
El señor Weasley suspiró cansado.
— Chicos basta, el profesor debe irse. Vayan arriba por un rato hasta que su madre los llame a comer.
Los chicos protestaron, pero tanto Ron, Hermione, Harry, Ginny y los gemelos subieron arrastrando los pies, después de todo era molesto que los estén dejando fuera. En algún momento mientras terminaron de subir las escaleras y el dormitorio donde había dormido Harry y Ron la noche anterior los gemelos habían desaparecido.
Los cuatro entraron pesadamente, Harry y Ron se dejaron caer de cara a sus respectivas camas  mientras las chicas se acercaron a los pies de las mismas.
— ¿Y? ¿Qué piensan?- rompió el silencio Ginny mientras se sentaba cruzada de piernas en la cama de Harry.