miércoles, 1 de junio de 2016

La Marca Tenebrosa

Tonks sabiendo que a ella no le tocaba decirlo pasó el libro hacia George como una autómata sin apartar la mirada de Remus. Las cosas buenas nunca duraban demasiado. Éste lo tomó y marcó con una hoja de su libreta sin leerlo.
La señora Weasley ajena a todo esto se levantó para traer más provisiones ya que eran las seis de la tarde y nadie había merendado bien. Cuando volvió lo hizo con variadas tartas volando alrededor junto a una tetera con todas las tazas que hacían falta. Aprovechó que todos hablaban entre sí para servirles el té y cortar las porciones.
Después de un capítulo así todos estaban animados merendando sin notar a las dos personas que sostenían sus tazas en las manos pero sin hacer el menor gesto de llevárselas a la boca. Remus que había esperado impacientemente a que todos terminaran carraspeó para llamar su atención. Las conversaciones murieron casi al instante.
— No quise apurarlos antes porque Molly sirvió la merienda pero creo que es importante que leamos el capítulo que viene.
Sirius captó el tono de desesperación en su voz y lo miró con una ceja alzada. Dumbledore que también lo había notado asintió con la cabeza hacia George para que leyera.
El clima festivo de hace segundos se había evaporado, todos sabían que el próximo capítulo solo podría traer malas noticias.
Harry al igual que todos se puso alerta, y de repente recordó a Voldemort mencionando en su sueño que no iba a realizar nada hasta que acaben los mundiales, ¿Habrá cambiado de idea?
George leyó, en la página solo se encontraba el nombre del título ya que debían leerlo en voz alta para que lo demás apareciera, por eso no entendía porque el alboroto, aunque la palabra "tenebrosa" le dio una clara idea de que no iba a ser un capítulo cualquiera. Se aclaró la voz y empezó.
— Capítulo 9: La Marca Tenebrosa.
Los presentes que sabían de que se trataba se tensaron en su asiento mientras un sonido ahogado proveniente de la señora Weasley provocó que la miraran.
Molly al escuchar esas palabras no pudo evitar recordar a sus hermanos, cuando cuidando a sus hijos más grandes en su casa recibió la noticia que habían sido asesinados por mortífagos. En ese momento no le importó que hayan luchado como héroes, que eran cinco contra dos o todas las cosas que le dijeron para hacerla sentir mejor. Como si por saber que habían tenido una muerte heroica disminuyera el dolor por haberlos perdido. Recordó como había dejado a sus hijos al cuidado de unos miembros de la orden y al llegar al lugar con Arthur vio la marca en el cielo. Era una secuencia que nunca iba a poder olvidar. Miró de forma vacía hacía el frente mientras sus ojos se empañaban y aunque no escuchaba nada a su alrededor pudo sentir como sus labios se movían en un continuó <no, no, no> mientras en su mente los cuerpos de sus hermanos bajo la marca tenebrosa se convertía en la de sus hijos, en la de su marido, en la de Harry.
Y entonces su marido la abrazo y pudo volver a escuchar, al principio sonidos aislados hasta que poco a poco, como si fueran subiendo el volumen de una radio, todo volvió a cobrar sentido. Miró hacia sus hijos ahora sabiendo que sus lágrimas ya llegaban hacia su barbilla, en un llanto silencioso.
Los hermanos Weasley miraban a su madre llorosa abrazada a su padre, Bill y Charlie sabiendo la preocupación que corría por su mente, sabiendo que alguno de todos ellos podría ser la causa de una marca tenebrosa flotando en el aire. Los cuatro más jóvenes en su ignorancia miraban a los adultos esperando una explicación. Hermione no quería ser la que dijera el significado aunque lo supiera, no quería decirles que simbolizaba la muerte de una persona.
Dumbledore veía la desdicha de Molly pero también sintió a los chicos buscando una respuesta en la cara de sus profesores. A Snape se le había oscurecido la mirada y sus ojos se veían vacíos, como si toda vida en ellos se hubiera esfumado de un momento a otro. McGonagall veía a sus alumnos rogando que todos estuviesen bien pero no parecía dada a hablar, así que el director decidió hacerlo.
— La Marca Tenebrosa es un símbolo que identificaba a Voldemort y a sus seguidores, la lanzaban al cielo luego de haber realizado un ataque- Dumbledore se frenó, no era necesario decirle a los chicos que los "ataques" eran muertes.
Harry por primera vez sintió un estremecimiento al escuchar la explicación, pero no por el nombre (como le sucedió a Ron) si no porque entendió que en este capítulo iba a ver un ataque, y que probablemente alguien haya resultado herido. Cientos de preguntas se le ocurrían para hacer pero vio en sus caras que nadie tenía ganas de hablar sobre ello, así que espero en silencio mirando brevemente a su padrino que se encontraba igual de tenso que los demás.
La señora Weasley que seguía en brazos de su marido indicó a su hijo que continuase, si algo sucedía movería cielo y tierra para evitarlo.
George que sostenía el libro en sus manos miró por unos segundos más el título, pensando en lo que iba a tener que leer en los minutos siguientes. Por un momento estuvo tentado de pasárselo a su hermano pero pensó, Merlín soy un maldito Gryffindor y comenzó a leer.
— No le digáis a vuestra madre que habéis apostado —imploró a Fred y George el señor Weasley, bajando despacio por la escalera alfombrada de púrpura.
— No te preocupes, papá —respondió Fred muy alegre—. Tenemos grandes planes para este dinero, y no queremos que nos lo confisquen.
Fred miró hacía su madre notando que su mirada no reflejaba ni un toque de enojo ni nada, solo una tristeza enorme y en ese momento prefirió que este parada con sus manos en sus caderas gritándoles, deshaciéndose de todos sus inventos o confiscándoles sus artículos de bromas antes de verla tan destrozada.
Por un momento dio la impresión de que el señor Weasley iba a preguntar qué grandes planes eran aquéllos; pero, tras reflexionar un poco, pareció decidir que prefería no saberlo. Pronto se vieron rodeados por la multitud que abandonaba el estadio para regresar a las tiendas de campaña.
Harry miró hacia todos en la sala, pensando en cómo hace un momento festejaban la victoria de Irlanda y de pronto todo se venía abajo. Hasta se reprochó por haber pensando por un momento que las cosas podían ir bien (la jodida presencia de los libros era suficiente para saber que el futuro era una mierda), y también se reprochó el lenguaje que estaba utilizando en su mente nombrando todos los improperios que escuchó decir alguna vez a su tío para cuestionar la mala suerte que lo rodeaba cuando las cosas se estaban poniendo buenas.
El aire de la noche llevaba hasta ellos estridentes cantos mientras volvían por el camino iluminado de farolas, y los leprechauns no paraban de moverse velozmente por encima de sus cabezas, riéndose a carcajadas y agitando sus faroles. Cuando por fin llegaron a las tiendas, nadie tenía sueño y, dada la algarabía que había en torno a ellos, el señor Weasley consintió en que tomaran todos juntos una última taza de chocolate con leche antes de acostarse. No tardaron en enzarzarse en una agradable discusión sobre el partido.
Bill se retorcía en su asiento, por el momento estaban todos juntos, si debía suceder algo prefería que sea ahora, asi que maldijo entre dientes cuando escuchó el siguiente párrafo.
El señor Weasley se mostró en desacuerdo con Charlie en lo referente al comportamiento violento, y no dio por finalizado el análisis del partido hasta que Ginny se cayó dormida sobre la pequeña mesa, derramando el chocolate por el suelo. Entonces los mandó a todos a dormir. Hermione y Ginny se metieron en su tienda, y Harry y el resto de los Weasley se pusieron el pijama y se subieron cada uno a su litera. Desde el otro lado del campamento llegaba aún el eco de cánticos y de ruidos extraños.
La mente del señor Weasley iba igual que la de su hijo mayor, no le gustaba en lo absoluto no tener a Hermione y a Ginny a la vista.
— ¡Cómo me alegro de haber librado hoy! —murmuró el señor Weasley ya medio dormido—. No me haría ninguna gracia tener que decirles a los irlandeses que se acabó la fiesta.
Harry, que se había acostado en una de las literas superiores, encima de Ron, estaba boca arriba observando la lona del techo de la tienda, en la que de vez en cuando resplandecían los faroles de los leprechauns. Repasaba algunas de las jugadas más espectaculares de Krum, y se moría de ganas de volver a montar en su Saeta de Fuego y probar el «Amago de Wronski».
Ahora todo eso se veía tan superficial, pensó Harry. Aunque no culpaba a su yo futuro, no tenía forma de saber lo que se avecinaba. Hasta hace un momento él mismo solo pensaba en realizar el movimiento en su escoba.
Oliver Wood no había logrado nunca transmitir con sus complejos diagramas la sensación de aquella jugada... Harry se imaginó a sí mismo vistiendo una túnica con su nombre bordado a la espalda e intentó representarse la sensación de oír la ovación de una multitud de cien mil personas cuando Ludo Bagman pronunciaba su nombre ante el estadio: «¡Y con ustedes... Potter!»
Snape salió de su ensimismamiento para rodar los ojos, tan típico de Potter, pero por primera vez lo pensó sin maldad, la preocupación por lo que ocurría era mayor al resentimiento.
Harry no llegaría a saber a ciencia cierta si se había dormido o no (sus fantasías de vuelos en escoba al estilo de Krum podrían muy bien haber acabado siendo auténticos sueños); lo único que supo fue que, de repente, el señor Weasley estaba gritando.
— ¡Levantaos! ¡Ron, Harry... deprisa, levantaos, es urgente!
George tomó una respiración grande al igual que todos en la sala, acá empezaba. Sirius miró preocupado hacía su ahijado hasta que sintió la mano de Remus dándole un suave apretón en el hombro.
Harry se incorporó de un salto y se golpeó la cabeza con la lona del techo.
— ¿Qué pasa? —preguntó.
Intuyó que algo malo ocurría, porque los ruidos del campamento parecían distintos. Los cánticos habían cesado. Se oían gritos, y gente que corría.
Tonks no sólo se preocupaba por ellos, sino también por sus compañeros aurores, chicos que se habían recibido junto a ella o superiores que la habían ayudado estos primeros meses. Era su trabajo luchar y sabía que tanto su vida cómo la de ellos se ponía en riesgo batalla tras batalla pero perder a alguien no es algo de lo que uno pueda acostumbrarse.
Bajó de la litera y cogió su ropa, pero el señor Weasley, que se había puesto los vaqueros sobre el pijama, le dijo:
— No hay tiempo, Harry... Coge sólo tu chaqueta y sal... ¡rápido!
Dumbledore se veía preocupado, estaba seguro que Voldemort no estaba involucrado ya que el mismo había dicho que debían esperar a que terminen los mundiales según recordaba pero Harry correría igual peligro frente a los mortífagos. O más, ya que tratarían de matarlo directamente, no lo alargarían como lo haría Voldemort.
Harry obedeció y salió a toda prisa de la tienda, delante de Ron. A la luz de los escasos fuegos que aún ardían, pudo ver a gente que corría hacia el bosque, huyendo de algo que se acercaba detrás, por el campo, algo que emitía extraños destellos de luz y hacía un ruido como de disparos de pistola.
George arqueó la ceja por un momento al igual que todos los que no sabían a qué se referían con "pistola" pero le pareció insustancial parar la lectura para preguntar.
Llegaban hasta ellos abucheos escandalosos, carcajadas estridentes y gritos de borrachos. A continuación, apareció una fuerte luz de color verde que iluminó la escena.
Al unísono pegaron un brinco en su lugar, al menos los que sabían el color de la maldición asesina, rezando en silencio para que se trate de cualquier otro hechizo con el mismo color.
A través del campo marchaba una multitud de magos, que iban muy apretados y se movían todos juntos apuntando hacia arriba con las varitas. Harry entornó los ojos para distinguirlos mejor. Parecía que no tuvieran rostro, pero luego comprendió que iban tapados con capuchas y máscaras.
— Mortífagos- susurró la señora Weasley cerrando sus ojos.
Por encima de ellos, en lo alto, flotando en medio del aire, había cuatro figuras que se debatían y contorsionaban adoptando formas grotescas. Era como si los magos enmascarados que iban por el campo fueran titiriteros y los que flotaban en el aire fueran sus marionetas, manejadas mediante hilos invisibles que surgían de las varitas. Dos de las figuras eran muy pequeñas.
— ¿Son personas? ¿Son niños? - preguntó Ginny en un jadeo.
En su cara mostraba una mueca de horror. Su padre la miró y asintió sin fuerzas para hablar en el momento. En realidad no quería que ninguno de sus hijos escuchara esto. Quería proteger su inocencia lo más posible.
Al grupo se iban juntando otros magos, que reían y apuntaban también con sus varitas a las figuras del aire. La marcha de la multitud arrollaba las tiendas de campaña. En una o dos ocasiones, Harry vio a alguno de los que marchaban destruir con un rayo originado en su varita alguna tienda que le estorbaba el paso. Varias se prendieron. El griterío iba en aumento. Las personas que flotaban en el aire resultaron repentinamente iluminadas al pasar por encima de una tienda de campaña que estaba en llamas, y Harry reconoció a una de ellas: era el señor Roberts, el gerente del camping. Los otros tres bien podían ser su mujer y sus hijos.
La señora Weasley se tapó la boca reprimiendo un sollozo. La profesora McGonagall tenía un semblante de tristeza mientras negaba.
— Solo los agreden porque son muggles y no pueden defenderse, son despreciables.
Los chicos miraron a su jefa de casa mostrándose de acuerdo con sus palabras, lo único que demostraban con eso los seguidores de Voldemort es que eran unos cobardes.
Con la varita, uno de los de la multitud hizo girar a la señora Roberts hasta que quedó cabeza abajo: su camisón cayó entonces para revelar unas grandes bragas. Ella hizo lo que pudo para taparse mientras la multitud, abajo, chillaba y abucheaba alegremente.
— Humillarla de esa manera por diversión, me siento tan impotente- le habló Hermione a Harry en voz baja.
— Dan ganas de vomitar —susurró Ron, observando al más pequeño de los niños muggles, que había empezado a dar vueltas como una peonza, a veinte metros de altura, con la cabeza caída y balanceándose de lado a lado como si estuviera muerto—. Dan verdaderas ganas de vomitar...
Ron no podía estar más de acuerdo consigo mismo, sintió a Ginny temblar a su lado, le tomó la mano dándole un fuerte apretón para tranquilizarla y luego se la soltó. Por el rabillo del ojo la vio emitir una leve sonrisa. Ja. Y después decían que era un insensible, aunque seguramente no contaba tener buenos gestos con su hermana menor.
Hermione y Ginny llegaron a toda prisa, poniéndose la bata sobre el camisón, con el señor Weasley detrás. Al mismo tiempo salieron de la tienda de los chicos Bill, Charlie y Percy, completamente vestidos, arremangados y con las varitas en la mano.
Los señores Weasley y Bill suspiraron a la vez, ya estaban todos juntos.
— Vamos a ayudar al Ministerio —gritó el señor Weasley por encima de todo aquel ruido, arremangándose él también—. Vosotros id al bosque, y no os separéis. ¡Cuando hayamos solucionado esto iré a buscaros!
Dumbledore dirigió una rápida mirada hacia Harry, no le gustaba que se encuentre solo en situaciones así, luego iba a tener que hablar con el señor Weasley.
La señora Weasley quien se había tranquilizado por un momento volvió a sentir que su corazón se le salía del pecho, unos hijos peleando con mortífagos y otros solos en un bosque.
— No me parece una buena idea- habló Sirius sobresaltando a todos- si habría a alguien que los seguidores de Voldemort quisieran hacerle daño sería a Harry, un mayor debería haberse quedado.
Harry que no había esperado su nombre miró hacia su padrino. Era tan raro que alguien interceda por él, era de cierta forma relajante escuchar su preocupación y aún así sintió también vergüenza por decir que necesitaba alguien que lo cuide.
— Es cierto, aunque en una situación así todos queremos ayudar, si sucede deberíamos ponernos de acuerdo para que un mayor se quede - habló Bill hacia su padre y éste asintió la cabeza como respuesta.
Bill, Charlie y Percy se precipitaron al encuentro de la multitud. El señor Weasley corrió tras ellos. Desde todos los puntos, los magos del Ministerio se dirigían a la fuente del problema. La multitud que había bajo la familia Roberts se acercaba cada vez más.
— Vamos —dijo Fred, cogiendo a Ginny de la mano y tirando de ella hacia el bosque.
Ginny se sonrojó por un momento pensando en que Ron también lo había hecho hace un rato, eso la hacía sonar tan pequeña. Miró hacia Harry por un segundo, no le extrañaría que él la viera como la "hermanita" de Ron.
Harry, Ron, Hermione y George los siguieron. Al llegar a los primeros árboles volvieron la vista atrás. La multitud seguía creciendo. Distinguieron a los magos del Ministerio, que intentaban introducirse por entre el numeroso grupo para llegar hasta los encapuchados que iban en el centro: les estaba costando trabajo. Debían de tener miedo de lanzar algún embrujo que tuviera como consecuencia la caída al suelo de la familia Roberts.
Tonks asintió, lo más difícil de pelear contra las artes oscuras no era protegerse a sí mismo si no proteger a los que te rodeaban, tanto a tus compañeros como los inocentes, la mayor cantidad de víctimas en los enfrentamientos eran por hechizos cruzados o que rebotaban.
Las farolas de colores que habían iluminado el camino al estadio estaban apagadas. Oscuras siluetas daban tumbos entre los árboles, y se oía el llanto de niños; a su alrededor, en el frío aire de la noche, resonaban gritos de ansiedad y voces aterrorizadas. Harry avanzaba con dificultad, empujado de un lado y de otro por personas cuyos rostros no podía distinguir. De pronto oyó a Ron gritar de dolor.
La respiración se cortó por un momento en la sala. George en la desesperación comenzó a leer más rápido.
— ¿Qué ha sucedido? —preguntó Hermione nerviosa, deteniéndose tan de repente que Harry chocó con ella—. ¿Dónde estás, Ron? Qué idiotez... ¡Lumos!
Nadie dijo nada con respecto a la restricción de magia para menores de edad, en un ataque era por lo más válido utilizarla.
La varita se encendió, y su haz de luz se proyectó en el camino. Ron estaba echado en el suelo.
— He tropezado con la raíz de un árbol —dijo de malhumor, volviendo a ponerse en pie.
George aspiró bruscamente, había hablado sin respirar tratando de averiguar qué había sucedido. Por el contrario los otros dejaron escapar el aire que habían estado reteniendo.
— Bueno, con pies de ese tamaño, lo difícil sería no tropezar —dijo detrás de ellos una voz que arrastraba las palabras.
— Malfoy- dijeron con voz cansada los tres chicos. Era la única persona conocida que podría estar molestando en medio de un ataque.
Harry, Ron y Hermione se volvieron con brusquedad. Draco Malfoy estaba solo, cerca de ellos, apoyado tranquilamente en un árbol. Tenía los brazos cruzados y parecía que había estado contemplando todo lo sucedido desde un hueco entre los árboles. Ron mandó a Malfoy a hacer algo que, como bien sabía Harry, nunca habría dicho delante de su madre.
Harry dejó escapar una especie de risita hasta que recibió un codazo de sus dos amigos. Es que era gracioso como en el libro todo se transcribía tal cual excepto eso. Está de más decir que la señora Weasley no hizo ni el mínimo movimiento para reprocharle algo a su hijo, no era importante, podía decir todas las malas habidas y por haber si al final terminaban a salvo.
— Cuida esa lengua, Weasley —le respondió Malfoy, con un brillo en los ojos—. ¿No sería mejor que echarais a correr? No os gustaría que la vieran, supongo...
Señaló a Hermione con un gesto de la cabeza, al mismo tiempo que desde el camping llegaba un sonido como de una bomba y un destello de luz verde iluminaba por un momento los árboles que había a su alrededor.
Sirius cerró los ojos por un momento, le gustaría que dejaran de mencionar destellos verdes. Lo hacían recordar a sus luchas como miembro de la orden esquivando imperdonables todo el tiempo, no le gustaba eso para su ahijado.
— ¿Qué quieres decir? —le preguntó Hermione desafiante.
— Que van detrás de los muggles, Granger —explicó Malfoy—. ¿Quieres ir por el aire enseñando las bragas? No tienes más que darte una vuelta... Vienen hacia aquí, y les divertiría muchísimo.
Ron gruño y Harry frunció el entrecejo.
— ¿Por qué Malfoy está tratando de ayudarlos?- habló Tonks antes que George pudiese continuar- Yo pensé que no se llevaban bien.
Su cara mostraba su incredulidad cuando la miraron para ver si hablaba en serio.
— No está siendo amable, está diciendo que es como una muggle- dijo Ron enojado.
— Lo que Tonks quiere decir- habló Remus tranquilamente- es que Malfoy les está advirtiendo algo, y tiene razón, los seguidores de Voldemort podrían dañar a Hermione porque es hija de muggles. Que no lo diga de una buena manera no quiere decir que no les está mandando un mensaje, <escóndanse>.
Antes que Ron abra la boca para exponer que era más probable que Hermione vaya a clases sin la tarea que Malfoy trate de ayudarles aunque sea a su manera, Dumbledore habló.
— El señor Malfoy puede que sea un poco agresivo en sus modales pero es porque lo criaron así, yo no creo que tenga la intención que nadie sea dañado. Pienso al igual que Tonks que él solo quiere que salgan de escena.
Harry a regañadientes asintió, en el fondo tampoco veía a Malfoy haciendo un daño verdadero hacia una persona. Ron por el contrario miró a todos con expresión de hastio, nadie le iba a decir cómo era Malfoy, ellos lo conocían mejor, les hacía la vida imposible.
— ¡Hermione es bruja! —exclamó Harry.
— Sigue tu camino, Potter —dijo Malfoy sonriendo maliciosamente—. Pero si crees que no pueden distinguir a un sangre sucia, quédate aquí.
Ron miró a todos como para que vean que él tenía la razón acerca de Malfoy, pero le extrañó ver en sus caras como que con sus palabras corroboraran el hecho de que trataba de ayudarlos. Como si decirle <sangre sucia> a una persona sería "ayudarlos".
Harry, en cambio se dio cuenta de que querían decir los otros, mirando atrás de sus agrias palabras podía ver el mensaje que decía Remus.
— ¡Te voy a lavar la boca! —gritó Ron.
Todos los presentes sabían que sangre sucia era una denominación muy ofensiva para referirse a un mago o bruja que tenía padres muggles.
— No importa, Ron —dijo Hermione rápidamente, agarrándolo del brazo para impedirle que se acercara a Malfoy.
Fred miró a su hermano extrañado, si le decían así a Hermione ellos hubieran saltado hacia el niñito mimado, pero sólo Ron tuvo que ser contenido.
— No estamos- la solución vino de golpe, los presentes lo miraron- nosotros seguimos adelante, no estamos juntos.
La comprensión golpeó a todos en la sala a la vez. Hermione, Ron y Harry estaban solos en medio de un ataque Mortífago.
Desde el otro lado de los árboles llegó otra explosión, más fuerte que cualquiera de las anteriores. Cerca de ellos gritaron algunas personas. Malfoy soltó una risita.
— Qué fácil es asustarlos, ¿verdad? —dijo con calma—. Supongo que papá os dijo que os escondierais. ¿Qué pretende? ¿Rescatar a los muggles?
— ¿Dónde están tus padres? —preguntó Harry, a quien le hervía la sangre—. Tendrán una máscara puesta, ¿no?
Snape torció la boca, era seguro que eso era así, Malfoy no había aprendido nada después de la primera guerra, seguía sosteniendo esos ideales ridículos.
Malfoy se volvió hacia Harry, sin dejar de sonreír.
— Bueno, si así fuera, me temo que no te lo diría, Potter.
— Venga, vámonos —los apremió Hermione, arrojándole a Malfoy una mirada de asco—. Tenemos que buscar a los otros.
— Mantén agachada tu cabezota, Granger —dijo Malfoy con desprecio.
Hermione abrió los ojos sorprendida, recién ahora entendía lo que decía Remus y era raro. Malfoy tratando de hacer una obra de bien. Extremadamente raro.
— Vámonos —repitió Hermione, y arrastró a Ron y a Harry de nuevo al camino.
— ¡Os apuesto lo que queráis a que su padre es uno de los enmascarados! —exclamó Ron, furioso.
— ¡Bueno, con un poco de suerte, el Ministerio lo atrapará! —repuso Hermione enfáticamente—. ¿Dónde están los otros?
Y ahí sus sospechas se vieron confirmadas, estaban solos.
Fred, George y Ginny habían desaparecido, aunque el camino estaba abarrotado de gente que huía sin dejar de echar nerviosas miradas por encima del hombro hacia el campamento. Un grupo de adolescentes en pijama discutía a voces, un poco apartados del camino. Al ver a Harry, Ron y Hermione, una muchacha de pelo espeso y rizado se volvió y les preguntó rápidamente:
— Où est Madame Maxime? Nous l'avons perdue...
Aún en esa situación la mayoría rió por la pronunciación de George, solo entendieron Madame Maxime, lo otro sonaba como una mezcla de alemán, japonés, árabe o cualquier otro idioma raro. Nadie pensó que era francés.
— Eh... ¿qué? —preguntó Ron.
— ¡Oh...!
La muchacha que acababa de hablar le dio la espalda, y, cuando reemprendieron la marcha, la oyeron decir claramente:
— «Ogwarts.»
— Beauxbatons —murmuró Hermione.
— ¿Eso era francés entonces?- habló Hermione riendo hacía George.
— Perdone madeimoselle Granger por no tener el mayor conocimiento en idiomas para que esté a gusto- hizo un gesto con la palma abierta hacia ella haciendo que los chicos rieran.
Hermione agitó la melena riendo también.
— No hay problema Monsieur Weasley, podré soportarlo por esta vez- continuó ella haciendo el mismo gesto hacia él.
George rió también antes de continuar.
— ¿Cómo? —dijo Harry.
— Que deben de ser de Beauxbatons —susurró Hermione—. Ya sabéis: la Academia de Magia Beauxbatons... He leído algunas cosas sobre ella en Evaluación de la educación mágica en Europa.
— Ah... Ya... —respondió Harry.
Harry sonrió para sí mismo, era obvio que no tenía ni idea de lo que hablaba.
— Fred y George no pueden haber ido muy lejos —dijo Ron, que sacó la varita mágica, la encendió como la de Hermione y entrecerró los ojos para ver mejor a lo largo del camino.
Harry buscó la suya en los bolsillos de la chaqueta, pero no la encontró.
— ¿Qué?- exclamó Sirius mirando hacia Harry, no podía estar desaramado en un momento así.
Harry también estaba preocupado, siempre llevaba su varita encima.
Lo único que había en ellos eran los omniculares.
— No, no lo puedo creer... ¡He perdido la varita!
— Merlín, cada vez se pone peor- habló la señora Weasley mientras se inclinaba para apoyar la cara sobre sus manos.
— ¿Bromeas?
Ron y Hermione levantaron las suyas lo suficiente para iluminar el terreno a cierta distancia. Harry miró a su alrededor, pero no había ni rastro de la varita.
— A lo mejor te la has dejado en la tienda —dijo Ron.
— O tal vez se te ha caído del bolsillo mientras corríamos —sugirió Hermione, nerviosa.
Harry tragó el nudo que tenía en ese momento, era su varita, ¿Y si se le cayó y alguien la pisó? No podía ni contemplar la idea de cambiarla.
— Sí —respondió Harry—, tal vez...
No solía separarse de su varita cuando estaba en el mundo mágico, y hallarse sin ella en aquella situación lo hacía sentirse muy vulnerable.
<Te entendemos>, fue el pensamiento general. La varita era como una extensión del brazo para los magos.
Un crujido los asustó a los tres. Winky, la elfina doméstica, intentaba abrirse paso entre unos matorrales. Se movía de manera muy rara, con mucha dificultad, como si una mano invisible la sujetara por la espalda.
— ¡Hay magos malos por ahí! —chilló como loca, mientras se inclinaba hacia delante y trataba de seguir corriendo—. ¡Gente en lo alto! ¡En lo alto del aire! ¡Winky prefiere desaparecer de la vista!
— Eso es horrible, ¿Está comportándose así porque desobedece una orden? – exclamó Hermione – Es esclavitud.
Harry asintió en silencio mirando hacia su amiga, a él también le había molestado eso cuando conoció a Dobby.
Los otros magos presentes, aunque también le parecía una forma detestable de tratar a un elfo doméstico estaban más acostumbrados a ello ya que fueron criados con esos conocimientos. Pero nadie contradijo a Hermione, o le aclaró que la mayoría de los elfos trabajaban así por su propia voluntad, y cuando les tocaba en una familia de buenos magos eran muy felices.
Y se metió entre los árboles del otro lado del camino, jadeando y chillando como si tratara de vencer la fuerza que la empujaba hacia atrás.
— Pero ¿qué le pasa? —preguntó Ron, mirando con curiosidad a Winky mientras ella escapaba—. ¿Por qué no puede correr con normalidad?
— Me imagino que no le dieron permiso para esconderse —explicó Harry.
Se acordó de Dobby: cada vez que intentaba hacer algo que a los Malfoy no les hubiera gustado, se veía obligado a golpearse.
Hermione produjo un sonido de disgusto. Miró hacia los presentes para ver si alguien más notaba lo mal que estaba eso, pero solo Harry estaba con el ceño fruncido.
— ¿Sabéis? ¡Los elfos domésticos llevan una vida muy dura! —dijo, indignada, Hermione—. ¡Es esclavitud, eso es lo que es! Ese señor Crouch la hizo subir a lo alto del estadio, aunque a ella la aterrorizara, ¡y la ha embrujado para que ni siquiera pueda correr cuando aquéllos están arrasando las tiendas de campaña! ¿Por qué nadie hace nada al respecto?
Asintió hacia sus palabras futuras, así se dice.
— Bueno, los elfos son felices así, ¿no? —observó Ron—. Ya oíste a Winky antes del partido: «La diversión no es para los elfos domésticos...» Eso es lo que le gusta, que la manden.
Harry se sorprendió por un segundo del parecido que podían presentar Hermione con la señora Weasley cuando estaba enojada, agradeció a todos los dioses de todas las religiones existentes de no ser el receptor de esa mirada.
— Me gustaría que a ti también te obligaran a estar en una habitación repleta de arañas gigantes contra tu voluntad a ver si eres feliz- el tono ácido no pasó desapercibido por ninguno, así que cuando Ron se encogió en su asiento y no respondió como era lo habitual nadie podía culparlo.
— Es gente como tú, Ron —replicó Hermione, acalorada—, la que mantiene estos sistemas injustos y podridos, simplemente porque son demasiado perezosos para...
Oyeron otra fuerte explosión proveniente del otro lado del bosque.
Snape soltó un resoplido cansado, tener esa clase de discusiones cuando se encontraban en peligro, se nota que eran Gryffindors, ya que no tenían el menor sentido de la conservación propia.
— ¿Qué tal si seguimos? —propuso Ron.
Harry lo vio dirigir una mirada inquieta a Hermione. Tal vez fuera cierto lo que Malfoy les había dicho. Tal vez Hermione corría más peligro que ellos.
Los dos amigos la miraron por un momento preocupados. Hermione reboleo los ojos.
— Tú estás más en peligro Harry.
Reemprendieron la marcha. Harry seguía revolviendo en los bolsillos, aunque sabía que la varita no estaba allí. Siguieron el oscuro camino internándose en el bosque más y más, todavía tratando de encontrar a Fred, George y Ginny. Pasaron junto a unos duendes que se reían a carcajadas, reunidos alrededor de una bolsa de monedas de oro que sin duda habían ganado apostando en el partido, y que no parecían dar ninguna importancia a lo que ocurría en el camping.
Tan típico de los duendes solo fijarse en sus propios intereses, pensó Bill.
Poco después llegaron a una zona iluminada por una luz plateada, y al mirar por entre los árboles vieron a tres veelas altas y hermosas de pie en un claro del bosque, rodeadas por un grupo de jóvenes magos que hablaban a voces.
Ginny bajó la mirada, claro que eran hermosas, eran veelas por Merlín, aunque quisiese nunca iba a igualar eso.
— Yo gano cien bolsas de galeones al año —gritaba uno de ellos—. Me dedico a matar dragones a cuenta de la Comisión para las Criaturas Peligrosas.
— De eso nada —le gritó su amigo—: tú te dedicas a lavar platos en el Caldero Chorreante. Pero yo soy cazador de vampiros. Hasta ahora he matado a unos noventa...
Harry dejo escapar una risa junto a Fred. Sonaban patéticos.
Las chicas (Tonks, Hermione y Ginny) en cambio rodaron los ojos, todo para llamar la atención daban vergüenza ajena.
Un tercer joven, cuyos granos eran visibles incluso a la tenue luz plateada que emitían las veelas, lo cortó:
— Yo estoy a punto de convertirme en el ministro de Magia más joven de todos los tiempos.
La diversión en la voz de George se sentía mientras hablaba, él había pensado que justo le tocaba un capítulo con demasiado drama pero este pedazo de texto valía la pena.
A Harry le hizo mucha gracia porque reconoció al de los granos. Se llamaba Stan Shunpike, y en realidad era cobrador en un autobús de tres pisos llamado autobús noctámbulo. Se volvió para decírselo a Ron, pero vio que éste había adoptado una extraña expresión relajada, y un segundo después su amigo decía en voz muy alta:
— ¿Os he contado que he inventado una escoba para ir a Júpiter?
Todos los hermanos Weasley estallaron en carcajadas mientras Ron se golpeaba la cabeza con su mano, estaba tan rojo que podía ser confundido con un tomate perfectamente. Hermione por el contrario resopló en su lugar sin poder creerse que su amigo fuera tan susceptible a las veelas, en el libro no parecía que Harry caiga en eso pero si Ron.
George intentaba recuperare para leer pero veía a su hermano y volvía a reírse, el pequeño Ronnie tratando de ligar con unas veelas quien lo hubiese dicho.
— ¡Lo que hay que oír! —exclamó Hermione con un resoplido, y entre ella y Harry agarraron firmemente a Ron de los brazos, le dieron media vuelta y siguieron caminando.
Harry miraba para otro lado con una sonrisa de oreja a oreja para que su amigo no lo viera, no quería que piense que se estaba riendo de él, aunque lo estaba haciendo.
Para cuando las voces de las veelas y sus tres admiradores se habían apagado, se encontraban en lo más profundo del bosque. Estaban solos, y todo parecía mucho más silencioso. Harry miró a su alrededor.
— Creo que podríamos aguardar aquí. Podemos oír a cualquiera a un kilómetro de distancia.
Sirius miró orgulloso a su ahijado.
— Bien pensado- exclamó Tonks efusivamente mirando hacia Harry- uno tiene que estar lo más pendiente de su alrededor como pueda para prevenir ataques sorpresas.
Apenas había acabado de decirlo cuando Ludo Bagman salió de detrás de un árbol, justo delante de ellos. Incluso a la débil luz de las dos varitas, Harry pudo apreciar que Bagman estaba muy cambiado. Había perdido su aspecto alegre, su rostro ya no tenía aquel color sonrosado y parecía como si le hubieran quitado los muelles de los pies. Se lo veía pálido y tenso.
El señor Weasley elevó una ceja, Bagman sin mostrarse alegre no era Bagman, algo tendría que haber sucedido.
— ¿Quién está ahí? —dijo pestañeando y tratando de distinguir sus rostros—. ¿Qué hacéis aquí solos?
— ¿No sabe lo que está sucediendo?- dijo Bill- ¿Qué clase de organizador es?
Se miraron unos a otros, sorprendidos.
— Bueno, en el campamento hay una especie de disturbio —explicó Ron.
Bagman lo miró.
— ¿Qué?
— El camping. Unos cuantos han atrapado a una familia de muggles...
Bagman lanzó un juramento.
Bill miró a su padre incrédulamente, con lo leído en las paginas anteriores le había quedado claro que no era el mejor compañero para trabajar en un proyecto tan grande como este, pero otra cosa era que estén siendo atacados y que uno de los responsables ni siquiera esté allí.
— ¡Maldición! —dijo, muy preocupado, y sin otra palabra desapareció haciendo «¡plin!».
— No se puede decir que el señor Bagman esté a la última, ¿verdad? — observó Hermione frunciendo el entrecejo.
— Pero fue un gran golpeador —puntualizó Ron, que salió del camino para dirigirse a un pequeño claro; se sentó en la hierba seca, al pie de un árbol—. Las Avispas de Wimbourne ganaron la liga tres veces consecutivas estando él en el equipo.
Pero eso no tendría que salvarlo de todo, pensó Snape con resentimiento. Había salido de rositas con todo el tema de la ayuda a mortífagos cuando los demás tuvieron que pagar de una u otra forma. Algunos traicionando, otros mandando al frente a otros (estigmatizados de por vida con los que se mantuvieron fieles) o yendo a Azkabán, todos habían perdido algo.
Se sacó del bolsillo la pequeña figura de Krum, lo posó en el suelo y lo observó caminar durante un rato. Como el auténtico Krum, la miniatura resultaba un poco patosa y encorvada, mucho menos impresionante sobre sus pies que montado en una escoba. Harry permanecía atento a cualquier ruido que llegara del camping. Todo parecía tranquilo: tal vez el jaleo hubiera acabado.
Dumbledore hizo una leve sonrisa satisfecho, como decía su amigo Ojo Loco: "Alerta permanente".
— Espero que los otros estén bien —dijo Hermione después de un rato.
— Estarán bien —afirmó Ron.
— ¿Te imaginas que tu padre atrapa a Lucius Malfoy? —dijo Harry, sentándose al lado de Ron y contemplando la desgarbada miniatura de Krum sobre las hojas caídas en el suelo—. Siempre ha dicho que le gustaría pillarlo.
El señor Weasley torció el gesto, es obvio que le gustaría pero era escurridizo como toda serpiente, nunca se dejaba atrapar.
— Eso borraría la sonrisa de satisfacción de la cara de Draco —comentó Ron.
— Pero esos pobres muggles... —dijo Hermione con nerviosismo—. ¿Y si no pueden bajarlos?
— Podrán —le aseguró Ron—. Hallarán la manera.
— Es una idiotez hacer algo así cuando todo el Ministerio de Magia está por allí —declaró Hermione—. Lo que quiero decir es que ¿cómo esperan salirse con la suya? ¿Creéis que habrán bebido, o simplemente...?
— No creo, parece algo planeado- comentó Remus- aunque seguro la algarabía de la fiesta los incentivó más aún.
Tonks pensaba igual, los mortífagos no llevaban sus trajes con las máscaras a todos lados, debía ser algo que se había pensado con anticipación.
Pero de repente dejó de hablar y miró por encima del hombro. Harry y Ron se apresuraron a mirar también. Parecía que alguien se acercaba hacia ellos dando tumbos. Esperaron, escuchando el sonido de los pasos descompasados tras los árboles. Pero los pasos se detuvieron de repente.
Se tensaron en sus asientos, ahora no sonaba como si fuese un simple mago perdido por el descontrol de las corridas.
— ¿Quién es? —llamó Harry.
Sólo se oyó el silencio. Harry se puso en pie y miró hacia el árbol. Estaba demasiado oscuro para ver muy lejos, pero tenía la sensación de que había alguien justo un poco más allá de donde llegaba su visión.
Snape cerró los ojos, no podía simplemente mantenerse a salvo, no, tenía que ir hacia donde se escuchaba el sospechoso ruido. A estas alturas prefería cuidar de un dragón a tratar de mantener a Potter con vida, era menos esfuerzo y dolores de cabeza.
— ¿Quién está ahí? —preguntó.
Y entonces, sin previo aviso, una voz diferente de cualquier otra que hubieran escuchado en el bosque desgarró el silencio. Y no lanzó un grito de terror, sino algo que parecía más bien un conjuro:
— ¡MORSMORDRE!
La señora Weasley chilló y se apretó junto a su marido. ¿Y si acababan de matar a alguien? ¿Y si los chicos encontraban un cuerpo? No quería pensar más en eso, trató de concentrarse en la voz de uno de sus hijos (ni siquiera podía enfocar bien quién le hablaba) que le preguntaba si estaba todo bien, cuando dio una respuesta afirmativa vio a George lanzarle una mirada para asegurarse de si era seguro seguir leyendo.
Algo grande, verde y brillante salió de la oscuridad que los ojos de Harry habían intentado penetrar en vano, y se levantó hacia el cielo por encima de las copas de los árboles.
— ¿Qué...? —exclamó Ron, poniéndose en pie de un salto y mirando hacia arriba.
Durante una fracción de segundo, Harry creyó que aquello era otra formación de leprechauns. Luego comprendió que se trataba de una calavera de tamaño colosal, compuesta de lo que parecían estrellas de color esmeralda y con una lengua en forma de serpiente que le salía de la boca.
Un escalofrío recorrió a Harry, así que esa era la marca tenebrosa, y según los ojos empañados de la señora Weasley podía entender que no era nada bueno.
Mientras miraban, la imagen se alzaba más y más, resplandeciendo en una bruma de humo verdoso, estampada en el cielo negro como si se tratara de una nueva constelación. De pronto, el bosque se llenó de gritos.
— La gente va a encontrarse aterrada, es como volver el tiempo atrás a una época que todos queremos olvidar- dijo el Señor Weasley abrazando más fuerte a su esposa si era posible.
Harry no comprendía por qué, pero la única causa posible era la repentina aparición de la calavera, que ya se había elevado lo suficiente para iluminar el bosque entero como un horrendo anuncio de neón. Buscó en la oscuridad a la persona que había hecho aparecer la calavera, pero no vio a nadie.
— ¿Quién está ahí? —gritó de nuevo.
— ¡Harry, vamos, muévete! —Hermione lo había agarrado por la parte de atrás de la chaqueta, y tiraba de él.
La profesora McGonagall no podía estar más de acuerdo con su alumna, cuanto más alejado estén de la persona que la lanzó mejor.
— ¿Qué pasa? —preguntó Harry, sobresaltándose al ver la cara de ella tan pálida y aterrorizada.
— ¡Es la Marca Tenebrosa, Harry! —gimió Hermione, tirando de él con toda su fuerza—. ¡El signo de Quien-tú-sabes!
Bueno, por lo menos hay alguien que lo sabe, pensaron los adultos, por lo menos sabían que tenían que huir si la veían.
— ¿El de Voldemort?
— ¡Vamos, Harry!
— Maldición Harry la preguntas para después- exclamó Sirius impaciente.
Harry miró la cara de preocupación de su padrino y sintió como algo caliente le llenaba el pecho, trago saliva, era raro sentirse tan querido.
Harry se volvió, mientras Ron recogía a toda prisa su miniatura de Krum, y los tres se dispusieron a cruzar el claro. Pero tan sólo habían dado unos pocos pasos, cuando una serie de ruiditos anunció la repentina aparición, de la nada, de una veintena de magos que los rodearon. Harry paseó la mirada por los magos y tardó menos de un segundo en darse cuenta de que todos habían sacado la varita mágica y que las veinte varitas los apuntaban.
Retuvieron el aire pensando que se trataba de mortífagos, si estaban rodeados era muy, ero muy malo.
Sin pensarlo más, gritó:
— ¡AL SUELO! —y, agarrando a sus dos amigos, los arrastró con él sobre la hierba.
Tonks miró inquisitivamente a Harry, esos eran unos buenos reflejos.
— ¡Desmaius! —gritaron las veinte voces.
El señor Weasley lanzó un suspiro de alivio, el desmaius era el hechizo por elección de los magos normales para retener a alguien, no eran mortífagos. En la habitación varios llegaron a la misma conclusión y se relajaron, había llegado el apoyo.
Hubo una serie de destellos cegadores, y Harry sintió que el pelo se le agitaba como si un viento formidable acabara de barrer el claro. Al levantar la cabeza un centímetro, vio unos chorros de luz roja que salían de las varitas de los magos, pasaban por encima de ellos, cruzándose, rebotaban en los troncos de los árboles y se perdían luego en la oscuridad.
— Esa fue buena amigo- Ron le golpeo el hombro a Harry sonriendo.
Hermione también le regalo un asentimiento concordando con él.
— ¡Alto! —gritó una voz familiar—. ¡ALTO! ¡Es mi hijo!
La señora Weasley sintió que podía desmayarse del alivio que sentía, si estaba Arthur con los chicos todo iba a ir bien, solo faltaba saber que pasaba con sus otros hijos.
El pelo de Harry volvió a asentarse. Levantó un poco más la cabeza. El mago que tenía delante acababa de bajar la varita. Al darse la vuelta vio al señor Weasley, que avanzaba hacia ellos a zancadas, aterrorizado.
— ¿Y cómo no voy a estarlo? Les acaban de tirar 20 hechizos juntos, si llegaban a golpearlos... - movió la cabeza negando- digamos que iban a tener que pasar una temporada en San Mungo o un período bastante largo desmayados.
— Ron... Harry... —Su voz sonaba temblorosa—. Hermione... ¿Estáis bien?
— Apártate, Arthur —dijo una voz fría y cortante.
Charlie frunció el seño, nadie tenía por qué hablarle de esa manera ruda a su padre.
Era el señor Crouch. Él y los otros magos del Ministerio estaban acercándose. Harry se puso en pie de cara a ellos. Crouch tenía el rostro crispado de rabia.
— ¿Quién de vosotros lo ha hecho? —dijo bruscamente, fulminándolos con la mirada—. ¿Quién de vosotros ha invocado la Marca Tenebrosa?
Tonks comenzó a reír haciendo que todas las miradas se dirigieran hacia ella.
— ¿De enserio le está preguntando a Harry Potter si él invocó la Marca Tenebrosa?- dijo entre risas- en lo próximo que te va a acusar es de tatuarte " I Love being Death Eater" en la espalda. Por favor.
Sirius se dio vuelta hacia su sobrina riendo también ahora.
— "I love being Death Eater", ¿Yo amo ser mortífago?- siguió riendo hasta que se acercó hacia ella como si fuese a contarle un secreto pero hablando fuerte para que todos escucharan- no le des ideas a Snape que capaz que se lo hace.
Al caer las palabras, todos mantuvieron el silencio aguantando la respiración sabiendo que se avecinaba otra pelea Snape- Sirius.
— ¿Y tú te harás uno que diga "I Love Azkaban" Black?
Cuando Sirius ya estaba acercando su mano hacia su varita George que estaba esperando que comience una pelea recibió un patada de Tonks (que seguro había pretendido ser discreta pero que podría haberle fracturado tibia y peroné juntos) le provocó un chillido involuntario llamando la atención de los presentes.
— Em- añadió mirando a su agresora- voy a seguir leyendo- dijo con tono decepcionado.
— ¡Nosotros no hemos invocado eso! —exclamó Harry, señalando la calavera.
— ¡No hemos hecho nada! —añadió Ron, frotándose el codo y mirando a su padre con expresión indignada—. ¿Por qué nos atacáis?
— ¡No mienta, señor Potter! —gritó el señor Crouch. Seguía apuntando a Ron con la varita, y los ojos casi se le salían de las órbitas: parecía enloquecido—. ¡Lo hemos descubierto en el lugar del crimen!
Remus miró ahora a Tonks también riendo, esto era el colmo.
— Barty... —susurró una bruja vestida con una bata larga de lana—. Son niños, Barty. Nunca podrían haberlo hecho...
— Esa es una de todas las razones por las cuales ellos nunca podrían haberla hecho, aunque sea hay personas que piensan- masculló Bill.
— Decidme, ¿de dónde ha salido la Marca Tenebrosa? —preguntó apresuradamente el señor Weasley.
— Muy bien Arthur, por lo menos alguien que hace las preguntas correctas- afirmó Dumbledore provocándole un sonrojo al mayor Weasley.
— De allí —respondió Hermione temblorosa, señalando el lugar del que había partido la voz—. Estaban detrás de los árboles. Gritaron unas palabras... un conjuro.
— ¿Conque estaban allí? —dijo el señor Crouch, volviendo sus desorbitados ojos hacia Hermione, con la desconfianza impresa en cada rasgó del rostro—. ¿Conque pronunciaron un conjuro? Usted parece muy bien informada de la manera en que se invoca la Marca Tenebrosa, señorita.
Hermione revoleo los ojos, cualquiera que haya tomado un libro de historia actual lo sabría, aparte de que escuchar unas palabras y luego ver algo flotando en el cielo eran pistas más que suficientes para deducir que era un conjuro.
Pero, aparte del señor Crouch, ningún otro mago del Ministerio parecía creer ni remotamente que Harry, Ron y Hermione pudieran haber invocado la calavera. Por el contrario, después de oír a Hermione habían vuelto a alzar las varitas y apuntaban a la dirección a la que ella había señalado, tratando de ver algo entre los árboles.
— Por lo menos la mayoría son gente competente- dijo la profesora McGonagall.
— Demasiado tarde —dijo sacudiendo la cabeza la bruja vestida con la bata larga de lana—. Se han desaparecido.
Maldita sea, pensó Harry. Por lo menos si lo hubiesen atrapado podrían cerrarle la boca al señor Crouch.
— No lo creo —declaró un mago de barba escasa de color castaño. Era Amos Diggory, el padre de Cedric—. Nuestros rayos aturdidores penetraron en aquella dirección, así que hay muchas posibilidades de que los hayamos atrapado...
— ¡Ten cuidado, Amos! —le advirtieron algunos de los magos cuando el señor Diggory alzó la varita, fue hacia el borde del claro y desapareció en la oscuridad.
Tonks chasqueó la lengua, podrían ir de a dos, eso es lo primero que te enseñan en la academia de aurores, siempre ir en grupo de dos o más cuando sea posible.
Hermione se llevó las manos a la boca cuando lo vio desaparecer. Al cabo de unos segundos lo oyeron gritar:
— ¡Sí! ¡Los hemos capturado! ¡Aquí hay alguien! ¡Está inconsciente! Es... Pero... ¡caray!
Ahora todos estaban atentos, si daban nombre sería genial para poder desenmascararlos en este tiempo también.
— ¿Has atrapado a alguien? —le gritó el señor Crouch, con tono de incredulidad—. ¿A quién? ¿Quién es?
Oyeron chasquear ramas, crujir hojas y luego unos pasos sonoros hasta que el señor Diggory salió de entre los árboles. Llevaba en los brazos a un ser pequeño, desmayado. Harry reconoció enseguida el paño de cocina. Era Winky.
— Winky venía adelante nuestro, nos pasó cuando estábamos con Malfoy- habló Harry en voz alta recordando los acontecimientos.
— No pudo haber sido ella, primero porque la voz no coincide, el libro la describe como una voz que no escuchamos nunca en el bosque, y aparte hace falta una varita y una marca que solo la tienen los seguidores de Voldemort- siguió Hermione con el razonamiento.
Snape ante estas palabras no pudo evitar llevar su mano hasta su antebrazo donde descansaba la marca, la que le recordaba todos los errores que había cometido en la vida.
El señor Crouch no se movió ni dijo nada mientras el señor Diggory depositaba a la elfina en el suelo, a sus pies. Los otros magos del Ministerio miraban al señor Crouch, que se quedó paralizado durante unos segundos, muy pálido, con los ojos fijos en Winky. Luego pareció despertar.
— Esto... es... imposible —balbuceó—. No...
Rodeó al señor Diggory y se dirigió a zancadas al lugar en que éste había encontrado a Winky.
— ¡Es inútil, señor Crouch! —dijo el señor Diggory—. No hay nadie más.
Dumbledore entendía lo que el señor Crouch estaba sintiendo en ese momento, después de demostrar como repudiaba todo lo que tiene que ver con las artes oscuras aprobando el encarcelamiento de su hijo, si ahora lo llegaran a acusar de algo así por su elfina sería un golpe bajo.
Pero el señor Crouch no parecía dispuesto a creerle. Lo oyeron moverse por allí, rebuscando entre los arbustos.
— Es un poco embarazoso —declaró con gravedad el señor Diggory, bajando la vista hacia la inconsciente Winky—. La elfina doméstica de Barty Crouch... Lo que quiero decir...
— Déjalo, Amos —le dijo el señor Weasley en voz baja—. ¡No creerás de verdad que fue la elfina! La Marca Tenebrosa es una señal de mago. Se necesita una varita.
Hermione sacudió su melena afirmando.
— Sí —admitió el señor Diggory—. Y ella tenía una varita.
Eso si había llamado la atención de los presentes, un elfo doméstico con varita no es algo de lo que se escuche todos los días, aparte de que ellos no necesitaban una para realizar magia.
— ¿Qué? —exclamó el señor Weasley.
— Aquí, mira. —El señor Diggory cogió una varita y se la mostró—. La tenía en la mano. De forma que, para empezar, se ha quebrantado la cláusula tercera del Código de Usó de la Varita Mágica: «El uso de la varita mágica no está permitido a ninguna criatura no humana.»
— Él es del Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas- aclaró el señor Weasley.
Entonces oyeron otro «¡plin!», y Ludo Bagman se apareció justo al lado del padre de Ron. Parecía despistado y sin aliento. Giró sobre sí mismo, observando con los ojos desorbitados la calavera verde.
Tonks golpeó su cabeza con la palma abierta sin creer lo idiota que puede llegar a ser alguien y tener tan alto cargo en el Ministerio.
— ¡La Marca Tenebrosa! —dijo, jadeando, y casi pisa a Winky al volverse hacia sus colegas con expresión interrogante—. ¿Quién ha sido? ¿Los habéis atrapado? ¡Barty! ¿Qué sucede?
El señor Crouch había vuelto con las manos vacías. Su cara seguía estando espectralmente pálida, y se le había erizado el bigote de cepillo.
Harry se cruzó de brazos pensando, la elfina obviamente no era y tampoco creía que haya estado utilizando una varita cuando era ilegal después de lo que escuchó que decía en el partido, de Dobby se podría esperar cualquier cosa pero Winky se notaba que seguía todas las normas que se le imponían. A la única conclusión que podía llegar es que el portador de la varita se desapareció justo después de conjurar la marca y antes de que lleguen los del Ministerio, la elfina pasaba por ahí y recibió uno de los rayos que atravesaron los árboles. Lo que los podía ayudar es si Winky había visto algo desde allí.
— ¿Dónde has estado, Barty? —le preguntó Bagman—. ¿Por qué no estuviste en el partido? Tu elfina te estaba guardando una butaca... ¡Gárgolas tragonas! —Bagman acababa de ver a Winky, tendida a sus pies—. ¿Qué le ha pasado?
— He estado ocupado, Ludo —respondió el señor Crouch, hablando aún como a trompicones y sin apenas mover los labios—. Hemos dejado sin sentido a mi elfina.
— ¿Sin sentido? ¿Vosotros? ¿Qué quieres decir? Pero ¿por qué...?
Bill lanzó un suspiro cansado, ya no lo soportaba era oficial, Bagman no era más que un exjugador que al parecer lo golpearon varias Bludger o cayó de cabeza al piso desde más de veinte metros.
De repente, Bagman comprendió lo que sucedía. Levantó la vista hacia la calavera, luego la bajó hacia Winky y terminó dirigiéndola al señor Crouch.
— ¡No! —dijo—. ¿Winky? ¿Winky invocando la Marca Tenebrosa? ¡Ni siquiera sabría cómo hacerlo! ¡Para empezar, necesitaría una varita mágica!
Bueno, por lo menos sabe lo mismo que una chica de tercer año, pensó Tonks refiriéndose a lo dicho por Hermione anteriormente.
— Y tenía una —explicó el señor Diggory—. La encontré con una varita en la mano, Ludo. Si le parece bien, señor Crouch, creó que deberíamos oír lo que ella tenga que decir.
Crouch no dio muestra de haber oído al señor Diggory, pero éste interpretó su silencio como conformidad. Levantó la varita, apuntó a Winky con ella y dijo:
— ¡Enervate!
Winky se movió lánguidamente. Abrió sus grandes ojos de color castaño y parpadeó varias veces, como aturdida. Ante la mirada de los magos, que guardaban silencio, se incorporó con movimientos vacilantes y se quedó sentada en el suelo. Vio los pies de Diggory y poco a poco, temblando, fue levantando los ojos hasta llegar a su cara, y luego, más despacio todavía, siguió elevándolos hasta el cielo. Harry vio la calavera reflejada dos veces en sus enormes ojos vidriosos. Winky ahogó un grito, miró asustada a la multitud de gente que la rodeaba y estalló en sollozos de terror.
— Pobre, debe estar completamente aterrada- susurró Ginny.
— ¡Elfina! —dijo severamente el señor Diggory—. ¿Sabes quién soy? ¡Soy miembro del Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas!
Hermione resopló. No hacía falta tratarla de esa manera.
Winky se balanceó de atrás adelante sobre la hierba, respirando entrecortadamente. Harry no pudo menos que acordarse de Dobby en sus momentos de aterrorizada desobediencia.
— ¿Desobediencia? – preguntó Sirius intrigado.
Harry asintió pensando en cómo Dobby había trtado de "salvarle la vida".
— Segundo año, después les cuento.
— Como ves, elfina, la Marca Tenebrosa ha sido conjurada en este lugar hace tan sólo un instante —explicó el señor Diggory—. ¡Y a ti te hemos descubierto un poco después, justo debajo! ¡Si eres tan amable de darnos una explicación...!
— ¡Yo... yo... yo no lo he hecho, señor! —repuso Winky jadeando—. ¡Ni siquiera hubiera sabido cómo hacerlo, señor!
Tonks movió sus cabellos rosados, y miró a Remus poniendo los ojos en blanco. Esa no era forma de interrogar a nadie, así se infunde miedo y no se obtienen buenas respuestas.
— ¡Te hemos encontrado con una varita en la mano! —gritó el señor Diggory, blandiéndola ante ella.
Cuando la luz verde que iluminaba el claro del bosque procedente de la calavera dio de lleno en la varita, Harry la reconoció.
— ¡Eh... es la mía! —exclamo.
Sirius se golpeo la cabeza.
— Tu suerte te persigue a donde vayas.
— Eh aunque sea la encontré, prefiero que la hayan utilizado como descarte a que este pisada por una estampida de magos.
Harry había llegado más o menos a una conclusión y por eso mencionó lo de "varita de descarte" seguramente el mago no había querido utilizar la suya propia para no dejar huellas o algo así, todavía no entendía que clase de registro se podía dejar en el mundo mágico, pero eso era lo más plausible ya que ningún mago mayor de edad estaba sin su varita encima.
Todo el mundo lo miró.
— ¿Cómo has dicho? —preguntó el señor Diggory, sin dar crédito a sus oídos.
— ¡Que es mi varita! —dijo Harry—. ¡Se me cayó!
— ¿Que se te cayó? —repitió el señor Diggory, extrañado—. ¿Es eso una confesión? ¿La tiraste después de haber invocado la Marca?
— ¿Él también? ¿Ya no hay nadie competente trabajando en el Ministerio?
Cuando Sirius terminó de hablar sintió una mirada penetrante y giró para encontrarse con su sobrina.
— Em, digo, Tonks y Arthur sí que lo son, pero es cómo si los magos con más de dos dedos de frente estuviesen en peligro de extinción.
— ¡Amos, recuerda con quién hablas! —intervino el señor Weasley, muy enojado—. ¿Te parece posible que Harry Potter invocara la Marca Tenebrosa?
Fred aplaudió con entusiasmo.
— Por fin alguien que les cierre la boca, bien hecho papá.
— Eh... no, por supuesto —farfulló el señor Diggory—. Lo siento... Me he dejado llevar.
— De todas formas, no fue ahí donde se me cayó —añadió Harry, señalando con el pulgar hacia los árboles que había justo debajo de la calavera—. La eché en falta nada más internarnos en el bosque.
Por lo tanto debí haberla perdido en el trayecto desde la tienda hasta donde estaba Malfoy, pensó Harry.
— Así que —dijo el señor Diggory, mirando con severidad a Winky, que se había encogido de miedo— la encontraste tú, ¿eh, elfina? Y la cogiste y quisiste divertirte un rato con ella, ¿eh?
Todos en la sala ya se estaban cansando de este interrogatorio, no iba a llevar a ninguna parte.
— ¡Yo no he hecho magia con ella, señor! —chilló Winky, mientras las lágrimas le resbalaban por ambos lados de su nariz, aplastada y bulbosa—.¡Yo... yo... yo sólo la cogí, señor! ¡Yo no he conjurado la Marca Tenebrosa, señor, ni siquiera sabría cómo hacerlo!
— ¡No fue ella! —intervino Hermione. Estaba muy nerviosa por tener que hablar delante de todos aquellos magos del Ministerio, pero lo hacía con determinación—. ¡Winky tiene una vocecita chillona, y la voz que oímos pronunciar el conjuro era mucho más grave! —Miró a Ron y Harry, en busca de apoyo—. No se parecía en nada a la de Winky, ¿a que no?
McGonagall le mostró una sonrisa a su alumna, se había comportado como toda una Gryffindor saltando en defensa de alguien cuando había tantos magos adultos rodeándola.
Harry se balanceo y la golpeó con un hombro sonriendole también.
— No —confirmó Harry, negando con la cabeza—. Sin lugar a dudas, no era la de un elfo.
— No, era una voz humana —dijo Ron.
Hermione se levantó y se colocó en medio de sus dos amigos.
— ¿Alguna vez les dije que los quiero chicos?- pasando sus manos por sobre sus hombros y juntando sus cabezas.
Ron se puso colorado al instante mientras Harry, que sabía que su amiga lo decía más para molestarlos reía.
— Claro, eso nos dices ahora porque te apoyamos con lo de los elfos, en cuanto Ron haga algún comentario despectivo de nuevo nos volverás a dejar.
Hermione río bajito mientras los soltaba, pero a pesar de lo que dijo Harry se quedó allí.
— Bueno, pronto lo veremos —gruñó el señor Diggory, sin darles mucho crédito—. Hay una manera muy sencilla de averiguar cuál ha sido el último conjuro efectuado con una varita mágica. ¿Sabías eso, elfina?
Harry torció la boca hacía un costado, el último hechizo seguro iba a dar el de la Marca, pero la elfina no había sido.
Winky temblaba y negaba frenéticamente con la cabeza, batiendo las orejas, mientras el señor Diggory volvía a levantar su varita y juntaba la punta con el extremo de la varita de Harry.
— ¡Prior Incantato! —dijo con voz potente el señor Diggory.
Harry oyó que Hermione ahogaba un grito, horrorizada, cuando una calavera con lengua en forma de serpiente surgió del punto en que las dos varitas hacían contacto. Era, sin embargo, un simple reflejo de la calavera verde que se alzaba sobre ellos, y parecía hecha de un humo gris espeso: el fantasma de un conjuro.
El señor Weasley dejó escapar una bocanada de aire.
— Winky no fue, pero la varita si fue utilizada para realizar el conjuro, esperemos que a lo largo de los libros nos den nombres para investigar.
Dumbledore, ante las palabras de Arthur solo pudo pensar en que antes que nombres de mortífagos prefería que los libros le aclararan otras cosas, por ejemplo lo del diario de Tom Riddle.
— ¡Deletrius! —gritó el señor Diggory, y la calavera se desvaneció en una voluta de humo—. ¡Bien! —exclamó con una expresión incontenible de triunfo, bajando la vista hacia Winky, que seguía agitándose convulsivamente.
— ¡Yo no lo he hecho! —chilló la elfina, moviendo los ojos aterrorizada—. ¡No he sido, no he sido, yo ni siquiera sabría cómo hacerlo! ¡Soy una elfina buena, no uso varita, no sé cómo se hace!
Hermione bajó la cabeza, era todo tan injusto, por más que diga la verdad nadie la escuchaba porque era una "criatura inferior".
— ¡Te hemos atrapado con las manos en la masa, elfina! —gritó el señor Diggory—. ¡Te hemos cogido con la varita que ha obrado el conjuro!
— Amos —dijo en voz alta el señor Weasley—, piensa en lo que dices. Son poquísimos los magos que saben llevar a cabo ese conjuro... ¿Quién se lo podría haber enseñado?
— Palabras correctas Arthur- habló Dumbledore- Barty no se va a quedar callado luego de eso.
— Quizá Amos quiere sugerir que yo tengo por costumbre enseñar a mis sirvientes a invocar la Marca Tenebrosa. —El señor Crouch había hablado impregnando cada sílaba de una cólera fría.
Los chicos miraron a su director incrédulamente, parecía que realmente el analizaba a las personas como si tuviese rayos x.
Se hizo un silencio muy tenso. Amos Diggory se asustó.
— No... no... señor Crouch, en absoluto...
— Te ha faltado muy poco para acusar a las dos personas de entre los presentes que son menos sospechosas de invocar la Marca Tenebrosa: a Harry Potter... ¡y a mí mismo! Supongo que conoces la historia del niño, Amos.
— De Harry lo puede decir, pero incluirse a él mismo entre las menos sospechosas me parece un disparate, todos pueden caer en la magia oscura o en la quebrantación de las leyes- dijo Bill con un claro gesto de disgusto.
— Por supuesto... Todo el mundo la conoce... —musitó el señor Diggory, desconcertado.
— ¡Y yo espero que recuerdes las muchas pruebas que he dado, a lo largo de mi prolongada trayectoria profesional, de que desprecio y detesto las Artes Oscuras y a cuantos las practican! —gritó el señor Crouch, con los ojos de nuevo desorbitados.
— ¿Qué es lo que hizo el señor Crouch?- preguntó George autointerrumpiendose, cómo era el que leía estaba más intrigado que lo normal.
Fred lo miró como si acabase de decir una blasfemia, pero antes de que empiece un monologo acerca de cómo estaba perdiendo a su hermano por un libro, el director habló.
— Es algo que pocas personas saben y que no me corresponde divulgar, tal vez en alguno de los libros se lo mencione.
George dirigió ahora la atención a su padre para ver si él compartía la información pero este negó con la cabeza en respuesta.
— Señor Crouch, yo... ¡yo nunca sugeriría que usted tuviera la más remota relación con este incidente! —farfulló Amos Diggory.
Su rala barba de color castaño conseguía en parte disimular su sonrojo.
— ¡Si acusas a mi elfina me acusas a mí, Diggory! —vociferó el señor Crouch—. ¿Dónde podría haber aprendido la invocación?
— Po... podría haberla aprendido... en cualquier sitio...
— Los elfos domésticos no salen de la casa al menos que se les permita hacerlo- dijo Sirius ganándose una fea mirada de Hermione- ¿Qué? No es como si me gustaran, al menos Kreacher no lo hace- agregó la última parte murmurando.
— Eso es, Amos... —repuso el señor Weasley—. En cualquier sitio. Winky —añadió en tono amable, dirigiéndose a la elfina, pero ella se estremeció como si él también le estuviera gritando—, ¿dónde exactamente encontraste la varita mágica?
Winky retorcía el dobladillo del paño de cocina tan violentamente que se le deshilachaba entre los dedos.
— Yo... yo la he encontrado... la he encontrado ahí, señor... —susurró— Ahí... entre los árboles, señor.
Hermione trataba de juntar cada pieza de información que recibía del libro para después comentarla con Harry y Ron, debían pensar algo juntos.
— ¿Te das cuenta, Amos? —dijo el señor Weasley—. Quienesquiera que invocaran la Marca podrían haberse desaparecido justo después de haberlo hecho, dejando tras ellos la varita de Harry. Una buena idea, no usar su propia varita, que luego podría delatarlos. Y Winky tuvo la desgracia de encontrársela un poco después y de haberla cogido.
— Estoy de acuerdo con papá- expreso Bill- es lo más lógico.
— ¡Pero entonces ella tuvo que estar muy cerca del verdadero culpable! — exclamó el señor Diggory, impaciente—. ¿Viste a alguien, elfina?
Por fin la pregunta que venía queriendo que realicen desde que la encontraron, pensó Harry.
Winky comenzó a temblar más que antes. Sus enormes ojos pasaron vacilantes del señor Diggory a Ludo Bagman, y luego al señor Crouch. Tragó saliva y dijo:
— No he visto a nadie, señor... A nadie.
— Amos —dijo secamente el señor Crouch—, soy plenamente consciente de que lo normal, en este caso, sería que te llevaras a Winky a tu departamento para interrogarla. Sin embargo, te ruego que dejes que sea yo quien trate con ella.
Un estremecimiento recorrió a Hermione y Harry, no querían ni pensar en cómo iba a castigarla el señor Crouch. O como iban a hacer que se auto castigue. Las heridas de Dobby volaban por los recuerdos de Harry.
El señor Diggory no pareció tomar en consideración aquella sugerencia, pero para Harry era evidente que el señor Crouch era un miembro del Ministerio demasiado importante para decirle que no.
— Puedes estar seguro de que será castigada —agregó el señor Crouch fríamente.
— A... a... amo... —tartamudeó Winky, mirando al señor Crouch con los ojos bañados en lágrimas—. A... a... amo, se lo ruego...
Hermione bajó la cabeza sintiendo que sus lágrimas presionaban para salir, era tan cruel. La disposición que tenía para hacer algo volvió con más fuerza. No podía dejar que los elfos domésticos sigan sufriendo bajo los hombres por más tiempo.
El señor Crouch bajó la mirada, con el rostro tan tenso que todas sus arrugas se le marcaban profundamente. No había ni un asomo de piedad en su mirada.
— Winky se ha portado esta noche de una manera que yo nunca hubiera creído posible —dijo despacio—. Le mandé que permaneciera en la tienda. Le mandé permanecer allí mientras yo solucionaba el problema. Y me ha desobedecido. Esto merece la prenda.
Sirius que sabía lo que eso significaba vio la reacción de Crouch exagerada, se veía que era una buena elfina. Kreacher en cambio se la merecía pero Dumbledore ya le había dicho que no podía hacerlo por no sé qué, blabla ya te vio, blabla se lo puede decir a alguien y cosas así.
— ¡No! —gritó Winky, postrándose a los pies del señor Crouch—. ¡No, amo! ¡La prenda no, la prenda no!
Harry sabía que la única manera de liberar a un elfo doméstico era que su amo le regalara una prenda de su propiedad. Daba pena ver la manera en que Winky se aferraba a su paño de cocina sollozando a los pies de su amo.
— ¡Pero estaba aterrorizada! —saltó Hermione indignada, mirando al señor Crouch—. ¡Su elfina siente terror a las alturas, y los magos enmascarados estaban haciendo levitar a la gente! ¡Usted no le puede reprochar que huyera!
Hermione nunca se sintió más orgullosa de sí misma, ya que al estar escuchando lo que sucedía le hacía sentir una impotencia al no poder decir nada.
El señor Crouch dio un paso atrás para librarse del contacto de su elfina, a la que miraba como si fuera algo sucio y podrido que le podía echar a perder los lustrosos zapatos.
— Una elfina que me desobedece no me sirve para nada —declaró con frialdad, mirando a Hermione—. No me sirve para nada un sirviente que olvida lo que le debe a su amo y a la reputación de su amo.
Siempre preocupándote por la reputación Barty, pensó el señor Weasley sintiendo lástima por la criatura.
Winky lloraba con tanta energía que sus sollozos resonaban en el claro del bosque. Se hizo un silencio muy desagradable al que puso fin el señor Weasley diciendo con suavidad:
—Bien, creo que me llevaré a los míos a la tienda, si no hay nada que objetar. Amos, esa varita ya no nos puede decir nada más. Si eres tan amable de devolvérsela a Harry...
El señor Diggory se la devolvió a Harry, y éste se la guardó en el bolsillo.
Harry sintió que ahora podía respirar tranquilo, la varita era seguridad en el mundo mágico.
—Vamos, vosotros tres —les dijo en voz baja el señor Weasley. Pero Hermione no quería moverse.
— Y claro que no- susurró Hermione con la voz rota.
No apartaba la vista de la elfina, que seguía sollozando—. ¡Hermione! —la apremió el señor Weasley.
Ella se volvió y siguió a Harry y a Ron, que dejaban el claro para internarse entre los árboles.
— VaapreguntarsobreWinky- exclamó rápido y corrido Ron, como si eso demostrara que la conocía.
— Creo hermanito que eso es obvio- le respondió Fred provocándole un sonrojo.
Hermione igual le dirigió una sonrisa y le guiño un ojo.
— Nunca me van a ganar, yo los conozco más a ustedes.
— ¿Qué le va a pasar a Winky? —preguntó Hermione, en cuanto salieron del claro.
— No lo sé —respondió el padre de Ron.
— ¡Qué manera de tratarla! —dijo Hermione furiosa—. El señor Diggory, sin dejar de llamarla «elfina»... ¡y el señor Crouch! ¡Sabe que no lo hizo y aun así la va a despedir! Le da igual que estuviera aterrorizada, o alterada... ¡Es como si no fuera humana!
— Es que no lo es —repuso Ron.
— Auch- gritó Ron sujetándose ambos costados.
— Eres tan insensible Ronald- exclamó Hermione sin una sombra de la sonrisa que había tenido.
Ron la miró mientras ella le daba la espalda lo más que podía volteando hacia Harry, furioso le dirigió una mirada inquisitiva a su hermana. Ella se encogió de hombros.
— Es que Hermione tiene razón, está bien que no sean humanos pero ellos piensan y sienten como nosotros, y fue muy grosero haber contestado así.
Hermione se le enfrentó.
— Eso no quiere decir que no tenga sentimientos, Ron. Da asco la manera...
— Estoy de acuerdo contigo, Hermione —se apresuró a decir el señor Weasley, haciéndole señas de que siguiera adelante—, pero no es el momento de discutir los derechos de los elfos. Me gustaría que estuviéramos de vuelta en la tienda lo antes posible. ¿Qué ocurrió con los otros?
Eso es lo que me gustaría saber, pensó Molly retorciéndose en su asiento.
— Los perdimos en la oscuridad —explicó Ron—. Papá, ¿por qué le preocupaba tanto a todo el mundo aquella cosa en forma de calavera?
— Os lo explicaré en la tienda —contestó el señor Weasley con cierto nerviosismo.
Pero cuando llegaron al final del bosque no los dejaron pasar: una multitud de magos y brujas atemorizados se había congregado allí, y al ver aproximarse al señor Weasley muchos de ellos se adelantaron.
— Estarán esperando un culpable- habló la profesora de transformaciones- nadie quiere a los seguidores de ya-saben-quién libres por ahí.
— ¿Qué ha sucedido?
— ¿Quién la ha invocado, Arthur?
— ¡No será... él!
— Si hubiese sido Voldemort -añadir estremecimiento de la mayoría de los presentes- lo hubiese sabido- habló Harry tocándose la cicatriz.
— Por supuesto que no es él —contestó el señor Weasley sin demostrar mucha paciencia—. No sabemos quién ha sido, porque se desaparecieron. Ahora, por favor, perdonadme. Quiero ir a dormir.
Atravesó la multitud seguido de Harry, Ron y Hermione, y regresó al camping. Ya estaba todo en calma: no había ni rastro de los magos enmascarados, aunque algunas de las tiendas destruidas seguían humeando. Charlie asomaba la cabeza fuera de la tienda de los chicos.
Charlie puso una mueca de superioridad al escuchar su nombre.
— ¿Qué pasa, papá? —le dijo en la oscuridad—. Fred, George y Ginny volvieron bien, pero los otros...
La señora Weasley recién entonces dejo escapar todo el temor que había estado sintiendo, su familia estaba bien.
— Aquí los traigo —respondió el señor Weasley, agachándose para entrar en la tienda.
Harry, Ron y Hermione entraron detrás. Bill estaba sentado a la pequeña mesa de la cocina, aplicándose una sábana al brazo, que sangraba profusamente. Charlie tenía un desgarrón muy grande en la camisa, y Percy hacía ostentación de su nariz ensangrentada. Fred, George y Ginny parecían incólumes pero asustados.
El señor Weasley acercó a su esposa y le depositó un beso en la cima de su cabeza.
— Todos están bien, nuestros niños están bien- le susurró.
— ¿Los habéis atrapado, papá? —preguntó Bill de inmediato—. ¿Quién invocó la Marca?
— No, no los hemos atrapado —repuso el señor Weasley—. Hemos encontrado a la elfina del señor Crouch con la varita de Harry, pero no hemos conseguido averiguar quién hizo realmente aparecer la Marca.
— Eso va a ser impactante- mencionó Fred subiendo sus cejas.
— ¿Qué? —preguntaron a un tiempo Bill, Charlie y Percy.
— ¿La varita de Harry? —dijo Fred.
— ¿La elfina del señor Crouch? —inquirió Percy, atónito.
— Señor Crouch esto, señor Crouch lo otro, ¿Por qué no te casas con el señor Crouch?- se interrumpió George tratando de parecer irritado, lo que provocó las risas de los chicos.
Con ayuda de Harry, Ron y Hermione, el señor Weasley les explicó todo lo sucedido en el bosque. Al finalizar el relato, Percy se mostraba indignado.
— ¡Bueno, el señor Crouch tiene toda la razón en querer deshacerse de semejante elfina! —dijo—. Escapar cuando él le mandó expresamente que se quedara... Avergonzarlo ante todo el Ministerio... ¿En qué situación habría quedado él si la hubieran llevado ante el Departamento de Regulación y Control...?
Hermione lanzó un sonido como si la hubiese ofendido directamente a ella.
— Ella no hizo nada... —lo interrumpió Hermione con brusquedad—. ¡Sólo estuvo en el lugar equivocado en el momento equivocado!
— ¡Exacto!- se apoyó a sí misma.
Percy se quedó desconcertado. Hermione siempre se había llevado muy bien con él... Mejor, de hecho, que cualquiera de los demás.
— ¡Hermione, un mago que ocupa una posición cómo la del señor Crouch no puede permitirse tener una elfina doméstica que hace tonterías con una varita mágica! —declaró Percy pomposamente, recuperando el aplomo.
Ginny no podía creer lo que su hermano decía, como si la posición de uno alterara la forma de dirigirse hacia los otros. Percy no era así antes, lo correcto era lo primordial, no la reputación.
— ¡No hizo tonterías con la varita! —gritó Hermione—. ¡Sólo la recogió del suelo!
Harry y Ron se miraron, si Hermione gritaba era porque estaba muy enojada, y enojada del verbo te tira diez hechizos antes de que saques la varita.
— Bueno, ¿puede explicar alguien qué era esa cosa en forma de calavera? —pidió Ron, impaciente—. No le ha hecho daño a nadie... ¿Por qué le dais tanta importancia?
— Ya te lo dije, Ron, es el símbolo de Quien-tú-sabes —explicó Hermione, antes de que pudiera contestar ningún otro—. He leído sobre el tema en Auge y caida de las Artes Oscuras.
Ron rodó los ojos, bueno, aunque sea su pregunta había salvado a Percy.
— Y no se la había vuelto a ver desde hacia trece años —añadió en voz baja el señor Weasley—. Es natural que la gente se aterrorizara... Ha sido casi cómo volver a ver a Quien-tú-sabes.
— Sigo sin entenderlo —dijo Ron, frunciendo el entrecejo—. Quiero decir que no deja de ser simplemente una señal en el cielo...
— Idiota- murmuró Ginny hacia su hermano.
— Ron, Quien-tú-sabes y sus seguidores mostraban la Marca Tenebrosa en el cielo cada vez que cometían un asesinato —repuso el señor Weasley—. El terror que inspiraba... No puedes ni imaginártelo: eres demasiado joven. Imagínate que vuelves a casa y ves la Marca Tenebrosa flotando justo encima, y comprendes lo que estás a punto de encontrar dentro... —El señor Weasley se estremeció—. Era lo que más temía todo el mundo... lo peor...
El estremecimiento fue como contagioso al imaginarse a sus seres queridos así, era obvio el por qué nadie quería volver a verla nunca.
Se hizo el silencio. Luego Bill, quitándose la sábana del brazo para comprobar el estado de su herida, dijo:
— Bueno, quienquiera que la hiciera aparecer esta noche, a nosotros nos fastidió, porque los mortífagos echaron a correr en cuanto la vieron. Todos se desaparecieron antes de que nosotros hubiéramos llegado lo bastante cerca para desenmascarar a ninguno de ellos. Afortunadamente, pudimos coger a la familia Roberts antes de que dieran contra el suelo. En estos momentos les están modificando la memoria.
Harry se preguntó por segunda vez por el término "mortífagos" ya que Tonks lo había mencionado antes con lo del tatuaje, pero en ese momento ante la inminente pelea Sirius- Snape no había prestado mucha atención.
— ¿Mortífagos? —repitió Harry—. ¿Qué son los mortífagos?
— Es como se llaman a sí mismos los partidarios de Quien-tú-sabes — explicó Bill—. Creo que esta noche hemos visto lo que queda de ellos; quiero decir, los que se libraron de Azkaban.
— ¿Y cómo se libraban de Azkabán? ¿Son gente que nunca encontraron o como con Malfoy nunca pudieron demostrar su culpabilidad?- preguntó Harry.
— Hay algunos que no encontramos eso es seguro, hay otros que dijeron haber estado sobre una maldición que los controlaba y otros, los más bajos, vendieron a compañeros a cambio de su libertad- le explicó Remus.
— Pero no tenemos pruebas de eso, Bill —observó el señor Weasley—, aunque es probable que tengas razón —agregó, desesperanzado.
— Apuesto a que sí —dijo Ron de pronto—. ¡Papá, encontramos a Draco Malfoy en el bosque, y prácticamente admitió que su padre era uno de aquellos chalados de las máscaras! ¡Y todos sabemos lo bien que se llevaban los Malfoy con Quien-tú-sabes!
— Pero ¿qué pretendían los partidarios de Voldemort...? —empezó a decir Harry.
Harry vio divertido cómo aunque titubeado al principio George dijo el nombre con voz firme. Capaz que la lectura los ayudaba a terminar con ese estúpido miedo.
Todos se estremecieron. Como la mayoría de los magos, los Weasley evitaban siempre pronunciar el nombre de Voldemort.
— Lo siento —añadió apresuradamente Harry—. ¿Qué pretendían los partidarios de Quien-vosotros-sabéis, haciendo levitar a los muggles? Quiero decir, ¿para qué lo hicieron?
— Diversión- susurró Snape pensando en cómo él también encontraba divertido eso antes, era una época de su vida que quisiera olvidar.
— ¿Para qué? —dijo el señor Weasley, con una risa forzada—. Harry, ésa es su idea de la diversión. La mitad de los asesinatos de muggles que tuvieron lugar bajo el poder de Quien-tú-sabes se cometieron nada más que por diversión. Me imagino que anoche bebieron bastante y no pudieron aguantar las ganas de recordarnos que todavía están ahí y son unos cuantos. Una encantadora reunión para ellos —terminó, haciendo un gesto de asco.
— Sigo pensando que fue planificado- comentó Tonks- sería muy extraño que salieran todos al mismo tiempo con sus mascaras a aterrorizar muggles.
— Pero, si eran mortífagos, ¿por qué se desaparecieron al ver la Marca Tenebrosa? —preguntó Ron—. Tendrían que haber estado encantados de verla, ¿no?
— Piensa un poco, Ron —dijo Bill—. Si de verdad eran mortífagos, hicieron lo indecible para no entrar en Azkaban cuando cayó Quien-tú-sabes, y dijeron todo tipo de mentiras sobre que él los había obligado a matar y a torturar a la gente. Estoy seguro de que ellos tendrían aún más miedo que nosotros si volviera. Cuando perdió sus poderes, negaron haber tenido relación con él y se apresuraron a regresar a su vida cotidiana. Imagino que no les guarda mucho aprecio, ¿no crees?
Una realidad golpeó a Harry tras esto, porque el que la haya invocado tenía que haberle guardado fidelidad a Voldemort para permitirse invocarla, pero por algo también estaba libre, era demasiado confuso.
— Entonces... los que hicieron aparecer la Marca Tenebrosa... —dijo Hermione pensativamente— ¿lo hicieron para mostrar su apoyo a los mortífagos o para espantarlos?
También puede ser eso, pensó Harry. Ahora entendía porque siempre debía hablar con ellos para aclararse.
— Puede ser cualquier cosa, Hermione —admitió el señor Weasley—. Pero te diré algo: sólo los mortífagos sabían formar la Marca. Me sorprendería mucho que la persona que lo hizo no hubiera sido en otro tiempo un mortífago, aunque no lo sea ahora... Escuchad: es muy tarde, y si vuestra madre se entera de lo sucedido se preocupará muchísimo. Lo que vamos a hacer es dormir unas cuantas horas y luego intentaremos irnos de aquí en uno de los primeros trasladores.
— Se los agradecería mucho- dijo Molly- debo estar muriendo de preocupación.
A Harry le zumbaba la cabeza cuando regresó a la litera. Tenía motivos para estar reventado de cansancio, porque eran casi las tres de la madrugada; sin embargo, se sentía completamente despejado... y preocupado. Hacía tres días (parecía mucho más, pero realmente eran sólo tres días) que había despertado con la cicatriz ardiéndole. Y aquella noche, por primera vez en trece años, había aparecido en el cielo la Marca de lord Voldemort. ¿Qué significaba todo aquello?
Dumbledore también pensaba como Harry, escuchando y tratando de unir lo que sabía pero era como que nada tenía sentido todavía como si le faltaran piezas del rompecabezas que eran las más importantes, las que lo formaban todo.
Pensó en la carta que le había escrito a Sirius antes de dejar Privet Drive. ¿La habría recibido ya? ¿Cuándo contestaría?
Sirius se entusiasmo escuchando a su ahijado preguntarse sobre él.
Harry estaba acostado de cara a la lona, pero ya no tenía fantasías de escobas voladoras que lo fueran introduciendo en el sueño paulatinamente, y pasó mucho tiempo desde que comenzaron los ronquidos de Charlie hasta que, finalmente, él también cayó dormido.
— ¡Yo no ronco!- exclamó Charlie.
Sus hermanos se miraron.
— Si lo haces- contestaron al unísono.
Antes que pudiese contestar George puso el libro abierto sobre las manos de su hemano.
Fred leyó el título.
— Suena a aburrimiento tremendo.
— Podemos leer este como último, tengo algo que arreglar en el colegio- habló Dumbledore.
Todos asintieron mientras se estiraron para seguir comiendo y bebiendo las cosas que habían quedado en la mesa, mientras algunos se levantaban para ir al baño.
Fred se dejó caer en el piso estirando las piernas por debajo de la mesa redonda apoyando su espalda en el sillón, una vez que todos se habían sentado leyó con voz aburrida.
— Capítulo 10: Alboroto en el Ministerio.

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