miércoles, 23 de marzo de 2016

El Traslador

     Capítulo 6: El traslador. Parece que ya es hora de ir hacía el mundial.

Los gemelos se miraron entre sí sonriendo, si sabían los resultados podrían ganar mucho.

Cuando, en la habitación de Ron, la señora Weasley lo zarandeó para despertarlo, a Harry le pareció que acababa de acostarse.

     Es la hora de irse, Harry, cielo —le susurró, dejándolo para ir a despertar a Ron.

Harry buscó las gafas con la mano, se las puso y se sentó en la cama. Fuera todavía estaba oscuro. Ron decía algo incomprensible mientras su madre lo levantaba. A los pies del colchón vio dos formas grandes y despeinadas que surgían de sendos líos de mantas.

     Perdona Harry, no queríamos sacarte protagonismo.

     Cierto, tú eres el único que puede estar despeinado en el libro.

     Es como tu señal característica.

Harry a esto respondió con toda la seriedad que lo caracterizaba, tirándoles un cojín hacía sus cabezas.

     ¿Ya es la hora? —preguntó Fred, más dormido que despierto.

Se vistieron en silencio, demasiado adormecidos para hablar, y luego, bostezando y desperezándose, los cuatro bajaron la escalera camino de la cocina.

La señora Weasley removía el contenido de una olla puesta sobre el fuego, y el señor Weasley, sentado a la mesa, comprobaba un manojo de grandes entradas de pergamino. Levantó la vista cuando los chicos entraron y extendió los brazos para que pudieran verle mejor la ropa. Llevaba lo que parecía un jersey de golf y unos vaqueros muy viejos que le venían algo grandes y que sujetaba a la cintura con un grueso cinturón de cuero.

     ¿Qué os parece? —pregunto—. Se supone que vamos de incógnito... ¿Parezco un muggle, Harry?

Harry sonrió el señor Weasley lo hacía sentirse como si la madriguera fuese su casa, el tiempo que había pasado ahí en su segundo año fueron las mejores vacaciones de su vida,  siempre incluyéndolo en sus conversaciones y buscándolo para hablar por lo menos un rato con él para hacerle diferentes preguntas del mundo muggle.

     Sí —respondió Harry, sonriendo—. Está muy bien.

     ¿Dónde están Bill y Charlie y Pe... Pe... Percy? —preguntó George, sin lograr reprimir un descomunal bostezo.

—Bueno, van a aparecerse, ¿no? —dijo la señora Weasley, cargando con la olla hasta la mesa y comenzando a servir las gachas de avena en los cuencos con un cazo—, así que pueden dormir un poco más.

Harry sabía que aparecerse era algo muy difícil; había que desaparecer de un lugar y reaparecer en otro casi al mismo tiempo.

     O sea, que siguen en la cama... —dijo Fred de malhumor, acercándose su cuenco de gachas—. ¿Y por qué no podemos aparecernos nosotros también?

     Porque no tenéis la edad y no habéis pasado el examen —contestó bruscamente la señora Weasley—. ¿Y dónde se han metido esas chicas?

     Pero podrían llevarnos con ellos ¿No?

     Es cierto cada uno de ustedes podría aparecerse con uno de nosotros.

Los gemelos parecían ofendidos como si los hubiesen despertado ahora temprano.

   Es difícil aparecerse y más hacerlo llevando a alguien, requiere mucha concentración y es peligroso- contestó Charlie- ya saben, yo apenas puedo aparecerme a mí mismo.

Los adultos de la sala estuvieron de acuerdo con él y les explicaron a los menores que la aparición no era un juego de niños que cuando uno se escindía (se les olvida una parte de cuerpo, explicaron más para Harry y Ginny, que era la única que parecía igual de perdida que él en esto) no era nada divertido, y, según palabras de Sirius <Duele como el mismísimo infierno>.

Salió de la cocina y la oyeron subir la escalera.

     ¿Hay que pasar un examen para poder aparecerse? —preguntó Harry.

     Desde luego —respondió el señor Weasley, poniendo a buen recaudo las entradas en el bolsillo trasero del pantalón—. El Departamento de Transportes Mágicos tuvo que multar el otro día a un par de personas por aparecerse sin tener el carné. La aparición no es fácil, y cuando no se hace como se debe puede traer complicaciones muy desagradables. Esos dos que os digo se escindieron.

Todos hicieron gestos de desagrado menos Harry.

     ¿Se escindieron? —repitió Harry, desorientado.

La mitad del cuerpo quedó atrás —explicó el señor Weasley, echándose con la cuchara un montón de melaza en su cuenco de gachas—. Y, por supuesto, estaban inmovilizados. No tenían ningún modo de moverse. Tuvieron que esperar a que llegara el Equipo de Reversión de Accidentes Mágicos y los recompusiera. Hubo que hacer un montón de papeleo, os lo puedo asegurar, con tantos muggles que vieron los trozos que habían dejado atrás...


Sirius puso cara, a él le había pasado algo parecido con James cuando estaban en las clases de aparición por estar jugando y no concentrarse, fue la peor experiencia de su vida.

Harry se imaginó en ese instante un par de piernas y un ojo tirados en la acera de Privet Drive.

     Tienes una mente muy escalofriante- le susurró Ron a su amigo.

     Es que sería gracioso ver la cara de mi tía- contestó entre risas.

     ¿Quedaron bien? —preguntó Harry, asustado.

     Sí —respondió el señor Weasley con tranquilidad—. Pero les cayó una buena multa, y me parece que no van a repetir la experiencia por mucha prisa que tengan. Con la aparición no se juega. Hay muchos magos adultos que no quieren utilizarla. Prefieren la escoba: es más lenta, pero más segura.

     Yo prefiero la escoba, es mucho mejor, tarde pero seguro- habló Sirius mientras su amigo a su lado se reía y le susurraba a Tonks la historia.

Cuando terminó de contarle los dos reían en voz baja para no interrumpir la lectura. Hasta ese momento ella no se había fijado en cómo la sonrisa de Remus parecía restarle años o cómo podía uno ver esa pisca de diversión en su mirada cubierta por una especie de tristeza que sólo la acumulan los años. Y se encontró a si misma queriendo saber más acerca de él, cómo también de todas las personas de la sala.

Por ejemplo con Sirius, era su primo y sin embargo nunca habían establecido una conversación de más de tres frases. A los que conocía más o menos era a los profesores (con los que no tenía mucha relación) y a los dos hermanos Weasley mayores pero sólo de verse cómo prefectos- alborotadora, nada más. Y aparte era la única que no estaba involucrada en la historia todavía, lo que la animaba era saber que aparecería en algún momento, pero a la vez, si aparecía era porque como auror estaba metido en algo y tampoco quería que les pasase nada malo a la gente presente. Parecían buenas personas.

     ¿Pero Bill, Charlie y Percy sí que pueden?

     Charlie tuvo que repetir el examen —dijo Fred, con una sonrisita—. La primera vez se lo cargaron porque apareció ocho kilómetros más al sur de donde se suponía que tenía que ir. Apareció justo encima de unos viejecitos que estaban haciendo la compra, ¿os acordáis?

     Por lo menos me aparecí entero, quiero verlos a ustedes haciéndolo- replicó Charlie.

     Bueno, pero aprobó a la segunda —dijo la señora Weasley, entre un estallido de carcajadas, cuando volvió a entrar en la cocina.

     Percy lo ha conseguido hace sólo dos semanas —dijo George—. Desde entonces, se ha aparecido todas las mañanas en el piso de abajo para demostrar que es capaz de hacerlo.

Se oyeron unos pasos y Hermione y Ginny entraron en la cocina, pálidas y somnolientas.

     ¿Por qué nos hemos levantado tan temprano? —preguntó Ginny, frotándose los ojos y sentándose a la mesa.

Ginny sonrió por lo menos él la notaba y la llamaba por su nombre no sólo la “hermanita de Ron”, sólo eso la hacía sentir bien.

     Tenemos por delante un pequeño paseo —explicó el señor Weasley.

     ¿Paseo? —se extrañó Harry—. ¿Vamos a ir andando hasta la sede de los Mundiales?

Todos miraron a Harry sonriendo burlonamente mientras este se ponía colorado. No entendía que parte de “me críe con muggles” no les entraba, era obvio que no sabía cómo irían es más ahora tampoco tenía ni la más mínima idea.

     No, no, eso está muy lejos —repuso el señor Weasley, sonriendo—. Sólo hay que caminar un poco. Lo que pasa es que resulta difícil que un gran número de magos se reúnan sin llamar la atención de los muggles. Siempre tenemos que ser muy cuidadosos a la hora de viajar, y en una ocasión como la de los Mundiales de quidditch...

Los adultos de la sala asintieron, a veces era culpa de los mismos magos no poder juntarse tranquilamente, siempre querían llamar la tención de una forma u otra y terminaban exponiéndose frente a los muggles.

     ¡George! —exclamó bruscamente la señora Weasley, sobresaltando a todos.

     ¿Qué? —preguntó George, en un tono de inocencia que no engañó a nadie.

     ¿Qué tienes en el bolsillo?

     ¡Nada!

     ¡No me mientas! 

Tanto Bill como Charlie se reían de sus hermanos menores, nadie podía engañar a Molly Weasley, menos que menos sus propios hijos.

La señora Weasley apuntó con la varita al bolsillo de George y dijo:

     ¡Accio!

Varios objetos pequeños de colores brillantes salieron zumbando del bolsillo de George, que en vano intentó agarrar algunos: se fueron todos volando hasta la mano extendida de la señora Weasley.
     ¡Os dijimos que los destruyerais! —exclamó, furiosa, la señora Weasley, sosteniendo en la mano lo que, sin lugar a dudas, eran más caramelos longuilinguos—. ¡Os dijimos que os deshicierais de todos! ¡Vaciad los bolsillos, vamos, los dos!

En este momento la señora Weasley de la sala se la veía igual de furiosa que la que estaba en el libro. No podía creer que sus hijos llevaran esa clase de cosas al mundial. Aún así prefirió hablar con ellos más tarde para no cortar la lectura.

Fue una escena desagradable. Evidentemente, los gemelos habían tratado de sacar de la casa, ocultos, tantos caramelos como podían, y la señora Weasley tuvo que usar el encantamiento convocador para encontrarlos todos.

     ¡Accio! ¡Accio! ¡Accio! —fue diciendo, y los caramelos salieron de los lugares más imprevisibles, incluido el forro de la chaqueta de George y el dobladillo de los vaqueros de Fred.

     ¡Hemos pasado seis meses desarrollándolos! —le gritó Fred a su madre, cuando ella los tiró.

     ¡Ah, una bonita manera de pasar seis meses! —exclamó ella—. ¡No me extraña que no tuvierais mejores notas!

     Deben ser inteligentes para crearlos igual, a veces las notas no reflejan lo que uno sabe- comentó Sirius mientras recordaba como ellos siendo unos críos habían llegado a ser animagos, hasta Peter que no era muy inteligente lo había conseguido.

Estaba tan metido en sus pensamientos que no se dio cuenta que él era el que leía y por lo tanto todos lo miraban esperando que continuase hasta que recibió un codazo de parte de Remus.

El ambiente estaba tenso cuando se despidieron. La señora Weasley aún tenía el entrecejo fruncido cuando besó en la mejilla a su marido, aunque no tanto como los gemelos, que se pusieron las mochilas a la espalda y salieron sin dirigir ni una palabra a su madre.

     Bueno, eso no es agradable chicos- habló el señor Weasley- aunque estén enojados con su madre tienen que despedirse igual.

Los gemelos miraron a su padre unos segundos y luego mascullaron un escueto <está bien>, era difícil contradecirlo ya que de por si era extraño que él les llame la tención en algo.

     Bueno, pasadlo bien —dijo la señora Weasley—, y portaos como Dios manda —añadió dirigiéndose a los gemelos, pero ellos no se volvieron ni respondieron—. Os enviaré a Bill, Charlie y Percy hacia mediodía —añadió, mientras el señor Weasley, Harry, Ron, Hermione y Ginny se marchaban por el oscuro patio precedidos por Fred y George.

Hacía fresco y todavía brillaba la luna. Sólo un pálido resplandor en el horizonte, a su derecha, indicaba que el amanecer se hallaba próximo. Harry, que había estado pensando en los miles de magos que se concentrarían para ver los Mundiales de quidditch, apretó el paso para caminar junto al señor Weasley.

El señor Weasley sintió cierto orgullo en su pecho. Le gustaba que Harry tenga esa confianza para hablarle, ya que notaba que era más reservado con los adultos, que fuera él el que empezara la conversación o se acercara, decía mucho de su parte.

     Entonces, ¿cómo vamos a llegar todos sin que lo noten los muggles? — preguntó.

     Ha sido un enorme problema de organización —dijo el señor Weasley con un suspiro—. La cuestión es que unos cien mil magos están llegando para presenciar los Mundiales, y naturalmente no tenemos un lugar mágico lo bastante grande para acomodarlos a todos. Hay lugares donde no pueden entrar los muggles, pero imagínate que intentáramos meter a miles de magos en el callejón Diagon o en el andén nueve y tres cuartos...

     Bueno, sería ciertamente caótico- aportó la profesora McGonagall, quién tenía experiencia en lo que significaba tener a varios magos en un mismo espacio. Si a veces los alumnos no se podían controlar ni en su propia sala común donde “supuestamente” todos miraban para el mismo lado, sería un verdadero caos juntar a tantos magos diferentes y que aparte muchos de ellos tenían historias de enemistades detrás.

Así que teníamos que encontrar un buen páramo desierto y poner tantas precauciones antimuggles como fuera posible. Todo el Ministerio ha estado trabajando en ello durante meses. En primer lugar, por supuesto, había que escalonar las llegadas. La gente con entradas más baratas ha tenido que llegar dos semanas antes. Un número limitado utiliza transportes muggles, pero no podemos abarrotar sus autobuses y trenes. Ten en cuenta que los magos vienen de todas partes del mundo. Algunos se aparecen, claro, pero ha habido que encontrar puntos seguros para su aparición, bien alejados de los muggles. Creo que están utilizando como punto de aparición un bosque cercano. Para los que no quieren aparecerse, o no tienen el carné, utilizamos trasladores. Son objetos que sirven para transportar a los magos de un lugar a otro a una hora prevista de antemano. Si es necesario, se puede transportar a la vez un grupo numeroso de personas. Han dispuesto doscientos puntos trasladores en lugares estratégicos a lo largo de Gran Bretaña, y el más próximo lo tenemos en la cima de la colina de Stoatshead. Es allí donde nos dirigimos.

Harry asintió cómo si se lo estuviesen diciendo a él, aunque técnicamente era así, o bueno, era confuso. Todo esto del libro del futuro tenían puntos confusos, ya que, se supone que su “otro yo” había vivido esto y quería que sea cambiado, pero a la vez ese futuro de los libros no se vería alterado si no que se crearía un segundo futuro nuevo. O algo así, Harry creyó, después de darse cuenta que Sirius había seguido leyendo, que tendría que preguntarle a Hermione en cuanto pudiera.

El señor Weasley señaló delante de ellos, pasado el pueblo de Ottery St. Catchpole, donde se alzaba una enorme montaña negra.

     ¿Qué tipo de objetos son los trasladores? —preguntó Harry con curiosidad.

     Bueno, pueden ser cualquier cosa —respondió el señor Weasley—. Cosas que no llamen la atención, desde luego, para que los muggles no las cojan y jueguen con ellas... Cosas que a ellos les parecerán simplemente basura.

Caminaron con dificultad por el oscuro, frío y húmedo sendero hacia el pueblo. Sólo sus pasos rompían el silencio; el cielo se iluminaba muy despacio, pasando del negro impenetrable al azul intenso, mientras se acercaban al pueblo. Harry tenía las manos y los pies helados. El señor Weasley miraba el reloj continuamente.

Cuando emprendieron la subida de la colina de Stoatshead no les quedaban fuerzas para hablar, y a menudo tropezaban en las escondidas madrigueras de conejos o resbalaban en las matas de hierba espesa y oscura. A Harry le costaba respirar, y las piernas le empezaban a fallar cuando por fin los pies encontraron suelo firme.

     Eh Harry la próxima necesitarías algo de ejercicio.

     O te convertirás en un pobre chico escuálido.

     Pero espera…

     ¡Ya lo eres!- terminaron los dos gemelos juntos.

Mientras todos se reían Harry miraba de un lado a otro, maldición ya había tirado su cojín.

     ¡Uf! —jadeó el señor Weasley, quitándose las gafas y limpiándoselas en el jersey—. Bien, hemos llegado con tiempo. Tenemos diez minutos...

Hermione llegó en último lugar a la cresta de la colina, con la mano puesta en un costado para calmarse el dolor que le causaba el flato.

     Ahora sólo falta el traslador —dijo el señor Weasley volviendo a ponerse las gafas y buscando a su alrededor—. No será grande... Vamos... Se desperdigaron para buscar. Sólo llevaban un par de minutos cuando un grito rasgó el aire.

     ¡Aquí, Arthur! Aquí, hijo, ya lo tenemos.

Al otro lado de la cima de la colina, se recortaban contra el cielo estrellado dos siluetas altas. 

Los más chicos se miraron extrañados. El señor Weasley al ver sus caras les contestó a su pregunta no formulada.

     Pueden ser los Fawcett, los Diggory o los Lovegood, vivimos cerca y seguro que compartimos traslador.

     ¡Amos! —dijo sonriendo el señor Weasley mientras se dirigía a zancadas hacia el hombre que había gritado.

     Los Diggory- aportó rápido para no interrumpir mucho.

Harry pensaba que había escuchado el apellido en algún lugar.

Los demás lo siguieron. El señor Weasley le dio la mano a un mago de rostro rubicundo y barba escasa de color castaño, que sostenía una bota vieja y enmohecida.

     Éste es Amos Diggory —anunció el señor Weasley—. Trabaja para el Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas. Y creo que ya conocéis a su hijo Cedric.

Ahora en la cara de Harry se reflejo la comprensión, claro era el buscador de Hufflepuff.

Cedric Diggory, un chico muy guapo de unos diecisiete años, era capitán y buscador del equipo de quidditch de la casa Hufflepuff, en Hogwarts.

—Hola —saludó Cedric, mirándolos a todos.

 Todos le devolvieron el saludo, salvo Fred y George, que se limitaron a hacer un gesto de cabeza. Aún no habían perdonado a Cedric que venciera al equipo de Gryffindor en el partido de quidditch del año anterior.

     Bueno, pero Cedric no tuvo la culpa ¿No Harry? – preguntó Hermione mirando hacia su amigo, a ella no le interesaba mucho el Quidditch pero aún así siempre iba a verlo jugar.

     Claro que no, hubiese perdido igual sin los dementores, me había distraído- contestó mirando por el rabillo del ojo a Sirius que en el momento se sintió culpable. Pensó que lo mejor era seguir leyendo y luego disculparse por eso.

     ¿Ha sido muy larga la caminata, Arthur? —preguntó el padre de Cedric.

     No demasiado —respondió el señor Weasley—. Vivimos justo al otro lado de ese pueblo. ¿Y vosotros?

     Hemos tenido que levantarnos a las dos, ¿verdad, Ced? ¡Qué felicidad cuando tenga por fin el carné de aparición! Pero, bueno, no nos podemos quejar. No nos perderíamos los Mundiales de quidditch ni por un saco de galeones... que es lo que nos han costado las entradas, más o menos. Aunque, en fin, no me ha salido tan caro como a otros...

Tonks asintió en comprensión ella tampoco quería perdérselo pero dependía de a que la asignaran en su trabajo como auror, porque aunque ella no jugara (era demasiado propensa a los accidentes) le gustaba el deporte.

Amos Diggory echó una mirada bonachona a los hijos del señor Weasley, a Harry y a Hermione.

     ¿Son todos tuyos, Arthur?

     No, sólo los pelirrojos

   Es una buena forma de resumirlo- Sirius se encontraba mejor que nunca bromeando con todos.

—aclaró el señor Weasley, señalando a sus hijos—. Ésta es Hermione, amiga de Ron... y éste es Harry, otro amigo...

     ¡Por las barbas de Merlín! —exclamó Amos Diggory abriendo los ojos—. ¿Harry? ¿Harry Potter?

Al mismo tiempo que Sirius lo leía los gemelos habían hablado a su mismo tiempo haciendo la mímica de sujetarse el corazón mientras lo miraban con sus ojos llenos de adoración. Harry pidió a todos los magos no volver a verlos nunca mirándolo de esa manera, aún así no pudo evitar reírse junto a los más jóvenes de la sala.

     Ehhh... sí —contestó Harry.

Harry ya estaba acostumbrado a la curiosidad de la gente y a la manera en que los ojos de todo el mundo se iban inmediatamente hacia la cicatriz en forma de rayo que tenía en la frente, pero seguía sintiéndose incómodo.

El Harry de la sala no se sentía mucho mejor al ver que cuando Sirius leía lo de la cicatriz todos echaban una rápida mirada hacia él.

Snape por otro lado se encontraba en silencio escuchando cada palabra de el “idiota de Black” como lo apodaba mentalmente, lo único que quería es que se terminé rápido el capitulo para dejar de escucharlo a él y a la “modestia” de Potter de la que no creía nada.

     Ced me ha hablado de ti, por supuesto —dijo Amos Diggory—. Nos ha contado lo del partido contra tu equipo, el año pasado... Se lo dije, le dije: esto se lo contarás a tus nietos... Les contarás... ¡que venciste a Harry Potter!

Los gemelos tensaron las mandíbulas, aunque Harry les dijese que Cedric se había merecido ganar ellos no lo veían así. Estaba a la vista quién era mejor jugador.

A Harry no se le ocurrió qué contestar, de forma que se calló. Fred y George volvieron a fruncir el entrecejo. Cedric parecía incómodo.

     Harry se cayó de la escoba, papá —masculló—. Ya te dije que fue un accidente...

Tonks estaba feliz, porque aunque ella no estuviese era bueno dentro de tanto Gryffindor leer sobre un chico que tenía todas las cualidades Hufflepuff. Si algo extrañaba de sus años escolares es el compañerismo que reinaba en su casa.

     Sí, pero tú no te caíste, ¿a que no? —dijo Amos de manera cordial, dando a su hijo una palmada en la espalda—. Siempre modesto, mi Ced, tan caballero como de costumbre... Pero ganó el mejor, y estoy seguro de que Harry diría lo mismo, ¿a que sí? Uno se cae de la escoba, el otro aguanta en ella... ¡No hay que ser un genio para saber quién es el mejor!

     Harry es el mejor- contestaron los gemelos y Ginny a la vez.

Ginny se avergonzó por haberse dejado al descubierto pero gracias a Merlin los gemelos llamaban mas la atención.

     ¿Papá podemos…

     No le van a hacer nada al señor Diggory- contestó su padre de forma rotunda.

     Ya debe de ser casi la hora —se apresuró a decir el señor Weasley, volviendo a sacar el reloj—. ¿Sabes si esperamos a alguien más, Amos?

     No. Los Lovegood ya llevan allí una semana, y los Fawcett no consiguieron entradas —repuso el señor Diggory—. No hay ninguno más de los nuestros en esta zona, ¿o sí?

     No que yo sepa —dijo el señor Weasley—. Queda un minuto. Será mejor que nos preparemos.

Miró a Harry y a Hermione.

     No tenéis más que tocar el traslador. Nada más: con poner un dedo será suficiente.

Con cierta dificultad, debido a las voluminosas mochilas que llevaban, los nueve se reunieron en torno a la bota vieja que agarraba Amos Diggory.

Así que con eso se referí a que ningún muggle se acercaría, pensó Harry, imaginándose la escena que presentarían al hacerlo.

Todos permanecieron en pie, en un apretado círculo, mientras una brisa fría barría la cima de la colina. Nadie habló. Harry pensó de repente lo rara que le parecería aquella imagen a cualquier muggle que se presentara en aquel momento por allí: nueve personas, entre las cuales había dos hombres adultos, sujetando en la oscuridad aquella bota sucia, vieja y asquerosa, esperando...

Por segunda vez en lo que iba de la lectura Harry tuvo un shock al pensar igual que su contraparte, era todo tan raro.

—Tres... —masculló el señor Weasley, mirando al reloj—, dos... uno...

Ocurrió inmediatamente: Harry sintió como si un gancho, justo debajo del ombligo, tirara de él hacia delante con una fuerza irresistible. Sus pies se habían despegado de la tierra; pudo notar a Ron y a Hermione, cada uno a un lado, porque sus hombros golpeaban contra los suyos. Iban todos a enorme velocidad en medio de un remolino de colores y de una ráfaga de viento que aullaba en sus oídos. Tenía el índice pegado a la bota, como por atracción magnética. Y entonces...

Los más chicos no se esperaban que fuera de ese modo, ya no estaban tan seguro de querer ni aparecerse ni trasladarse así.

Tocó tierra con los pies. Ron se tambaleó contra él y lo hizo caer. El traslador golpeó con un ruido sordo en el suelo, cerca de su cabeza.

Harry levantó la vista. Cedric y los señores Weasley y Diggory permanecían de pie aunque el viento los zarandeaba. Todos los demás se habían caído al suelo.

     Desde la colina de Stoatshead a las cinco y siete —anunció una voz.

Sirius hizo un silencio para que todos entendieran que había terminado el capítulo mientras se lo pasaba abierto hacia Remus. Antes siquiera que alguien hablara Sirius ya tenía una galleta en la boca y otra en la mano y con un hechizo se servía agua en un vaso.

     Este capítulo fue a mi parecer- habló el director- más de transición que otra cosa.

Todos estuvieron de acuerdo, había sido un capítulo tranquilo que solo relata el viaje de la madriguera hacia el lugar de los mundiales. Algunos, como la señora Weasley estaban deseanso que todos sean igual de tranquilos pero sabía que si tenían las claves para derrotar al que-no-debe-ser-nombrado, en algún punto de la historia tenían que pasar cosas malas. Un escalosfrío la invadió.

Remus por otro lado había tomado el libro en sus manos y se preparaba para lee, hasta que sintió una presencia sobre su hombro. Al levantar y voltear un poco la cabeza vió a Tonk a centímetros suyos que leía lo que aparecía en el libro.

     No vale hacer trampa- le susurró Remus mientras le golpeaba con el hombro despacio mientras sonreía- tienen que esperar a que lo lea en voz alta como todos.

Tonks lo miró poniendo los ojitos mas brillosos que podía pero aún así Remus seguía negando pero había apartado la vista.

Fijándose que Tonks se acomode nuevamente en su posición y pidiendo silencio a los chicos que ya se habían lanzado a hablar comenzó a leer.

     Capítulo 7: Bagman y Crouch.

4 comentarios:

  1. Por favor sigue.. Me gusta como lo estas haciendo

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  2. Me gusta mucho la historia continua por fa!

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  3. La tienes mas avanzada en watppad? Pasala por favor!

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    1. La tenía más avanzada, pero ahora están iguales! Recién acabo de subir los cuatro capítulos que me faltaban y estoy en proceso del siguiente!! Los voy a subir al mismo tiempo desde ahora! Saludos.

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